Menú
EDITORIAL

¿Y si Ábalos tira de la manta?

La cuestión ya no es si estamos ante un caso de corrupción, sino hasta cuándo van a aguantar antes de dejar expuesto al peor Gobierno de nuestra democracia.

Después de los datos que vamos conociendo en relación con la trama de corrupción en la compra de mascarillas encabezada por Koldo García Aguirre, hombre de confianza de Sánchez y Ábalos, nadie en su sano juicio puede siquiera fingir que se trata de un hecho aislado al que el Gobierno sanchista era totalmente ajeno. Muy por el contrario, los indicios que apuntan a José Luis Ábalos como el hombre clave sin cuyas decisiones este saqueo de fondos públicos no hubiera sido posible son cada vez más abrumadores.

En primer lugar, es evidente que un simple asesor no puede por sí mismo forzar las decisiones del ministerio a favor de una empresa porque, entre otras cosas, su cometido público carece de potestades ejecutivas o presupuestarias. Los asesores, como el famoso Koldo, asesoran a los cargos públicos que los nombran y realizan gestiones puntuales en su nombre, sin que tengan la capacidad de gestionar partidas presupuestarias o adjudicar contratos a dedo como los que se otorgaron a Soluciones de Gestión y Apoyo de Empresas, S.L., la empresa de la que el asesor de Ábalos se convirtió en su principal conseguidor. Una firma sin experiencia en el campo de los suministros sanitarios que, tras las gestiones de Koldo García Aguirre, se hizo con contratos por más de 53 millones de euros, diez de los cuales habrían ido al bolsillo del hombre de confianza de Sánchez y Ábalos según las investigaciones de la Audiencia Nacional.

Ábalos firmaba las órdenes ministeriales para que los departamentos de su ministerio compraran mascarillas y, pocas horas después, la empresa relacionada con su asesor se hacía con esos contratos por importe de decenas de millones de euros. Una vez introducida en el circuito de proveedores de la Administración Pública Española, Soluciones de Gestión y Apoyo de Empresas, S.L. consiguió contratos similares por parte de otros ministerios hasta llegar a la cifra de 53 millones de euros, según han señalado los investigadores de la Audiencia Nacional.

El exministro de Transportes tendrá que convencer a la Justicia, llegado su momento, de que no conocía los manejos de una empresa sin experiencia vinculada a su asesor que, en cuestión de horas desde la firma del ministro, se hacía con jugosos contratos sin licitación pública. Pero más allá de las responsabilidades penales a que haya lugar en su caso, es evidente que un asunto de estas características tiene implicaciones políticas al más alto nivel.

Con la fiereza cainita que caracteriza a las purgas de la izquierda, ya hay voces en el PSOE exigiendo la cabeza de José Luis Ábalos para convertirlo en el chivo expiatorio de un caso de corrupción que afecta a todo el partido. Pero el exministro de Transportes no es un recién llegado a la política, sino un veterano del PSOE cuya cercanía con Sánchez y las numerosas gestiones realizadas en nombre del Gobierno (viajes al extranjero incluidos) lo colocan en una posición privilegiada. La cuestión, por tanto, ya no es si estamos ante un caso de corrupción, que por supuesto, sino hasta cuándo van a aguantar Ábalos y Koldo antes de tirar de la manta y dejar expuesto ante la Justicia y la opinión pública al peor Gobierno de nuestra democracia.

Temas

En España

    0
    comentarios