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Milei en La Bombonera

Lo que Milei ha logrado hasta ahora es mucho más de lo que nadie había podido imaginar hace tan solo un par de años.

Domingo de mate, bufanda, y palomitas. Argentina es como una inmensa final de Champions. El entusiasmo coral de dos facciones puede desatarse igual en un concierto que en un entierro, en una operación de fimosis que en un Boca - River. Si mientas la política, apenas hay diferencias entre un argentino tranquilo en su primer mate y un hooligan después de diez pintas de cerveza. Es posible que esa divertida tendencia al exceso, al posicionamiento público, y a la incondicionalidad con sus ídolos esté a punto de salvar a la nación. Javier Milei, como Andrés Calamaro, es algo que solo podría surgir en Buenos Aires.

Los locos y los ignorantes son valientes. Los primeros por inconsciencia y los segundos por insipiencia. La derecha suele ser cobarde por cabal y bien formada. El loco no siempre es grosero, pero, por lo general, no vendería a su madre antes de soltar un exabrupto; muchos políticos de centro-derecha lo harían y, lo que es peor, encontrarían la manera de sentirse orgullosos de ello. Milei abraza antes el grito y la descortesía que la mentira. Eso desconcierta al kirchnerismo. Eso desconcierta a casi todos.

La suya es la aventura de un hombre contra todo. Cuando dice "entre la mafia y el Estado prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite", los medios titulan "Milei ama a la mafia". Así es a diario desde que inició su andadura política. Menos matarlo, por ahora, han hecho de todo para acabar con él. Pero han llegado tarde. Porque a diferencia de los dinosaurios corruptos de la política argentina, Milei es un candidato casi invencible entre los jóvenes, es carne de meme, de tuit, y de video short; es salsa diaria para el youtuber de lengua larga.

El establishment creía tenerlo controlado, pero se les ha ido de las manos, porque ha crecido en el terreno de una nueva política –nada que ver con lo que aquí se llamó "nueva política", solo porque llevaba coleta— , apelando a una suerte de revolución libertaria, que en esas generaciones de chavales criadas en el culto al Estado y la asimilación cultural de la pobreza, ha prendido como fuego sobre gasolina. Las llamaradas de la libertad han alcanzado las ropas de los peronistas, pero también de la derecha acomodada de Juntos por el Cambio –a quien Milei bautizó como "Juntos por el Cargo"— y todos han quedado desnudos, casi inesperadamente, dejando a su vez en cueros a los encuestadores.

Argentina no tenía ninguna esperanza. Lo que Milei ha logrado hasta ahora es mucho más de lo que nadie había podido imaginar hace tan solo un par de años. El peronismo institucional de un país perdido, hundido, deprimido y sin solución, comenzaba a resquebrajarse por los machetazos que, contra la muralla socialcomunista, propinaba un solo economista melenudo con aspecto de rock and roll star, que siempre parece estar de resaca, que cita nada menos que a Hayek en las mismísimas narices de cualquier kirchnerista, que es tanto como pasearse por Irán con una enorme bandera de Israel. Creen que está loco solo porque se ríe y se exalta. Lo cierto es que lo goza. En los debates, mientras la flojísima Bullrich trata de zaherirlo con las peores artes, Milei se limita a sonreírle mirándole con ternura sobre las gafas, como si fuera la Abuela Pato; no necesita ni contestarle.

Una de los extravíos más peligrosos de esa Agenda 2030 que están estudiando todos los niños españoles, que ya se las saben como antaño los Diez Mandamientos, es la justicia social. Milei no necesita más que un puñado de palabras para prenderle fuego a la farsa: "Esa aberración llamada 'justicia social' es injusta porque implica un trato desigual frente a la ley y está precedida de robo". La justicia social es injusta. ¿Cuándo has escuchado decir eso en España? Subo la apuesta: ¿Cuándo, en Europa?

Por lo demás, la cobertura española de las elecciones en Argentina es casi tan indecente como la argentina. No ya porque la izquierda aquí llame "fascista" a Milei cada cuatro palabras, a un liberal de la Escuela Austríaca, sino porque no pocos representantes de la derecha también lo desprecian repitiendo calificativos huevones como loros. "¡Qué peligro!", decían de él esta mañana en una conocida radio conservadora en la que ni siquiera fueron capaces de explicar qué tipo de votación se celebra en Argentina el domingo. Es decir, no sabían nada de nada, pero sí sabían que Milei era "peligroso". Y lo es, ciertamente, pero para el oficialismo.

No sé si Milei logrará el domingo redondear la gesta. Más bien, no sé si le dejarán, en un país donde hasta las urnas están untadas de peronismo, crimen y corrupción. Pero ya ha conseguido mucho más que todos los líderes conservadores –poco conservadores, nada liberales— que emergieron en la derecha antes que él.

"Hemos logado construir esta alternativa que no solo dará fin al kirchnerismo", dice, "sino a la casta política paritaria, chorra, inútil, que une a este país". Miro hacia España y en cada adjetivo veo la cara de varios ministros. Ojalá el loco los vuelva locos el domingo.

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