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¡Descomposición del Estado!

Frente a los complejos políticos de la Oposición, la dictadura sanchista va a por todas. No tiene otra opción. Morirá, sí, matando.

Frente a los complejos políticos de la Oposición, la dictadura sanchista va a por todas. No tiene otra opción. Morirá, sí, matando.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Persistamos en la explicación de la muerte de la democracia de 1978, entre otras razones, porque de ese asunto depende la vida de millones de ciudadanos de España y la Unión Europea. Afecta gravemente el trastorno de España a todos los españoles y a los ciudadanos de la UE. El Estado español está en descomposición. He ahí una afirmación compartida por millones de españoles. Miles de motivos han llevado al Estado, concebido como principal instancia vertebral de la sociedad, a la ruina. Y también son miles las razones dadas por los ciudadanos, personas especializadas en una profesión y a la vez preocupadas por lo común, para explicar la decadencia del Estado español. Salvo quienes consideran a España como un modelo de Estado para el resto de las Naciones del mundo, una opinión compartida entre personas poco de fiar desde la perspectiva moral, ningún español carece de una explicación sobre la ruina política, jurídica y moral del Estado español.

El proceso de separación —no otra cosa significa descomposición— de los componentes fundamentales del Estado, casi siempre seguido por otro de pudrimiento, ha sido algo muy bien reflejado por ciertos medios de comunicación; por ejemplo, algunos periodistas se han especializado, en las dos últimas décadas, en mostrar las frustraciones ciudadanas derivadas del llamado Estado de las Autonomías; otros han mostrado los estropicios contra los ciudadanos provocados, casi siempre, por el lamentable funcionamiento de la institución del Gobierno nacional y de los mesogobiernos regionales. Existen también libros y ensayos relevantes para entender la situación de turbación, aturdimiento e irritación derivados de la descomposición del Estado. Cosa más difícil es hallar una pieza sólida, en el ámbito de la literatura amena y de las bellas artes, capaz de hacernos comprender el proceso de disociación, al fin, del Estado y la Nación, último motivo para hacerse cargo de las fracturas y quiebras del Estado.

En cualquier caso, nadie sensato mantendrá con fundamento la inexistencia de serios diagnósticos intelectuales sobre ese tortuoso declive de la democracia española. Nadie con inteligencia y un poco de corazón, a la altura de esta película llamada descomposición, corrupción y fin del Estado surgido en 1978, dejará de levantar acta de lo obvio: la amnistía de Sánchez a Puigdemont es el fin de la democracia. Sobre sus escombros se levanta ya, no nos engañemos con palabras rebuscadas, la dictadura de Sánchez. Esto, la dictadura, no sólo no ha sido detenida, sino que está en pleno funcionamiento. Todo, pues, puede pasar; porque el dictador sabe bien cómo actuar y, no lo ocultemos, la Oposición está dividida y obsesionada por liquidarse mutuamente. Frente a los complejos políticos de la Oposición, la dictadura sanchista va a por todas. No tiene otra opción. Morirá, sí, matando. Él, el Jefe de Gobierno impuesto por los exterroristas, nacionalistas y separatistas, está en las últimas, pero se agarra al nihilismo de un pueblo, sin otro ideal mejor que llenar la andorga, y a las torpezas de una Oposición tan limitada intelectual como moralmente.

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