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El fracaso del PP con Ciudadanos y los eternos complejos de la Derecha

La idea de que hay un PSOE bueno que puede votar al PP no responde a ninguna realidad constatable.

La idea de que hay un PSOE bueno que puede votar al PP no responde a ninguna realidad constatable.
Alejandro Fernández y Alberto Núñez Feijóo, en mitin durante la campaña electoral del 23-J | Europa Press

En las pasadas elecciones generales, alguien convenció a Feijoó de que casi un millón de votantes del PSOE estaban dispuestos a pasarse al PP. La idea de que hay un PSOE bueno que puede votar al PP no responde a ninguna realidad constatable; y en el mes de julio se comprobó su falsedad. Ahora, alguien ha vuelto a convencer a Feijóo de que hay medio millón de votos del PSC que en su día migraron a Ciudadanos y que ahora votarían al PP. Nada lo demuestra ni las encuestas lo dicen, pero el PP se ha vuelto a creer el cuento de la lechera centrista, alimentado por su eterno complejo de inferioridad ante la izquierda. Y va camino de pegársela, una vez más.

En julio, la campaña "Verano azul", que acabó con la muerte del Chanquete electoral, pero no de los chanquetes sorayos que la hicieron, se centró en la busca de ese voto de izquierda a la que había que "seducir" con mucha moderación, diálogo, sentido del Estado y la macedonia de frases hueras y necedades genuflexas que los votantes del PSOE rechazan desde 2004 hasta, insisto, 2024. Nada altera la estupidez de los maricomplejines: ahora buscan la versión catalana de ese error: cambiar el perfil del PP en Cataluña para que lo vote el PSC. El resultado sólo puede ser más oxígeno para un Vox exhausto y conquistar lo que ya tenían: el voto de Ciudadanos. Para ese viaje, sobraban alforjas. Sólo pueden apuntarse un éxito: enterrar a Ciudadanos, que ya estaba muerto. Para el PP, nada; para Vox, muchísimo.

Los tres errores de la derecha en Cataluña

Antonio Robles, de cuyo libro Extranjeros en su país, acaba de cumplirse uno de esos aniversarios que celebramos en vez de llorar, ha publicado en LD un gran artículo basado en otro excelente de Ana Grau. Salvo el título, "La insoportable levedad…" que debería estar tan prohibido en los medios como la "crónica", o lo que sea, "de una muerte", o lo que sea, "anunciada", el texto clava el problema de fondo: la derecha española sigue creyendo que en Cataluña hay Izquierda y Derecha, cuando sólo hay separatistas y españolistas. A esto último le hacía asquitos también Rivera, y con la fuga de sus líderes, explica su desastre: perdieron como progres lo que no supieron defender como simples españoles.

Robles no es progre, es de izquierdas, que es todavía peor, aunque pase por más respetable. Pero tiene claro que el problema principal es el nacional, no de clase. El PP de Madrid, y su vieja sucursal catalana, sierva del pujolismo salvo en la época de Vidal Quadras, sigue errando y errante.

Los tres errores para Ana Grau que suscribe Robles, son el pacto del Majestic Aznar-Pujol, el fiasco del PSC que resultó más nacionalista que Pujol, y el éxito de Ciudadanos que ya había acabado en fracaso cuando el PP se puso a hacerle la respiración artificial. Llegó Carrizosa, regente de la funeraria, y le quitó el cadáver, condición asumida por Adrián Vázquez. Es difícil, salvo en la campaña de "Verano azul", hacer peor negocio que el PP.

¿Cuál es el problema de fondo? No mantener un mismo discurso ideológico claro, al margen de las circunstancias y de las alianzas posibles o deseables. Por citar sólo a referentes del PP: el de Vidal Qadras, Cayetana y Alejandro Fernández, de oposición nada cordial al separatismo, sin hacer distinción entre Izquierdas y Derecha, porque en lo esencial son idénticos. Y ese discurso es el que llega a la base electoral del PP, Ciudadanos y Vox, que es exactamente la misma: la de la resistencia a la dictadura separatista.

Los detalles del pacto frustrado y la rendición del PP

Ahora que ha fenecido la posibilidad del pacto, que entregaba en bandeja la campaña a Vox, sabemos los detalles del mismo, que muestran la indigencia intelectual de los negociantes. No asumían las siglas de Ciudadanos, pero sí el horroroso corazón con las tres banderas, imagen perfecta del timo del trilingüismo, o timolingüismo, y regalaba a Vox la exclusiva de la bandera nacional, la que cuenta frente al enemigo común. Además, les daban tres puestos entre los doce primeros, de los once que les dan las encuestas, y dos en las listas europeas, para Vázquez y Poptcheva, no sabemos nada de Maite Pagaza.

Pero lo importante de esa negociación es el punto de partida de la otra parte, la naranja: cero escaños. En las catalanas y en las europeas: cero patatero, como el cosechado en todas partes. Si no es por un estúpido complejo de ilegitimidad ante los que los votantes ven como desertores y fracasados, no se explica tanta generosidad.

Para colmo, los bacterios de Génova 13 buscaban —y aún buscan— a un candidato "de amplio espectro", como los antibióticos, que atraiga a no se sabe quién: a Ciudadanos no le vota nadie; y el PSC, cuyos votos crecieron gracias a ERC, prueba de transversalidad, mantiene su línea separatista. Feijóo ha señalado que el PSC es el peor enemigo, pero ¿qué significa el cortejo a la novia cadáver de Ciudadanos sino el complejo ante el centro izquierda del PSC? Si Alejandro Fernández es insoportable para los cuarteles genoveses, haber pensado en Rivera y Arrimadas para hacer la campaña es una estupidez absoluta. Fantasías de un mundo anterior a Vox.

El voto está en PP, Vox y en los hartos de sectarismo

Conviene recordar que el PP tiene 3 escaños; Cs, 6; y Vox, 11. Las encuestas dan 11-13 al PP; 9-11 a Vox y 0 escaños, el 1% del voto, a Cs. ¿Con quién negociaba el PP salvo con sus fantasmas? Lo que correspondía a la gravedad del momento era ofrecer una alianza a Vox y a Ciudadanos, haciendo hincapié, naturalmente, en Vox, que tiene los escaños que le quitó al PP y alguno de los que no votaban y votaron al antiguo Vox, hoy muy disminuido. Con una excepción: Cataluña, donde los vaivenes y zigzagueos del PP le permiten mantener sus expectativas de voto. Sólo en Cataluña.

Lo urgente es crear un grupo parlamentario fuerte y español, o sea, PP y Vox, en el parlamento catalán, que vuelve a la república. Por tanto, aunque Vox haga, como en Madrid y Galicia, campaña contra el PP, en Cataluña el PP debe atacar a Sánchez y el separatismo, no a Vox. Y los que lo crean, lo votarán. Y los que no, no. Pero es más fácil que el PP recupere el voto perdido, hastiado o preocupado, sin hacer campaña contra Vox. El tiempo perdido con Ciudadanos era, en rigor, una campaña contra Vox, que ha acabado como el rosario de la aurora. ¿Ha aprendido alguien en el PP, empezando por su presidente, la amarga lección? Temo que no. Y no será porque la realidad no haya demostrado por enésima vez lo estúpido de sus complejos. Pero hay una Derecha que prefiere vivir en sus complejos antes que hacer frente a la dura realidad.

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