
No han pasado dos meses desde que Sánchez se compró su presidencia del Gobierno y ya le han montado sus socios un carajal importante a cuenta de los tres decretos que, salvo pirueta de última hora (no lo subestimemos), van a ser devueltos a los corrales antes siquiera de entrar al caballo por decisión de la banda de Puigdemont, convertida de facto en el tendido del 7 del parlamento. Tan antitaurinos, ellos.
En el PSOE pretenden que el PP solucione las encerronas a que lo someten sus socios parlamentarios aludiendo al sentido de Estado que debe vertebrar las decisiones de los grandes partidos. Eso habría sido así en otras circunstancias, cuando esa misma altura de miras hubiera estado presente en la formación del Gobierno de la Nación. Sánchez, en cambio, levantó un muro impenetrable de progresismo con comunistas, proetarras y separatistas y es justo que ahora disfrute de ese aislamiento voluntario del que tanto presumía hasta ayer mismo. Aquí, en estos momentos, el interés general de los españoles es poner fin a esta legislatura y echar a Sánchez, los dos únicos objetivos que debería perseguir la oposición con todas sus acciones. ¿Una determinada propuesta es buena para dinamitar la legislatura y acabar con el sanchismo? Llévese a cabo de inmediato. Todo lo demás es secundario.
O Puigdemont creía sinceramente que Sánchez le iba a dar todo lo que firmó y ahora se siente traicionado o no era tan tonto como suponemos y ya daba por descontada la traición, por lo que ahora se trata solamente de representar el papel de víctima, como corresponde al separatismo. El victimismo respecto al yugo españolazo es el argumento de mayor peso electoral en la masa votante del independentismo que, además, disfrutará de su momento de patética autosatisfacción al ver este miércoles cómo el Gobierno de Espanya cae derrotado por la astucia del escapista del maletero.
Sánchez ha convertido la amnistía a los delincuentes del prusés en la piedra angular de esta legislatura. Que coman amnistía, uno y otros. Los demás no tenemos por qué sentirnos concernidos en un asunto en el que hemos sido excluidos preventivamente por el bloque de progreso formado por Sánchez, Yolanda, Rufián, Otegi y Puigdemont, sus cuatro paladines. Y si el bloqueo político a esta tropa de bribones acarrea algún perjuicio al interés general, lo asumiremos con la mejor disposición posible. Hay que echar a Sánchez. Todo lo demás es pan, pijo y habas.
