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Federico Jiménez Losantos

Israel y Ucrania, pruebas del trágico extravío de Occidente

Nos están convirtiendo en Estados doblemente fallidos, en narcoestados de aquella Eurabia que profetizó Oriana Fallaci.

Nos están convirtiendo en Estados doblemente fallidos, en narcoestados de aquella Eurabia que profetizó Oriana Fallaci.
Biden en una reunión con su gabinete en la Casa Blanca este viernes. | EFE

Ese ser que no siempre está, pero que, por costumbre, seguimos llamando Biden, ha presentado ante el Congreso un plan de ayuda a Ucrania e Israel de cien mil millones de dólares. Como todos los proyectos del Gobierno en los USA, el desglose será esencial para entender la cuantía real del gasto en materia militar, ayuda civil y atenciones diversas a las necesidades locales, que dan un toque oenegé a la petición de armas mortíferas del Pentágono. Lo chocante es que se presenten juntas ambas peticiones de ayuda, cuando una tiene su origen en la salvaje invasión de Ucrania por Putin hace casi dos años y la otra es una salvajada antisemita de hace apenas dos semanas. Y cuando la primera es la vuelta a la guerra fría y la soberanía limitada de los países al alcance militar de Moscú y la segunda es la brutal puesta al día del antisemitismo musulmán, cuyo exhibicionismo criminal demuestra lo a gusto que se sienten en las redes estos degolladores, violadores y asesinos.

La izquierda siempre contraataca, la derecha siempre se rinde

Cuando Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, se siente moralmente superior a sus enemigos y reacciona militarmente a un ataque, la izquierda, que ha sido, es y será antioccidental, por mucho que sus líderes disfruten su nivel de vida, calla y espera. Y en el siguiente embate, se atreven al envite. Tras el 11S, callaron ante Afganistán, por la enorme cobertura mediática del ataque a las Torres Gemelas, y porque la Izquierda es hoy, sobre todo, una gigantesca máquina de deslegitimación, con periodistas y profesores como agentes, de los valores básicos e intereses ocasionales de Occidente. Pero en Irak, todo cambió. Mientras en la primera guerra del Golfo todos participaron, en la segunda, contra el mismo régimen, todos se opusieron.

¿Había cambiado Sadam? No. Había cambiado la coyuntura y la izquierda vio la oportunidad de equilibrar aquella derrota con una victoria contra los USA y, más importante aún, contra sus aliados, a la sazón Blair y Aznar. La foto de las Azores ya es un lugar común de la iniquidad, la avaricia y el afán bélico occidental, siempre genocida. En realidad, el enemigo al que atacaba Occidente sí era militarista, totalitario y genocida. Da igual. Con los medios de su lado, la Izquierda se atreve con todo. Ante una campaña mediática, al estilo soviético y con Putin de apoyo, la derecha siempre se rinde. Si lo ha hecho ante el alarmismo climático, la ideología de género o la memoria histórica, ¿por qué no ante la masacre de judíos? Y lo ha hecho.

Del apoyo sentimental a Ucrania al pogrom mediático contra Israel

Ha dicho Biden para explicar su petición de dinero al Congreso que ambos países, Ucrania e Israel, son atacados por los enemigos de la democracia precisamente por ser defensores de la libertad. Es cierto. Pero entonces no se explica por qué, como denunciaba este sábado Trump en el artículo de Libertad Digital, Biden negoció con Irán hace unos meses el intercambio de rehenes por dinero, no sólo el rescate, y, sobre todo, por qué, como explica con todo detalle el ex-presidente norteamericano, Biden ha multiplicado los gestos de apoyo a Irán en la exportación de petróleo, el combustible financiero que permite a los matarifes de Hamas quemar vivas a sus víctimas judías. El artículo de Trump es, obviamente, un alegato electoral, pero los datos que da son incontrovertibles. Y lo mejor que podría hacer Biden es volver a la política de Trump en lo que a Israel respecta. No tanto en otros ámbitos.

Pero las guerras actuales son más mediáticas que nunca. Siempre lo fueron. Napoleón decía que la propaganda es "el otro nervio de la guerra". Claro que de nada sirve la propaganda cuando se pierde una guerra, incluso en las dictaduras. Pero en las democracias, que son regímenes de opinión pública, sin perder una sola batalla se puede perder una guerra. Véase Vietnam, que se ganó en la selva lo que al final se perdió en los noticiarios de televisión. Cuando las tropas norteamericanas dejaron Saigón, todos los periodistas se fueron con ellos. Ni uno se quedó a ver si se cumplían los acuerdos de paz.

