Mientras se acerca noviembre y los socialistas siguen fantaseando con que esto se arregla con una amnistía maquillada y el regalo de unos cuantos trenecitos de cercanías a la Generalitat, los que de verdad mandan en Barcelona, Junqueras y Puigdemont (el pobre Aragonès no pinta nada), ya han empezado a enseñar sus auténticas cartas. Puigdemont, sacando a relucir el "compromiso histórico", expresión solemne que cuesta trabajo asociar a un mangoneo para transferir cuatro líneas ferroviarias regionales. Y es que, en el lenguaje de Waterloo, la expresión compromiso histórico posee un significado muy preciso, a saber: los acuerdos de Viernes Santo entre el Reino Unido y la República de Irlanda junto con los principales partidos de Irlanda del Norte.
Porque lo que ahora quiere Puigdemont resulta ser justo eso, la traslación al caso catalán de la filosofía y el espíritu propio del pacto a tres bandas que condujo al final del conflicto armado en el Ulster. Y resulta que Junqueras ansía justo lo mismo (el pobre Aragonès, insisto, no tiene vela en ese entierro). Así las cosas, para que le quede claro a Madrit, Junqueras viajará la semana próxima a Belfast y a la República de Irlanda a fin de entrevistarse, entre otros, con Gerry Adams, el jefe del Sinn Féin (y también comandante supremo del IRA). En el PSOE aún no se han enterado, pero esto no va de vagones de cercanías, sino de autodeterminación a la irlandesa.
En esencia, los acuerdos del Viernes Santo implicaron dos referéndums simultáneos, uno en la República y otro en Belfast. Y esa es la idea de Puigdemont y Junqueras. Estaríamos hablando, pues, del artículo 92 de la Constitución española, que permite referéndums consultivos a celebrar en el ámbito de la totalidad del territorio nacional. Y huelga decir que únicamente lo que votaran los catalanes sería aceptado por ellos como resultado legítimo de la voluntad popular expresada en las urnas. El cañón de esa pistola, la del 92, es el que Junts y ERC van a apoyar en la sien de Sánchez. Ahora empieza la partida en serio.