
La corrupción es como las ferias. Cada uno la cuenta según le va. Para la izquierda es llevadera, un riesgo que se corre al acercarse a la cosa pública, a los bienes y servicios que se pagan con el dinero de Carmen Calvo. Una manzana no pudre todo un cesto hecho con mimbres de ciento y pico años en los que hay —y no pasa nada— varios golpes de Estado y hasta asesinatos, unos más anunciados que otros. Las del PSOE son unas siglas con derecho a todo.
Pero ¡ay si en la feria de la corrupción apareciera el charrán, antes gaviota! Eso sí que no puede ser. De hecho, si hoy sufrimos al peor presidente de la democracia es porque un juez, José Ricardo de Prada, retorció un sumario, el de la Gürtel, para alfombrar su llegada. Tanto lo manipuló que le valió una reprimenda de la Audiencia Nacional que le retiró del caso de los papeles de Bárcenas y otra del Tribunal Supremo que le recordó que su morcilla incriminatoria contra el PP y contra Rajoy —testigo, pero nunca imputado— no procedía porque ni siquiera se les estaba juzgando.
Pero de un caso instruido por Baltasar Garzón que le valió condena por prevaricación al escuchar ilegalmente conversaciones en prisión se podía esperar eso y mucho más. El PP es corrupto y hay que echarlo cueste lo que cueste. Hasta Albert Rivera, sic transit, colaboró emocionado en la enésima montería socialista: la moción de censura contra el PP de Mariano Rajoy, el PP de la holgada mayoría absoluta.
Y entonces llegó el 31 de mayo de 2018, día primero del nuevo régimen que sufrimos, y el veterano socialista José Luis Ábalos, usando el guion del cortometraje del juez De Prada, sentenció desde la tribuna del Congreso de los Diputados:
El PP era un auténtico sistema de corrupción institucional. Y no lo digo yo, lo dice la sentencia.
El frenesí se apoderó del valenciano malencarado que ya veía a los diputados dispuestos a abalanzarse sobre la pieza acorralada:
Si esta Cámara no reacciona, ¿qué vamos a decir cuando vengan las siguientes piezas, solo de este caso Gürtel? ¿Las comentamos o las dejamos pasar?
Rajoy, poco antes de transmutar en bolso y ya con reserva confirmada para comer en el Arahy, acertó a decir:
Señor Ábalos, ¿pueden ustedes presumir de incorruptos?, ¿le han abierto a algún militante de su partido juicio oral?, ¿tienen algún condenado en sus filas? Señor Ábalos, cuando llegue la sentencia sobre los ERE de Andalucía, ¿presentarán una moción de censura contra ustedes mismos?
Los ERE ya están amortizados. A ver qué pasa con las mascarillas. "¿Qué vamos a decir? ¿Las comentamos o las dejamos pasar?". Cabe repreguntar a Ábalos.
Rajoy era presa fácil. Llevaba tiempo sin excesiva presencia de ánimo, como harto de estar harto y volcado en no hacer nada en caso de que pasara algo. Llegó la maldita moción y se dejó llevar, con el tintineo de unos hielos de fondo, en esas eternas sobremesas en las que el sol se va y toca encender la luz. Aturdido. Yo, mí, me, conmigo… Y se esfumó. Después el PP se extravió y, todavía sin bótox, apareció el figurín del Peugeot. El peor mal de los posibles. Y eso que todo era mentira, la mentira fundacional del régimen de la Mentira.
La koldosfera de Pedro Sánchez
Los detalles del caso Koldo-Ábalos-Sánchez están eficazmente resumidos por M.J. Grech en Libertad Digital. Koldo García, escudero del exministro, y otros veinte detenidos tendrán que responder, de momento, por contratos por valor de 326 millones de euros que salen a la luz gracias a una denuncia, dulce venganza, del Grupo Parlamentario del PP en la Asamblea de Madrid.
La empresa Soluciones de Gestión y Apoyo a la Empresa, S.L. pasó de facturar 0 euros en 2019 a 53,13 millones en 2020. No es precisamente un ejemplo de emprendimiento sino de lluvia o diluvio de adjudicaciones públicas directas realizadas mientras morían personas, muchas personas, por la pandemia de coronavirus.
Hay dos contratos para suministro de mascarillas, uno de 24,2 millones de euros y otro de 12,5 millones, adjudicados sin publicidad por Puertos del Estado y ADIF. O sea, el ministro Ábalos, que lo mismo ahora dice que no vio nada raro porque estaba hablando con Delcy Rodríguez sobre turismo mientras el bueno de Koldo, su Koldo, le hacía de botones Sacarino con las maletas revolucionarias.
Pronto llegamos a las islas españolas. Canarias y Baleares, con Francina Armengol —ahora presidenta del Congreso— y Ángel Víctor Torres —ahora ministro— al mando. Entre los dos le adjudicaron otros 10 millones. Y de ahí al Tito Berni, que no podía quedar al margen si había pasta gansa para luego dar rienda suelta a los incontrolables ardores, tan comunes en las tramas de corrupción socialista.
Y parece que la koldosfera puede cruzar el charco y llegar hasta el Caribe. Muy propio. De momento, casi todos se cruzan de acera: José Luis Ábalos, Fernando Grande Marlaska, Salvador Illa, Francina Armengol, Santos Cerdán, Ángel Víctor Torres… tienen un Jaguar aparcado en la puerta y dicen que no lo ven. Otros, como la vice María Jesús Montero, empiezan a señalar: "Yo sé lo que yo haría".
¿Hay fuego amigo?
La figura del figurín lleva mal paso. No levanta cabeza desde que le hurgaron en el móvil los vecinos del sur. Le salen espías rusos, se traga su Ley Habilitante de la Amnistía que le iba a garantizar cuatro años más de Falcon y, para colmo, fracasa estrepitosamente en Galicia. Sólo faltaba Koldo, "el último aizkolari socialista" en palabras del presidente Sánchez.
Uno de los primeros en recordar el papel de Koldo como custodio de los avales de Pedro Sánchez fue El Diario de Ignacio Escolar. Koldo el corrupto, el portero de puticlub, Koldo el chungo durmiendo abrazado a una caja con el pasaporte de Sánchez para convertirse en secretario general del partido. ¡Qué no haría Koldo!… Resulta sorprendente que el sanchista Escolar deje así de claros los términos del silogismo mientras El País empuja el caso hasta rincones insondables de sus páginas cotizadas.
Pero todo se precipita en estos tiempos en los que hasta los partidos políticos se esfuman en cuestión de meses, así que quién sabe por dónde andarán forjándose las nuevas lealtades. A Juan Lobato le llaman al orden, a Emiliano García Page se le salen las ganas del extrarradio. Al figurín se le acaba el tiempo.
Ahora que el PP está en forma después de repostar en Galicia, entre Miguel Tellado y Cayetana Álvarez de Toledo tienen material suficiente como para que la koldosfera sea monográfico semanal al servicio del márchese-señor-Sánchez.
Pedro Sánchez llegó a La Moncloa hace cinco años subido en una morcilla judicial que debió costarle la inhabilitación a su autor. Hoy, envuelto en el delito de sus socios, el presidente se aferra al poder sin gobernar. La gota de Koldo, que es de Ábalos y suya, debe ser la última.

