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José T. Raga

Empresas sin empresario y...

¿Qué ha pasado con la libertad, con  nuestra libertad?

No es frecuente que el título de un artículo termine con una copulativa. En este caso, intencionadamente, esa "y…", es para que cada lector añada realidades conocidas que, al igual que las empresas sin empresario, sólo se explican por la quiebra de la libertad en nuestro mundo, que no es otro que el occidente europeo.

Así las cosas, anticipo una pregunta, desde la conciencia de estar en 2024, en España –o sea en Europa–: ¿Qué ha pasado con la libertad, con nuestra libertad?

¿Dónde ha quedado lo privado, propio de seres libres, y hasta dónde la invasión de lo público, propio de no se sabe quién, o quizá mejor no decirlo? Porque, la libertad no admite parcelas, aceptando unas y rechazando otras.

Existe Libertad, así, con letra mayúscula, o no existe con cualquier otra grafía. Y, adelanto: si no hay libertad, tampoco responsabilidad; ésta es consecuencia de aquella. Análogamente, si hay libertad pero no responsabilidad, estamos en la anarquía,

¿Quizás hay españoles, europeos, que temen a la libertad, precisamente porque tienen que elegir y responsabilizarse por la elección? Cuando, con todo, aún asumiendo la responsabilidad, sigue siendo la mejor opción. Son minoritarios los que quizás opten por lo contrario: aquellos que, detentando el poder político, quieren imponer su voluntad (a pretexto de ser pública, siendo la suya privada) a los que prefieren sentirse libres.

Volviendo al terreno, al que he dedicado años de estudio, ¿cómo explico la contradicción de empresas sin empresario? No son pocas, por contradictorio que parezca. Los españoles respiramos una dosis de libertad, cuando se privatizó el INI. Todas las empresas incluidas en él, eran públicas, por razones estratégicas (?): siderurgia, petróleo, aviación, comunicaciones, hoteles (Paradores), hasta la fabricación de calzado fue estratégica…

Pues bien, ahora volvemos atrás nacionalizando, al menos, un 10% del capital de la privada Telefónica. ¿Se acuerdan del éxito de las Matildes? Y pregunto, ¿es necesario crear una empresa pública, con 20.000 millones, para comprar acciones? Es verdad que, creando una nueva estructura, se abren nuevas posibilidades para amigos o correligionarios. Las razones ahora, también, estratégicas. Restringir la libertad supone ceder espacio a la dictadura.

El empresario, en una economía libre, es el artífice de los adelantos económicos. Así han dejado constancia, doctrinas como las de Schumpeter (1912), Knight (1921) o, más recientemente, Kirzner (1973).

En contra de la racionalidad teórico-práctica de estos autores, hay empresas (?) que nacieron sin empresario: unas creadas por voluntad política, otras rescatadas por interés político, y todas las nacidas de una iniciativa, no del mercado libre, sino del exceso de intervención política, comprometiendo subvenciones para tal fin.

¿Qué rentabilidad empresarial esperamos de los préstamos del Plan de Recuperación, nacidos de los 8.750 millones de euros de la Unión Europea, para nuevas empresas? ¿Desaparecieron aquellos empresarios que miraban al mercado, ocupando su espacio los atentos al B.O.E. y al amigo político de turno?

¡¡Que sea lo público – Fuenteovejuna – quien se comprometa, aunque nunca sepamos adónde acabaron los fondos!! Ahórrense lamentaciones por las quiebras, y no busquen el favor del rescate público. Al menos, sean íntegros; no se vendan.

En España

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