Si entonces los medios eran mayoritariamente de izquierdas, ahora lo son de modo aplastante. Pero su militancia es oportunista y voluble. Bastó que los futbolistas británicos empezaran a apoyar a los ucranianos para que todos los campos y todas las ligas se convirtieran en trincheras anti-Putin. Era también David contra Goliat, una narrativa invencible, porque Moscú dijo que la guerra duraría quince días. Pero Zelenski entendió muy bien que en los medios podía ganarse lo que no se ganase en las trincheras y ahí está. De momento. Lo que provocó hasta la resurrección de la OTAN ahora son peticiones de que Ucrania pacte una paz, la que sea, con sus invasores. El bando de Putin ha pasado a ser el de la paz. No ha ganado, porque la causa de Ucrania es aún muy popular, pero ha mejorado mucho sus posiciones.

El bulo de los 600 muertos del hospital de Gaza

La causa de Israel, en cambio, ha sido la revancha por lo de Ucrania, a partir de un antisemitismo mediático de fondo, curtido en la defensa poco disimulada del islamismo, incluso terrorista, en los países occidentales. Y ninguno como España ejemplifica la alianza de comunismo e islamismo. El Gobierno, por medio de la vicepresidenta Díaz y la ministra Belarra, no tardó un minuto en condenar a Israel, es decir, a las víctimas, y en defender a los violadores, secuestradores, asesinos y degolladores de bebés. Desde el primer día, Israel fue culpable por ser atacado y querer defenderse. Nunca el antisemitismo se había mostrado tan abiertamente desde Hitler. España lo hace también en las propias instituciones europeas, no en balde es el único gobierno de la UE con ministros comunistas y con un presidente que, deudo de sus votos, les ha entregado la política exterior. Sánchez dice fuera todo lo que su gobierno niega dentro. Y mandan los de dentro. Y lo que en España ha sido antisemitismo oficial, en Europa y los USA es un auténtico pogrom mediático que desprecia a las víctimas y ataca a Israel por el hecho de existir. O sea, la posición de Irán, Hamas y el eterno irredentismo árabe.

El bulo de los 600 muertos en un hospital de Gaza por un supuesto ataque israelí demostró que la única fuente fiable para los medios occidentales es la de los terroristas de Hamas. Ni una comprobación. Todos lo dieron por hecho, y por una razón: Israel es, de antemano, culpable. Así que mintieron. Y cuando Israel demostró que el ataque venía del lado islamista, matizaron: "Israel y Hamas se acusan mutuamente". La diferencia era que Israel lo demostraba con pruebas. RTVE lo entrecomilló: "pruebas". Es que para la izquierda antisemita, hoy prácticamente toda, Israel, por principio, miente. Y los que asesinan judíos, siempre, por principio, tienen razón. Si en vez de Biden, el que pidiera fondos para r Israel fuera Trump, la algarabía sería monumental. Si lo ha sido cuando Israel no había atacado y Biden no había pedido dinero, calcúlese si lo pide su satán particular. Nunca la dictadura mediática de la "Agenda del Bien" se ha mostrado tan al servicio del Mal.

Sin rumbo ni liderazgo ante la amenaza islamista

Al margen de la pugna Biden-Trump, lo que está claro en Occidente, sobre todo en Europa, es la falta absoluta de liderazgo ante la amenaza islamista. Todas las empresas repiten los mantras progres canonizados por los medios. Y en la UE no hay un Estado que marque una dirección. Los medios, a los que obedecen los políticos, han pasado del "sálvese quien pueda" al "no sabemos qué nos está pasando". Y lo que está pasando es que la política de izquierdas, impuesta en los medios y la educación, la del multiculturalismo, el buenismo, el desprecio al propio país y sus tradiciones, y la financiación de todos los que nos odian, nos están convirtiendo en Estados doblemente fallidos, en narcoestados de aquella Eurabia que profetizó Oriana Fallaci. España es sólo el estrambote de ese soneto escalofriante, estúpido, suicida.

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