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Amnistía sin anestesia

Esta aberración en forma de proposición de ley es una sesión continua de patadas a todo lo que se ha hecho bien en España en los últimos cuarenta y pico años.

Esta aberración en forma de proposición de ley es una sesión continua de patadas a todo lo que se ha hecho bien en España en los últimos cuarenta y pico años.
Pedro Sánchez. | Flickr/CC/Partido Socialista

Pocas cosas peores que la arbitrariedad disfrazada con lenguaje jurídico. De ahí que resulte difícil leer la exposición de motivos de la llamada Proposición de Ley Orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña sin preguntarse, a cada párrafo, a cada frase, cómo es posible que hayamos llegado a esto. Cómo, quienes decían antes de ayer que una amnistía era inconstitucional, que no cabía y que nunca jamás se concedería pueden hoy, sin sentir profunda vergüenza, deponer en un texto de apariencia legal todo, absolutamente todo lo contrario. Se sabe muy bien por qué lo hacen. Sobre eso no hay preguntas ni asombro ni sorpresa. Pero una cosa es saber por qué lo hacen, y otra, ver lo que han hecho.

Si el acuerdo con Junts ha resultado peor de lo que se podía imaginar, y también más estúpido de lo imaginable, esta aberración en forma de proposición de ley es una sesión continua de bofetones y patadas a todo aquello que se ha hecho bien en España en los últimos cuarenta y pico años. Ciertamente, este bodrio que se va a tramitar por la vía de urgencia —algo que se presenta como trascendental, que dicen que va a arreglar un larguísimo conflicto político, ¡se va a tramitar rapidito, en un pispás, sin informes, para que pase pronto!— podrá garantizar la investidura de Sánchez y un Gobierno suyo, que es lo único que importa, pero a cambio deja sin garantía alguna todo lo demás: la separación de poderes, la independencia judicial, la igualdad ante la ley, el orden constitucional.

El acuerdo con Junts compromete al PSOE y, por ende, al Gobierno, pero esta ley de amnistía compromete los cimientos mismos sobre los que se asientan una democracia liberal y un Estado de derecho. Los socialistas, de eso tampoco cabe duda, no esperaban que estos asuntos, en cierto modo distantes de los trajines del día a día ciudadano, despertaran la indignación popular. Como dicen los troles socialistas en las redes: ¿y a nosotros qué nos importa el Estado de derecho y todo eso tan campanudo? Pero hay algo que no calibraron bien. Que se les ha pasado completamente. Que no lo han visto venir. Creyeron que la mayoría de los españoles había olvidado el golpe separatista de 2017, que estaba muerto y enterrado el recuerdo de aquellas semanas aciagas y que no quedaban ni los rescoldos de la inquietud y la indignación que causó. Error.

Sánchez y su camarilla, tan de maniobras y trampitas, estaban seguros de que esto iba a salir gratis, como los indultos y lo de la sedición. No percibieron que este proceso, este procés que ahora ha encabezado el PSOE de Sánchez, a velocidad vertiginosa, estaba reactivando el recuerdo preciso de 2017 y de las tropelías de los separatistas contra el resto de la nación y sus ciudadanos. Cómo no va a reactivarse cuando los partidos independentistas restriegan cada día a toda España los triunfos que les han arrancado. Cómo no, cuando no han hecho ninguna cesión, ninguna, cero, y dicen todos los días que después de la amnistía, viene la autodeterminación. Los primeros que dinamitan esa ley dizque para la normalización y la convivencia son ellos, sus beneficiarios.

Forzados por el reloj, disminuidos por su incompetencia, engreídos por su capacidad para hacer comulgar con ruedas de molino a la gente y a su gente en particular, los socialistas se han lanzado a practicar esta operación de riesgo sin anestesia. Lo han hecho sin paliativos. Lo han tenido que hacer sin dosificar el opio del engaño que adormece poco a poco. Aún ahora creerán que no lo van a pagar, que tiempo al tiempo, que ya escampará y que esto sólo es la derecha rabiando porque Sánchez va a revalidar. Y, de nuevo, se equivocan.

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