
En el Congreso se ven cosas que ni el replicante Roy Batty creería. Este miércoles, sin ir más lejos, Pedro Sánchez ha exigido su propia dimisión a la vez que pedía la cabeza de su némesis más odiada y temida, Isabel Díaz Ayuso. Sin querer o, más bien, sin pensar. Rebobinemos una mijita: este martes, dos días antes de que se vote en el Congreso la Ley de Amnistía, el Pravda del no-licenciado Ignacio Escolar tocaba a degüello contra la presidenta de la Comunidad de Madrid por eso de que su pareja, presuntamente, "defraudó 350.951 euros a Hacienda con una trama de facturas falsas y empresas pantalla". El periodismo independiente –te tienes que reír– rearmaba así a un Gobierno tísico, secuestrado, desesperado, mas, no lo olvidemos, todavía vivo. ¿Que si Ábalos, Ángel Víctor Torres o Armengol esto? Pues Ayuso. ¿Que si Puigdemont, los CDR y los Pujol lo otro? Ayuso. Etcétera. La consigna es chusca y hiede, pero al Ejecutivo le vale. Y sin embargo…
Tiremos de lógica básica. La causalidad, o sea, la relación necesaria existente entre causa y efecto, no deja lugar a la duda: si, según Sánchez, Ayuso debe dimitir por el presunto fraude fiscal de su novio, también debe hacerlo el mismo presidente del Gobierno por las últimas noticias que está protagonizando su esposa, Begoña Gómez, relacionadas con la trama de corrupción del caso Koldo. Si no lo hiciere, Mr. Handsome incurriría en una contradicción lógica: no se puede afirmar a la vez que "A es verdadero" y que "A es falso", salvo que seas Félix Bolaños y distingas entre un terrorismo que respeta los Derechos Humanos y uno que no lo hace.
El Gobierno enfocó la sesión de control como una especie de juicio sumarísimo contra la presidenta de la Comunidad de Madrid. Alberto Núñez Feijóo: "¿Por qué no ha ordenado a su partido y a su Gobierno que dé todas las explicaciones a esta cámara y a los ciudadanos? ¿Por qué no ha respondido a lo que sólo usted puede contestar?". En su réplica, Sánchez invocó a María Gámez, ex directora general de la Guardia Civil que dimitió "por un caso que afectaba a su pareja y luego fue archivado" y, acto seguido, cargó contra su peor pesadilla: "Exija la dimisión de la señora Ayuso de la Comunidad de Madrid, aunque eso le cueste el puesto, como al señor Casado".
El jefe de la oposición, con parsimonia galaica, hizo oídos sordos y remitió a las "fiestas sórdidas", "armas", "tráfico de maletas" y "fotografías que no se pueden enseñar" de Tito Berni, Koldo y cía. Feijóo, inmutable, recordó a Sánchez que "se está investigando a su Gobierno y se le está investigando a usted" y, esto dolió, defendió a Ayuso atacando, sin mencionarla, a Begoña Gómez: "Seguro que en su casa no están muy contentos con lo que acaba de decir. Allá usted". El presidente del Gobierno, fuera de sí, erre que erre: "Le exijo la dimisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Entonces, empezará usted a ser algo creíble en la ejemplaridad y en la lucha contra la corrupción". Después, recurrió al estribillo pasadísimo de Marcial Dorado y remató brindándole un elogio inconsciente al líder del PP: "En mi partido político, usted no hubiera llegado ni a concejal de pueblo". Se me ocurren pocos honores mayores.
Santiago Abascal acusó a Sánchez de ser "el capo de la trama de corrupción", se ciscó en la Ley de Amnistía "con nombres y apellidos, los Pujol, Puigdemont" y nombró presidenta del Gobierno a Míriam Nogueras, la "correveidile" del prófugo. El hombre que firma libros escritos por Irene Lozano trató al macho alfa de Vox como si fuera un niño tonto: "Eso es lo que tiene la democracia: que cuentan los votos, no las bravuconadas. Entiendo que tienen una frustración enorme: usted se veía de vicepresidente del Gobierno". Cuca Gamarra hurgó en la herida de la histeria sanchista: "Lo veo muy desesperado: coca, mordidas, prostíbulos, saunas… El GPS que le llevó a usted a la Moncloa". María Jesús Montero exhibió su dislexia oral hablando de no sé qué "efisiencia" y no sé cuál "actualisación" y reprendió al PP por azuzar el "fantasma permanente del independentismo", provocando un descojone general en la bancada de la derecha. El pepero Juan Bravo le preguntó por su mediación en los rescates de AirEuropa y de Plus Ultra. La vicepresidenta primera: "Son contratos legales y los procedimientos son correctos". Seguro, seguro.
Miguel Tellado, al que debieran darle sección propia, afeó a Yolanda Díaz su "silencio cómplice" con el entramado koldosociata y, ya puesto, resumió el percal: "La radiografía de la España actual es que, a este pleno, el PP ha traído una ley para ayudar a los enfermos de la ELA y el PSOE trae una ley para beneficiar a políticos corruptos y que no rindan cuentas ante la justicia". Apuntó contra Montero, "la dama de los ERE", quien "también conocía la trama y actuó igual que en Andalucía, igual que hizo su jefe", y disparó contra la delegada del PSOE en la presidencia del Congreso: "Su mera presencia mancha esta institución. La señora Armengol ya no debería estar aquí por la dignidad de la Cámara y porque ha sido incapaz de dar explicaciones. Aún no ha contestado quién le llamó para que comprase las mascarillas inservibles. ¿Le llamó Koldo, Ábalos, el superjefe, le llamó Guau Guau?". El portavoz del Grupo Popular es el parlamentario que mejor ha entendido de qué va la vaina. Réplica de la vicepresidenta segunda: "Los aforamientos y los indultos por corrupción se tienen que acabar", "lo que vivimos en Cataluña es un conflicto político", palo a Ayuso incluido, cómo no. Cebando el pitorreo, un grupo de diputados coreó "¡¡PRESIDENTA, PRESIDENTA!!".
Por lo demás, Borja Sémper preguntó a Margarita Robles qué opina de la amnistía; la ministra de Defensa, ufana, declaró su orgullo de "formar parte de este Gobierno, del trabajo que realiza y de nuestras Fuerzas Armadas", y, a puerta vacía, remató el diputado vasco: "Yo también estoy orgulloso de nuestras Fuerzas Armadas, lo que dudo es que las Fuerzas Armadas estén orgullosas de su Gobierno". Cayetana Álvarez de Toledo desmontó el argumentario gubernamental sobre el informe de la Comisión de Venecia: "La corrupción practican y el desgarro provocan. Son ustedes un bulo envuelto en un embuste dentro de una trola". Desconozco si Pilar Alegría la llegó a entender.
