
Se agotan los adjetivos para describir el golpe que perpetran el Gobierno de Pedro Sánchez y los enterradores de España. Todo se queda corto cuando además se ríen en nuestra cara. Pero, lentamente todavía, crece una resistencia contra este ignominioso periodo revolucionario. No hay que perder la esperanza.
Hasta en la Eurocámara se abuchea al presidente Sánchez, cosa que requiere esfuerzo ímprobo de los euromorfeos, salvando a los que trabajan. El caso es que España ya es un país incómodo, inseguro y poco fiable en la política mundial. Habrá que agotar esa imagen, por vergonzoso que resulte arrastrarla, para forzar la reacción completa de las instituciones. Si no, seremos los primeros de Europa en caer. Verdes, inclusivos, sostenibles y dóciles. Siervos. ¡El antisemita llama nazis a los conservadores alemanes! ¿Despertarán antes de la explosión o saldrán huyendo en pijama?
Él, con sus ridículos trajes de Caiga Quien Caiga, cree que es diferente y que está llamado a un liderazgo superior. Por eso azuza a sus patxis (ineptos) y puentes (camorristas) a juntar palabras mientras se pasea como si fuera la solución extraordinaria pero popular, un siglo después del golpe de Primo de Rivera. Empieza a estar desprevenido.
Los Siete Mefíticos
Manuel Fraga montó Alianza Popular con ministros de Franco. La izquierda, que no evolucionó desde el Frente Popular de los 30, dice que esa es la famosa herencia que convierte al PP en hijo del franquismo. Aquellos, que con Fraga incluido se conocieron como "los siete magníficos", eran Laureano López Rodó, Federico Silva Muñoz, Cruz Martínez Esteruelas, Gonzalo Fernández de la Mora, Enrique Thomas de Carranza y Licinio de la Fuente. ¿Demócratas ejemplares todos? Pues no, claro.
Pero esa derecha evolucionó en muy poco tiempo a esquemas plenamente democráticos dejando un partido que finalmente aglutinó a conservadores, liberales y democristianos, todos con sus propias tentaciones. Nadie debe olvidar que Adolfo Suárez, secretario general del Movimiento y camisa azul sin matices, legalizó al PCE de Santiago Carrillo. Y llegó la democracia tras 40 años de dictadura y con franquistas en el ajo. Errores hubo muchos pero también un coraje y una determinación que no hemos sabido ni querido culminar.
Sin embargo, en el PSOE siempre han presumido de ser los mismos desde su fundación, a cargo de Pablo Iglesias Posse. Lo dicen ellos mismos como logro: ciento y tantos años de honradez. Siguen siendo los pupilos de aquel que en 1920 amenazaba de muerte a los conservadores (Antonio Maura) en las Cortes. Son el mismo PSOE del golpe de 1934 con ERC, la misma ERC también. Siguen siendo los descendientes orgullosos de aquel que envió a la Guardia de Asalto a prender y asesinar a José Calvo Sotelo, franquista según algunos pese a morir antes del 18 de julio. ¿Pero el PP es heredero de Franco? ¿El de Mingorrubio?
Pues ahora es Pedro Sánchez el que reúne a seis partidos –en realidad ya son siete tras el tradicional cisma mortal en la izquierda– para ser alguien y agarrarse al poder. Son Yolanda Díaz, Arnaldo Otegi, Andoni Ortuzar, Oriol Junqueras, Ana Pontón y, por encima de todos pese a lo escaso de todos sus parámetros, Carles Puigdemont. Sus caudales en escaños: PSOE (121), Sumar (31), ERC (7), Junts (7), Batasuna (6), PNV (5), BNG (1). Lo llama "voluntad popular".
Hay están "los siete mefíticos", la clausura traumática de la Transición, la historia circular y viciosa que nos está tocando vivir por culpa de un personaje peligroso y felón, como tantas otras veces en la historia de la Humanidad. Por sencillo y anunciado no es menos grave.
Después del prófugo, el expresidiario. De Puigdemont a Otegui
Una de las muchas mentiras fundacionales del régimen golpista fue argumento de campaña electoral de Sánchez, es decir, una promesa ante sus votantes para convencerles del voto:
"Yo me comprometo a traer al señor Puigdemont de vuelta a España y que rinda cuentas ante la Justicia".
Si alguien votó al PSOE de Pedro Sánchez tras escuchar esta frase fue claramente estafado. Los mismo sucedió con los pactos con Bildu, con el insomnio por Podemos o con la propia amnistía. De ahí que podamos hablar claramente de ilegitimidad y, en definitiva, denunciar la corrupción electoral en la que estamos sumidos.
En realidad, Sánchez traerá a Puigdemont y la rendición de cuentas será a su favor ya que han convertido la comisión del delito en padecimiento y agravio. Así que nos falta escuchar, sin duda sucederá, que Sánchez cumple sus promesas: que lo iba a traer y lo traerá. Y que no sufrirá ni le perdonaremos, sino que le pediremos perdón y pagaremos por la ofensa. No hará falta Jorge Javier Vázquez para vestirlo de broma chulesca. Lo dirá en una comparecencia sin preguntas difundida por su agencia EFE. Y será por España y porque así lo han querido los españoles.
Ahora sabemos que Sánchez y el verdadero líder de los Siete se verán en el extranjero. No se sabe si dentro de un vagón de tren en Hendaya, en un motel o en un piso franco cedido por Ternera. En todo caso, el presidente de España visitará al fugado haciendo oficial que es su cómplice y que la amnistía cubre también sus delitos. Lo iba a traer pero, de momento, va él. Eso sí que es un giro. De 360 grados, diría el ministro de Cultura, Urtasun el lustroso.
Pero toda revolución requiere una rápida sucesión de hechos y apenas resuelto lo del mefítico Puigdemont llega Arnaldo Otegui. ¿Indultos, amnistías y referéndum? También, por supuesto. Ya se ha celebrado en Pamplona el Día del Alzamiento de bienes. España, desahuciada, se vende por siete votos y el PSOE le arrebata la alcaldía de la capital navarra a UPN para entregársela a ETAsuna como primer plazo y mil muertos después. Desde el balcón de la desvergüenza disparan el chupinazo de la revolución. De ahí, a Euskal Herria toda, jo ta ke, o sea, dando duro. Lo ha dicho, con sonrisa de pistolero, el propio Otegui, otro de los Siete:
"Tanto en Irlanda como en Euskal Herria corren buenos tiempos para los independentistas. Veremos una Irlanda unida y una Euskal Herria soberana".
Y con Ortuzar y con el BNG será lo mismo. Y con los comunistas que queden tras sus purgas, los demás desastres, desde la autogestión de la pobreza y la redistribución de la miseria hasta la República Popular.
Contra esto cabe esperar la reacción de unas instituciones sólidas, españolas y europeas, una clase empresarial valiente y una oposición capaz de gobernar cuanto antes.
Eso o asistir a nuestra desgracia lamentando que ya estaba anunciada.
