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España no puede financiar el terrorismo palestino

Con Sánchez al frente del Gobierno hay que perder toda esperanza de que nuestro país forme parte del bloque de democracias que defienden la libertad.

Los principales países de occidente suspendieron la ayuda financiera a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), tras conocerse la participación de varios de sus empleados en la masacre de judíos perpetrada el pasado 7 de octubre. Posteriores investigaciones realizadas por la propia ONU han acreditado la pertenencia activa de más de mil trabajadores de esta organización a bandas terroristas palestinas, principalmente Hamás. Ante esta situación, cualquier país con un mínimo de dignidad debería seguir el ejemplo de los principales actores internacionales como EEUU, Francia o Gran Bretaña y suspender la entrega de fondos a ese oscuro organismo, convertido en salvoconducto de terroristas para cometer con más eficacia sus salvajadas contra la población judía. Sánchez, sin embargo, ha decidido situar a España en el bando de los que van a seguir financiando a este instrumento internacional al servicio del terrorismo palestino.

El apoyo de la UNRWA a Hamás y la Yihad Islámica es un hecho suficientemente acreditado a lo largo del tiempo, pero es que la propia existencia de esa organización constituye un sinsentido que solo contribuye a fomentar la inestabilidad de la región donde opera, una de las más sensibles del planeta.

En efecto, la UNRWA es un mastodonte administrativo dedicado según sus estatutos a atender a unos seis millones de refugiados que, en realidad, no lo son. Y no lo son porque no residen en Jordania, Siria, Líbano, Gaza o Cisjordania de manera temporal tras haber sido desplazados de sus hogares como consecuencia de un conflicto, que es lo que implica el estatuto de refugiado, sino porque esos han sido, son y serán los hogares de sus antepasados y el suyo propio en el futuro, salvo que adopten la decisión de emigrar. No hay ningún otro grupo de refugiados en el mundo que tenga una organización de la ONU dedicada exclusivamente a su servicio, con un presupuesto de miles de millones de dólares cuyo destino, como mínimo, es más que dudoso.

Porque la UNRWA no solo contrata terroristas y pone sus instalaciones y medios al servicio del terror contra los judíos. Las más de 700 escuelas que gestionan sus funcionarios se han convertido en centros de adoctrinamiento infantil para el fomento de la judeofobia y de incitación a los niños a convertirse en terroristas suicidas, como han demostrado distintos estudios a la vista de los instrumentos pedagógicos que utilizan con los alumnos desde su más corta edad.

Lo mejor que podría hacer la ONU con ese chiringuito proterrorista es cerrarlo y destinar sus fondos a hacer llegar ayuda humanitaria directamente al pueblo palestino, la principal víctima de estas organizaciones pantalla, que utilizan su sufrimiento para enriquecer a sus dirigentes y seguir alimentando una inacabable espiral de terror.

España debería estar entre los países posicionados contra esta organización hasta que se produzca una limpieza a fondo de sus estructuras. Sánchez, por el contrario, no solo va a mantener el apoyo de España, sino que va a redoblar su aportación económica para compensar las pérdidas ocasionadas por la suspensión de la ayuda de los principales donantes.

Con Sánchez al frente del Gobierno hay que perder toda esperanza de que nuestro país forme parte del bloque de democracias que defienden la libertad y combaten el terror y los totalitarismos. Arrastrada en el interior a los pies de las organizaciones separatistas y valedora en el exterior de las peores dictaduras, somos una nación estrafalaria, dirigida por un personaje que instrumentaliza el poder para ponerlo al servicio de los peores delincuentes.

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