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Federico Jiménez Losantos

Ábalos era el Alfonso Guerra de Sánchez, y la familia Guerra era enorme

Hubo políticos que lo aprovecharon para forrarse, ellos o sus amigos y socios; pero no eran del PP, fueron del PSOE.

Hubo políticos que lo aprovecharon para forrarse, ellos o sus amigos y socios; pero no eran del PP, fueron del PSOE.
Pedro Sanchez y José luis Ábalos | EFE

La importancia para Sánchez del descubrimiento de la Trama Ábalos estriba en su papel clave durante el asalto al poder y en sus primeros años de Gobierno. Su función recuerda la de Alfonso Guerra junto a Felipe González en el partido y en el Gobierno. Y la prueba de que era su hombre de confianza es que fue el encargado de defender su candidatura en la moción de censura contra Rajoy, calumniando al PP tan zafiamente que sólo Rajoy fue incapaz de defenderse, aunque ni se le juzgaba ni se le podía condenar, salvo en la morcilla de De Prada que luego condenó el Supremo. Leer hoy aquel discurso de Ábalos produce vergüenza ajena, pero como todos los de Sánchez diciendo que jamás pactaría con Podemos o Bildu. La familia Guerra era enorme; la de Ábalos, Koldo, Armengol, Marlaska, y, por supuesto, Sánchez, también.

La carrera de Koldo como hombre de Cerdán, Ábalos y Sánchez

Santos Cerdán, el de la foto a los pies de Puigdemont y las urnas del Golpe de 2017, era el segundo de Ábalos y hoy su sucesor en la secretaría de organización del PSOE. Como Ábalos, fue uno de los incondicionales de Sánchez cuando lo echaron por el fallido pucherazo en el congreso del partido; y Cerdán hizo de Koldo el Señor Lobo de Sánchez, como en una de sus biografías prestadas recuerda él mismo: le agradece que Koldo pasara dos noches custodiando sus avales. Más confianza, imposible.

Por Cerdán llegó también Koldo a Señor Lobo de Ábalos, entonces su jefe. Y Ábalos actuó con Koldo como hombre de mano durante sus años de Gobierno y después. Al salir de él, cuenta Álvaro Nieto en "Conexión Madrid-Caracas", Ábalos y Koldo recorrieron juntos en tres meses nueve países, entre ellos Guinea y la República Dominicana, refugios de tantos capitales personales del PSOE con origen político. Pero lo esencial, como consta en el auto del juez Moreno, es que lo que hacía Koldo era recoger el dinero que conseguía Ábalos llamando a Interior o a Puertos del Estado.

Sabemos algo de lo que Koldo invirtió pagando con dinero negro. No conocemos la parte de Ábalos, su jefe. En otro de los escándalos de Don Alvarone, el fiscal Pastor no ha pedido prisión para Koldo, pese al evidente riesgo de fuga o destrucción de pruebas, y sin eso, el juez, según una reforma reciente, no puede ordenar prisión provisional. Pero al final, nadie cree que un matón de puticlub pudiera forzar a dar millones de euros a una empresa fantasma. Hay grabaciones que recogen que todo es "para Koldo y su jefe". Y judicialmente eso condena a Ábalos. Pero ¿por qué decimos que Ábalos era el Alfonso Guerra de Pedro Sánchez?

Cuando Ábalos reinaba en el Gobierno y el PSOE

En los meses, casi un año, que Sánchez tardó en convocar aquellas elecciones que anunció inmediatas, Ábalos era, de hecho, el vicepresidente, a medias con Carmen Calvo, y con la amable supervisión de Iván Redondo. Una tarde, en Moncloa, invitado por Iván, lo vi hablando con Sánchez, que estaba en el Báltico, cuatro o cinco veces, y él confiaba en mantenerse en el área de la socialdemocracia, con Ciudadanos, gracias a Ábalos y Calvo. Me decía lo que se supone que yo quería oír, pero era también lo más normal, salvo que se hundieran en las urnas y recurrieran al pacto con los enemigos de España, todos, que es finalmente lo que pasó. Pacto con Iglesias que Redondo se apresuró a propugnar, para seguir en la privanza de Sánchez.

Pero cuando, en el Parlamento, Iglesias se negó al pacto y Sánchez tuvo que convocar nuevas elecciones, aparentemente, nada había cambiado. Yo estuve comiendo con Ábalos en Fomento, por invitación suya, cuando las encuestas les daban 135 o 140 escaños, y el proyecto era el mismo. La única incógnita, según me dijo, era el resultado de Vox. En ese momento, la sensación de Poder que transmitía Ábalos era absoluta. La confianza en él de Sánchez era total; y, según decía, lo que querían evitar era depender de Podemos, porque él conocía muy bien la narcoguerrilla del ELN y no le convencían los contactos venezolanos de Iglesias.

Luego pasó lo que pasó: dos náufragos, Sánchez e Iglesias, se abrazaron para salvarse, a cambio de embarcar a España en un cambio de régimen. Proyecto al que Ábalos sirvió a las órdenes de Sánchez con la misma entrega que antes. No pensó, se dice ahora, que Sánchez lo fuera a sacrificar por las maletas de Delcy Rodríguez. Pero yo, eso, no me lo creo.

