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EDITORIAL

Sánchez, el 'guerracivilismo' en estado puro

Recurrir otra vez al comodín del franquismo es también una muestra de desesperación, de agotamiento y de falta de recursos políticos.

La profanación de los restos óseos en el Valle de los Caídos para mayor gloria de Pedro Sánchez muestra un inalcanzable nivel de degradación política y moral. Esas tenebrosas imágenes, el grotesco montaje con forenses trasladados para la ocasión y los cráneos, clavículas y fémures expuestos sin recato alguno suponen una indecencia mayúscula, una ofensa sin precedentes y un grave atentado contra la reconciliación nacional. Los huesos exhibidos corresponden además a soldados del bando franquista y a personas asesinadas en la retaguardia republicana, lo que aún resulta más ignominioso.

Esa impúdica representación de unos huesos que deberían reposar en paz, ese cuadro con Sánchez disfrazado de forense, la manipulación de los restos sólo para las fotografías, la siniestra ceremonia propagandística... Nada tiene sentido salvo para un presidente del Gobierno que ha perdido el rumbo y que trata de tapar un escándalo con otro. De ahí que para echar tierra sobre las informaciones que señalan inconvenientes relaciones empresariales de su esposa sea capaz de entrar a saco en un osario y desenterrar unas calaveras para hacerse una fotografía con ellas. Hasta ese nivel ha descendido.

Según ha denunciado el presidente de la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos, Pablo Linares, los forenses no llevan a cabo exhumación alguna desde el pasado mes de enero porque como se ha informado en Libertad Digital, el juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 10 de Madrid anuló la licencia de obras concedida por el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial para acceder a las criptas. De ahí que lo protagonizado por Sánchez no sea más que un burdo montaje. Es el mismo Linares quien destaca además de que del material gráfico difundido sobre la visita de Sánchez se infiere que el escenario es el primer piso de la Capilla del Santo Sepulcro, donde los columbarios corresponden en su gran mayoría a soldados del bando sublevado y a personas asesinadas en zona republicana.

La falta de respeto, de sensibilidad, de una mínima empatía por parte del líder socialista no es ninguna novedad, pero con este acto ha vuelto a superar una línea roja. Posar así, con ese cuajo, es siniestro, tenebroso y sumamente indiciario respecto a la ausencia de escrúpulos de Sánchez. Recurrir otra vez al comodín del franquismo es también una muestra de desesperación, de agotamiento, de falta de recursos políticos y de un programa que vaya más allá de resistir en el búnker de la Moncloa removiendo cadáveres si hace falta. Es el discurso del odio y el guerracivilismo sanchista.

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