
Hay dos elementos básicos para la convivencia civil que sustenta a toda democracia y, en general, a todo tipo de convivencia entre personas. Si convivencia es vivir con otros en cierta armonía, la tarea es imposible si no aceptamos el acuerdo tácito de que al menos hay dos realidades que no pueden discutirse. Una, que los hechos básicos accesibles al sentido común suceden realmente, aunque su explicación pueda ser debatible. Dos, que las palabras tienen un significado preciso para describirlos, que es compartido por todos.
Cuando decimos que un libro que se nos cae de las manos al suelo, decimos algo que es comprendido por todos los presentes y ausentes. Lo que ha caído es un libro, objeto identificado sin discusión. No habrá nadie sensato que diga que lo que ha caído es una estrella o un jarrón. Y tampoco habrá nadie que afirme que lo que ha hecho el libro es subir o ascender. Eso no puede ser objeto de debate si se quiere convivir. Imaginen que alguien pide un café y le traen un zapato o que afirme que cierra la puerta cuando la abre. Llamar al pan, pan y al vino, vino, es una condición de la convivencia civil. En democracia aún más.
Aristóteles habría explicado que el libro cae porque el lugar natural de los cuerpos pesados es la Tierra. Newton argüiría que el libro caía por la existencia de una fuerza atractiva a distancia, la gravedad, que podía medirse exactamente. Einstein demostró que la velocidad de caída del libro podía alterar su espacio-tiempo para un observador externo. Pero ninguno de ellos se habría atrevido a sostener que el libro subía o que lo que caía no era un libro. Lo que ocurre, ocurre aunque su por qué pueda variar a medida que las pruebas lo demuestren, la información libre enriquezca la veracidad de los hechos y las opiniones se confronten.
Como sobre lo que ha ocurrido en España con los acuerdos de gobierno para dar paso a la investidura de Pedro Sánchez y la Ley de Amnistía, expertos de todo tipo hay, incluso expresidentes del gobierno y algunos socialistas por más señas, apenas diremos algo.
Subrayemos que todos coinciden en señalar que, con un gobierno en funciones, el PSOE en solitario con sus vergüenzas al aire, ha tenido que registrar una Ley de Amnistía que, muy poco antes, todos los dirigentes que mandan en ese mismo partido y ante todos los ciudadanos como testigos, han calificado como blasfemia terminal contra el Estado de Derecho. Esto es, inconstitucional.
Esa es la evidencia y eso es lo que significan sus palabras. Es más, según alguno de ellos, poco antes de la voladura de la Constitución, se refirió a la liquidación dictatorial de uno de los poderes del Estado, el judicial, precisamente el que defiende la igualdad de los débiles y los poderosos de todo tipo ante la Ley.
Estamos, pues, ante el asesinato político de una evidencia y de una palabra. La evidencia es que todo lo que se está perpetrando es una miserable compraventa de votos, siete, que le hacen falta a Pedro Sánchez, no ya para seguir siendo presidente del gobierno, sino para serlo sin control judicial y serlo para satisfacer los intereses de los dirigentes de unos partidos, de suyo antidemocráticos y antiespañoles, que necesitan la impunidad para romper nuestra Nación. La palabra es España y su Constitución de 1978. Doble lenguaje. Lo que hace días no cabía en ella, ahora, Pumpido mediante, cabe. Así nada significa lo convenido y la evidencia se tortura hasta que se acepte que nunca existió.
Por eso, se ha destacado el concepto de lawfare, uso indebido de la Justicia según dicten los políticos investigados o condenados en procesos judiciales Ley en mano cuando sus delitos hayan sido demostrados. Pero, jueces y parte, las evidencias desaparecerán y las palabras no significarán lo mismo. O sea, la única realidad admisible será la que ellos dicten.
De ahí mi pregunta. ¿para cuándo el pressfare? ¿Que qué es esto? Pues el uso indebido de la libertad de expresión y de opinión. ¿Y quién decidirá que es indebido tal uso y cuando lo será? Pues el presidente del gobierno, sus apoyos y cuando quieran. ¿Qué cómo se llama esto? Dictadura. Perdón, así se llamaba hasta ayer. Ahora se llamará el "bien" de España diseñado y orquestado por Otegui, Urkullu, Yolanda, Junqueras, Puigdemont y Cía bajo la batuta del presidente del gobierno de España ¡y de la Unión Europea!, Pedro Sánchez.
Ahora van a por los jueces y la Constitución. Si no nos importa, cuando vengan a por todos nosotros, ya será demasiado tarde.