De hecho, sin la denuncia del PP de Ayuso, no se habría puesto en marcha la Guardia Civil, en funciones de policía judicial. Y lo mismo que Marlaska lo envió a recoger las maletas de Delcy, cuyo destino no se ha investigado, y en una pregunta parlamentaria del PP lo delató al decir que fue Ábalos en persona el que le pidió que contratara a la empresa de Koldo, se dice que Marlaska es el que ha hecho que este escándalo, que llevaba año y medio investigándose, no saltara en las elecciones gallegas. Ha sido peor, porque tras la victoria del PP, la oposición está más fuerte que antes. Y Sánchez y su banda, como en su día definió Albert Rivera, más débiles.

Semejanzas y diferencias entre el Caso Guerra y el Caso Ábalos

Si el papel de Ábalos con Sánchez es semejante al de Guerra con González, lo que se llamó "Caso Guerra", unificando a los hermanos, y el con razón llamado "caso Ábalos" subsume el Caso Koldo en el de su jefe, la situación judicial es muy distinta, aunque la responsabilidad moral sea la misma. Felipe estaba, naturalmente, al tanto de los trinques de Juan Guerra, "Mienmano", que actuaba en un edificio oficial al lado mismo de la Junta de Andalucía, y Alfonso todavía más. Pero no hay o no se buscaron pruebas de que Alfonso pidiera dinero para Juan o alguno de sus hermanos. El poder del vicepresidente del Gobierno, dueño del aparato del PSOE, lo hacía innecesario, especialmente en Andalucía. Pero aquello era más cutre, aunque más descarado. Era el Patio de Monipodio, también sevillano. Lo de Ábalos es mucho más siniestro, y hay pruebas de que él pedía el dinero.

En palabras de la calumnia de Casado contra Ayuso en la COPE, "La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se pueda contratar con tu hermano y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas". Aquella acusación, que sólo repetía el guion de la Moncloa, y que bastaba investigar para haber descartado, es la que, durante años, y hasta después del Caso Ábalos, esgrimen Sánchez y el PSOE. Pero lo cierto es que mientras tantos miles morían por ocultar la pandemia para celebrar el 8M, la cúpula del gobierno y del PSOE estaban dando a dedo contratos millonarios para material sanitario a empresas fantasma, pero suyas, cuyo fracaso, obligó al Gobierno a dejar que fueran las comunidades autónomas las que compraran por su cuenta ese material.

2.500 millones de euros habían presupuestado Ábalos, Contratista Único e Illa, ministro de Sanidad, para afrontar la urgencia que se habían negado a admitir. Ahí están los paquetes de mascarillas de Armengol en Palma, criando moho y sin estrenar. El PP de Madrid, en justa reciprocidad por la calumnia contra Ayuso, denunció los casos más sospechosos, y el de Ábalos y Koldo es sólo el primero de esos episodios de corrupción sociata. Todo en ella es siempre excesivo y chulesco, desde la centralización de compras por Ábalos, respaldado por Sánchez, hasta la intervención de la Comunidad de Madrid por Illa alegando datos groseramente manipulados. Ni respeto a la ley ni un mínimo de vergüenza: todo valía contra Ayuso, que a eso quedaba reducido el PP tras la corrupción de Casado y Teodoro. Y mira por dónde, la resistencia de Ayuso acabó con Casado y la denuncia de la comunidad de Madrid ha destapado la auténtica corrupción con la excusa del Covid 19. Justicia poética. Sí: hubo políticos que lo aprovecharon para forrarse, ellos o sus amigos y socios; pero no eran del PP, fueron del PSOE.

¿Acabará Sánchez declarando ante el Supremo?

El PP ha anunciado que se personará en el caso Ábalos, para saber hasta dónde llega. Está claro que llega hasta Sánchez y que sus ramificaciones son interminables: de Zaragoza a Sant Cugat, un montón de falsas empresas chinas cobraron fortunas por comprar cosas que no llegaron a comprar y para entregar algo que, en muchas ocasiones, no llegaron a entregar. Y ojo: tampoco a devolver lo previamente cobrado. Como la fiscalía ya ha dejado claro que es el abogado del clan de Ábalos, será la acusación popular la que permita que el juez actúe, mientras Sánchez, que sigue zombi, con la matraca del hermano de Ayuso, logra que Ábalos entregue el acta o se vaya al Grupo Mixto. Si deja el acta pierde el fuero. Si lo conserva, el juez irá al Supremo, que pedirá el suplicatorio para juzgarlo. Y una vez concedido, podría hacer que declarase el mismísimo Sánchez. Se repetiría el espectáculo de Rajoy, sentado en el banquillo de Gürtel, pero, esta vez, con razón. ¿Justicia poética o, simplemente, justicia? Como en el Caso Roldán, la estética sociata de coca y puticlub niega toda posibilidad de que el Caso Koldo Ábalos pase inadvertido. Todavía pueden huir a Laos, como Roldán, o a Brasil, como el Dioni. No será porque Don Alvarone y sus fiscales mágicos no se lo haya puesto fácil.

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