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EDITORIAL

Sánchez, embajador de Hamás

El tipo está dispuesto a actuar también de felpudo del terrorismo palestino en una actitud que, por desgracia, a los españoles ya nos resulta familiar.

La gira por Oriente Medio del presidente del Gobierno ha tenido dos consecuencias inmediatas: abrir una crisis diplomática con Israel, la única democracia de la región, y enviar a España al vertedero de la política mundial, alienándola con los regímenes defensores del terrorismo palestino que encabeza y dirige la teocracia de los ayatolás.

Nada más aterrizar en Tel Aviv, Sánchez se despachó contra Israel en presencia del primer ministro judío, Benjamín Netanyahu, al que acusó de estar actuando fuera de los límites de la legalidad internacional en su lucha contra la organización terrorista Hamás, autora del asesinato, violación y secuestro de 1.500 ciudadanos judíos. En una intervención que dejó atónita a toda la sociedad israelí, precisamente el día en que esperaba el regreso de las primeras víctimas secuestradas por Hamás el pasado 7 de octubre, Sánchez censuró la respuesta de Israel a las atrocidades cometidas por los terroristas palestinos en suelo israelí y pidió el fin de las operaciones militares en Gaza, que es lo que vienen pidiendo los terroristas de Hamás, no con fines humanitarios, como maliciosamente pretextó Sánchez, sino para evitar la destrucción total de su poder ofensivo y organizar un rearme con el fin de seguir masacrando a la población judía.

No contento con esta ofensa gratuita al pueblo de Israel y a su Gobierno, Sánchez se desplazó al paso de Rafah, en la frontera de Gaza con Egipto, para anunciar que, al margen de lo que hagan el resto de países e incluso la Unión Europea, España reconocerá de forma unilateral al Estado palestino, una afirmación que, hasta que Sánchez abrió la boca, pensábamos que solo se valoraba en serio en los círculos ultraizquierdistas y demás reductos antisemitas.

Pero Sánchez no solo compromete el futuro de España, a la que va a instalar en el rincón de los apestados en la escena internacional. Sus palabras se producen siendo presidente de turno de la Unión Europea y en presencia de su sucesor el próximo 1 de enero, el primer ministro belga, que también puso su grano de arena repitiendo los disparates antijudíos de su colega español. No cabe extrañarse de que Israel haya abierto una crisis diplomática convocando a los embajadores de España y Bélgica en Jerusalén, para manifestar su rechazo a las palabras de los primeros ministros de ambos países.

Sánchez ha cometido la tremenda torpeza de enemistarse con el país que más sabe de terrorismo y el que posee las redes de información más poderosas a nivel mundial, una ofensa cuyas consecuencias reales veremos en los próximos tiempos, si se produce una oleada de terrorismo islamista en Occidente. Lo peor es que no parece que se trate de una sobreactuación para reforzar los lazos de su coalición de radicales antisemitas, sino que, todo parece indicar, el tipo está dispuesto a actuar también de felpudo del terrorismo palestino en una actitud que, por desgracia, a los españoles ya nos resulta familiar.

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