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Daniel Rodríguez Herrera

El libelo de sangre del hospital en Gaza

Todas las noticias que se refieren al número de bajas civiles en Gaza, antes y después de la explosión en el hospital, utilizan el recuento que ofrece Hamás.

Todas las noticias que se refieren al número de bajas civiles en Gaza, antes y después de la explosión en el hospital, utilizan el recuento que ofrece Hamás.
Bombardeos en el norte de Gaza | EFE

El odio a los judíos tiene una tradición milenaria. Mucho antes de los Protocolos de los Sabios de Sión, que aún hoy creen muchos pese a saberse a ciencia cierta que fueron obra de Rusia para justificar sus progromos, se les acusaba de innumerables crímenes con los que justificar el odio que se les tenía. Uno de los más antiguos registrados, en el siglo XII, es el que los acusaba de asesinar a niños para realizar siniestros rituales religiosos. Es el conocido como libelo de sangre. Hoy día nadie en Occidente reconocería creerse estos mitos, pero la costumbre de acusar a judíos de crímenes abominables permanece entre nosotros y surge a la menor oportunidad, incluso cuando han sido precisamente los judíos las víctimas de uno de los progromos más sangrientos de los últimos años.

Lo vimos ayer. Hubo una explosión en un hospital. Pocos minutos después, cuando evidentemente aún no podían saber nada preciso, Hamás dio una rueda de prensa asegurando que habían muerto 500 civiles en un ataque del que culpaba a Israel. Inmediatamente la mayoría de los medios de comunicación lo dieron por válido. Algunos, pocos, lo hacían indicando la fuente. Políticos de extrema izquierda como Ione Belarra o Yolanda Domínguez se abalanzaron sobre la oportunidad de culpar a Israel y reivindicar su antisemitismo furibundo.

Pero pronto empezaron a cambiar las tornas. No porque el Ejército israelí desmintiera nada, porque nada de lo que diga Israel les sirve de prueba a los valerosos e imparciales periodistas occidentales, sino porque empezaron a salir vídeos de cámaras de seguridad y de cadenas de televisión como Al Jazeera donde se veía al fondo lo que parecía ser el lanzamiento de varios proyectiles a la hora de la explosión en el hospital. Tuiteros curtidos en la guerra de Ucrania y expertos en analizar fuentes públicas para llegar a conclusiones ciertas en conflictos bélicos analizaron las imágenes y detectaron una explosión que, gracias a las siluetas iluminadas por el fuego, pudieron identificar como la del hospital. Esa explosión venía precedida por una previa en el aire de uno de los cohetes lanzados. Empleando técnicas de geolocalización muchas veces usadas para localizar dónde han tenido lugar acciones bélicas en Ucrania no tardaron en determinar desde dónde se lanzó el grupo de cohetes al que pertenecía el caído encima del hospital. Era Gaza.

Entonces empezó la recogida de cable. Numerosos medios que habían acusado directamente a Israel en un primer momento, guiados por sus prejuicios y por la credibilidad que otorgan a lo que les cuente una banda terrorista a la que han visto asesinar a más de mil israelíes a sangre fría hace diez días, empezaron a cambiar sus titulares. Quizá el ejemplo más gráfico fue el del New York Times, que pasó de acusar a un ataque de Israel de provocar 500 muertos en un hospital a decir que fue un ataque, sin más, para acabar titulando que el culpable fue una explosión. Otros borraron sus tuits llenos de convicción denunciando el crimen de guerra de Israel.

A la mañana siguiente, todo quedó más claro cuando la luz del día permitió fotografiar y grabar los efectos de la explosión. Los edificios del hospital no habían sido afectados, sólo unos pocos coches en el aparcamiento. De nuevo, el análisis de las fotos por quienes saben cuáles son los proyectiles que lanzan unos y otros llevaron a la misma conclusión: se trataba de uno de los cohetes que lanzan los grupos terroristas islámicos desde Gaza. Pero no sólo eso: la masacre de 500 personas era imposible al contemplar una onda expansiva tan nimia.

En un mundo ideal, donde los judíos no fueran odiados por el hecho de serlo, no habría hecho falta que Israel publicara una conversación entre terroristas de Hamás donde comentan que ha sido un proyectil lanzado por la Yihad Islámica para que quienes habían acusado al estado judío de un crimen atroz rectificaran. Pero no vivimos en ese mundo. Los políticos de extrema izquierda, de Sumar a Hamás Madrid, se mantuvieron en sus trece. Periodistas "fiables" como el corresponsal de RNE Fran Sevilla se mantuvo en su desinformación de que el 80% del hospital había sido destruido y sus acusaciones a Israel. Organizaciones como Médicos sin Fronteras siguieron manteniendo que a un médico suyo se le había caído el techo encima mientras operaba, cuando ningún edificio del hospital fue dañado.

La semana pasada numerosos medios, periodistas, políticos y activistas estuvieron llamando "bulo" a la existencia de bebés decapitados entre las más de mil víctimas civiles de Hamás. No les sirvieron las fotos ni las declaraciones de soldados y personal sanitario. Quienes pusieron la lupa para denunciar escandalizados que en realidad no habían sido decapitados, sino degollados y quemados vivos, se pusieron unos días después a repetir como papagayos las mentiras del Gobierno de Hamás en Gaza sin el más mínimo análisis crítico. Aquí no había nada que comprobar, no existían bulos, ni siquiera la mínima prudencia. Y podemos dar gracias a Twitter, esa red social a la que la UE acusa de "desinformar", por haber podido conocer una verdad que, de tener sólo a la opinión publicada, seguiríamos sin saber.

Nadie parece haber aprendido de esto. Todas las noticias que se refieren al número de bajas civiles en Gaza, antes y después de la explosión en el hospital, utilizan el recuento que ofrece Hamás. No hay otro, pero ¿por qué seguir usando unos números que sabemos que son falsos? ¿Por qué emplear contra Israel un número de muertos que sabemos que está exagerado y que sabemos que incluye a quienes han fallecido por ataques de los propios terroristas palestinos? Sería deseable que esos mismos medios, periodistas, políticos y activistas a partir de ahora fueran más prudentes con la información que tiene al Gobierno de Hamás como fuente, pero la tentación del libelo de sangre es demasiado fuerte.

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