Si había algún español que no supiera de la existencia del ministro Puente, a estas horas ya sabrá que existe, porque nada motiva más para enterarse de la existencia de un ministro que saber que ha sido insultado y saber, sobre todo, cómo y de qué manera. Los ciudadanos que se interesen no tendrán que perderse en un sinfín de publicaciones distintas y dispersas, cosa que dificulta mucho la tarea. El propio ministro se ha encargado de facilitar el trabajo de exploración, al ordenar a su equipo ministerial que haga un recopilatorio de las lindezas que se han escrito sobre él y, esperamos, de las que vayan a escribirse. La laboriosidad del equipo del ministerio de Transportes es meritoria. Ha tenido que examinar las columnas de opinión publicadas en la prensa española entre el 26 de septiembre y el 1 de abril, que no serán pocas, para encontrar, en ese bosque tupido, los tesoros ocultos.
El tesorito son cien columnas que, según parece, ocupan la friolera de 195 folios, que es ya la extensión de un libro, pero que no va a haber que leer en su integridad. El ministro ha pensado en todo, incluso en el poco tiempo que tenemos para dedicar a estas diversiones. El abnegado equipo de Movilidad Sostenible ha preparado un resumen en el que figuran los insultos ("los insultos sin repetir", dice el ministro), que ocupa nada más que tres folios, cuya lectura se hace en un pispás a poco que uno se ponga. Además, hay tesoros de verdad, como "chapoteador de la gresca y el detritus", "destripaterrón a sueldo", "machaca del mal", "sicario del caos", "abominable hombre de la meseta" o "boceras del Gobierno, con buen relincho". Algunos recuerdan a los insultos que el inolvidable Ibáñez ponía en Mortadelo y Filemón. Posiblemente se encuentre ahí una de las fuentes de inspiración de los columnistas que han pasado a integrar la lista negra del ofendido ministro de la ofensa. Porque ofender, Puente ofende sin problemas. Pero, ay, si le ofenden a él.
El ministro de la ofensa considera de interés nacional la difusión de las lindezas que se le dedican, y tampoco es de extrañar. Puente no va a ser menos que Pedro Sánchez, que se presentó al cara a cara del 23-J armado con un tocho en el que figuraban, según dijo, los insultos que el PP había proferido contra él. Así que, de pronto, sacó los folios y empezó a leer ante un Feijóo que no daba crédito. Probablemente porque en sus muchos años en política no había asistido a nada igual. A fin de cuentas, venía del parlamento de Galicia, no de un patio de colegio. Pero se ve que los socialistas creen que para mantener a su electorado deben presentarse como víctimas: ellos, delicados como flores de invernadero y versallescos en los modales y la expresión, pisoteados por los brutos insultadores de la derecha. Y puede ser que victimizarse les favorezca. Pero sea como sea, los aficionados esperamos, en ascuas, la segunda entrega de los insultos al ministro Puente. Quien haya visto la primera, desea leer la segunda cuanto antes. A ver qué nuevas atrocidades se les han ocurrido a los malvados columnistas de la prensa.