
El texto de la ley de Amnistía presentada por el PSOE en el Congreso de los Diputados recoge en su exposición de motivos un catálogo bien extenso de razonamientos antijurídicos envueltos en una prosa garbancera, que es lo que se espera de un documento técnico elaborado por las cabezas pensantes del sanchismo. Así lo han explicado los expertos juristas que han tenido los arrestos necesarios para enfrentarse al cartapacio presentado por Pachi López en la sede de la soberanía nacional, una tarea que los españoles tenemos que agradecerles porque todos ellos han puesto su tiempo y su ciencia jurídica al servicio de la Nación sin recibir nada a cambio.
El documento ya le mete una buena patada a la Constitución Española en su tercer párrafo, para que se vea bien que los sociatas van en serio. Ahí se dice que "las Cortes Generales se erigen como el órgano encargado de representar a la soberanía popular (sic)", expresión de corte bolivariano que se le debe haber colado en la revisión de estilo a Conde-Pumpido, tal vez porque el hombre tiene ahora la mente centrada en otras preocupaciones. En realidad, la Constitución se refiere a la "soberanía nacional" (art. 1) y la hace residir en el pueblo español, representado en las Cortes Generales, un matiz importante que cambia por completo el sentido de la declaración.
Pero el tema más controvertido de este borrador es la afirmación de que "la constitucionalidad de la amnistía fue declarada por el Tribunal Constitucional", a través de un pronunciamiento donde se afirma taxativamente que "no hay restricción constitucional directa sobre esta materia". Los redactores de la proposición de ley de Amnistía han encontrado tan asombrosa declaración en la sentencia 147/1986 pero, como ocurre siempre que Sánchez está por medio, se trata de una mentira grosera ideada para justificar la bajada de pantalones más espectacular de la historia reciente en todo el continente europeo.
La sentencia del TC citada resuelve el recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra la ley 1/1984. Dicha norma, en su artículo único, añade un apartado a la ley de Amnistía de 1977 para convertir en imprescriptibles los derechos reconocidos en dicha ley, una decisión que se adoptó para beneficiar a los trabajadores que solicitaron el reingreso en sus empresas tras haber sido despedidos de ellas, cuyas peticiones eran rechazadas por las magistraturas de trabajo al haber prescrito las acciones incluidas en los supuestos de dicha amnistía. Es en ese contexto en el que el Constitucional incluye la frase citada pero, en contra de lo que afirma la exposición de motivos de la ley presentada en el Congreso, el Alto Tribunal no se refiere a la Ley de Amnistía sino a la Ley 1/1984 que, por cierto, fue finalmente rechazada por la mayoría de la sala del TC.
El párrafo de la sentencia del Tribunal Constitucional donde el PSOE entresaca groseramente la frase que le interesa es el siguiente:
Prescindiendo del hecho de que es erróneo razonar sobre el indulto y la amnistía como figuras cuya diferencia es meramente cuantitativa, pues se hallan entre sí en una relación de diferenciación cualitativa, es lo cierto que la Ley 1/1984 ni siquiera supone en sí misma manifestación del ejercicio del derecho de gracia, por las razones ya dichas de que constituye una mera precisión en el régimen jurídico de aquél, y, entonces, el problema está en determinar si el legislador, que podía precisar ese régimen jurídico, pues no hay restricción constitucional directa sobre esta materia, no ha vulnerado con el contenido de la referida ley otras previsiones constitucionales.
El Tribunal Constitucional, por tanto, no ha declarado la constitucionalidad de la amnistía. Lo que hace esta ley pergeñada por Sánchez es utilizar una frase de una sentencia sobre un caso relativo a la legislación laboral en beneficio propio, con la desvergüenza que es consustancial al sanchismo. Nada más.
Como ya han explicado los que saben de esto, se trata de una ley que jamás se aplicará. Su destino será figurar en el epitafio político del sanchismo, un fenómeno pasajero que acabará entre la chatarra de los libros de historia (Cebrián dixit) arrastrando con él a todo el PSOE.
Amén.
