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EDITORIAL

Un pacto miserable para que los verdugos se apoderen de Pamplona

Sánchez está en ese lado del muro que ha levantado donde habitan Bildu, Junts, ERC y cuantos enemigos tenga España y la democracia en España.

Pedro Sánchez ha entregado Pamplona a los proetarras. Ha aupado al gobierno municipal de la capital navarra a quienes nunca han condenado los crímenes de la banda terrorista ETA, a quienes llevan a asesinos en sus listas electorales, a quienes pretenden convertir Navarra en otra provincia del País Vasco y a quienes persiguen por todos los medios destruir España. No cabe mayor traición a los españoles y a la democracia que el apoyo de Sánchez a los bildutarras, aunque tratándose de este presidente del Gobierno es del todo seguro que aún habrá más actos de felonía e inmoralidad contra la libertad y la igualdad de los ciudadanos de España y contra la unidad de la Nación.

¿Cuántas veces dijo Sánchez que no pactaría con Bildu? Y con que chulería lo decía. "Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere lo digo cinco veces. O veinte. Con Bildu no vamos a pactar. Se lo repito, con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito otra vez". Ahí están los archivos audiovisuales para constatar otra vez que Sánchez no tiene palabra, que sus palabras no valen nada y que cuando dice, por ejemplo, que no habrá referéndum en Cataluña hay que hacerle el mismo caso que cuando decía que jamás aceptaría una amnistía porque tal medida no cabe en la Constitución.

Ese es Sánchez, el hombre que ha rendido Pamplona a cambio de los seis votos de Bildu en el Congreso de los Diputados que le resultan imprescindibles para seguir en Moncloa, el tipo que ha blanqueado a los proetarras, que ha cruzado otra línea roja y que está dispuesto a todo con tal de permanecer en el poder. Ese Sánchez que pedía los votos del PP en Barcelona para que no cayera en manos del partido de Puigdemont y hacer así alcalde a su candidato es el mismo que ha avalado que los socialistas navarros hagan alcalde a Joseba Asiron para pagarle a Arnaldo Otegui en diferido el precio acordado por su investidura.

Como bien ha destacado el concejal del PP y también diputado Carlos García Adanero, los socios de Sánchez nunca condenaron los 27 asesinatos de ETA en Pamplona. Jamás han aportado dato alguno que ayude a aclarar los numerosos crímenes sin resolver de la banda terrorista. Y desde luego tampoco han renunciado a implantar sus delirios separatistas, la anexión de Navarra y la conversión de Pamplona en una especie de capital de esa entelequia llamada "Euskal Herria". Y si como dice Adanero, ese el plan de ETA, Sánchez está en ese lado del muro que ha levantado donde habitan Bildu, Junts, ERC y cuantos enemigos tenga España y la democracia en España.

Pretender, como ha dicho Bolaños, que la moción de censura en Pamplona que le ha arrebatado la alcaldía a UPN, la lista más votada, es un asunto estrictamente local es un nuevo insulto a los demócratas, una tomadura de pelo de quien se cree impune y está embarcado en un golpe de imprevisibles consecuencias. La entrega de Pamplona es un paso más en esa deriva socialista, otra atrocidad y un nuevo atropello de Sánchez contra la democracia, un hito en el que se arroja otra paletada de tierra sobre ese PSOE cuyos dirigentes se enfrentaron a ETA y no pocos de ellos pagaron con su vida condenar el terrorismo, defender la Constitución y la unidad de España. Sánchez ha pactado con los verdugos. Es el pacto de los encapuchados.

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