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Emilio Campmany

Perdidos en el laberinto catalán

Que haya unas generales para antes de finales de año es cada vez más probable.

Que haya unas generales para antes de finales de año es cada vez más probable.
Desde que gobierna Pedro Sánchez la inflación ha subido un 18,97%, | Europa Press

A Cataluña le pasa con su Parlamento lo que al pueblo del relato de Cela con su tonto, que no tiene uno, sino dos. Está la asamblea que tiene todo el mundo, con su derecha, su izquierda y su extrema derecha y su extrema izquierda. Y luego tiene otra independentista con otras tantas derechas y otras tantas izquierdas. En total, ocho partidos. Para poder gobernar, hay que tener mayoría en los dos y, naturalmente, no hay forma de conseguirlo. Si alguna vez hay estabilidad es porque la supuesta izquierda constitucionalista hace trampas y se pasa a la de los soberanistas. Por eso, casi siempre todo lo decide esa izquierda falsamente españolista: o deja que los independentistas gobiernen o gobierna con ellos. El constitucionalismo de verdad no pinta nada, da igual que sea del PP, de Ciudadanos o de Vox, porque los nacionalistas cuentan con la traición de la izquierda teóricamente española para excluirlos de forma permanente. Desde este punto de vista, tiene razón Puigdemont. Sin contar los 26 votos de PP y Vox, los independentistas tienen mayoría de 61 a 48 y merecen en consecuencia gobernar. El PSC necesitaría para poder hacerlo resucitar al tripartito. Sin embargo, hoy hay un problema que en la época de Zapatero no había. Entonces, los nacionalistas todavía no se habían hecho golpistas. Hoy ya no se trata de aprobar un estatuto, por muy inconstitucional que sea, sino de independizarse directamente de España. Y eso, el PSOE no puede respaldarlo. Por lo tanto, salvo que Junqueras quiera posponer a mejores momentos la defensa de sus ideales independentistas y evitar que haya unas nuevas elecciones haciendo a Illa presidente, habrá en Cataluña convocatoria a las urnas para octubre.

Por otra parte, Puigdemont amnistiado no tendrá ningún incentivo para seguir apoyando a Sánchez, tanto si Illa es investido como si no, y ya no habrá forma de aprobar presupuestos para 2025. En tales condiciones, haya o no que repetir las catalanas, que lo más probable es que haya que hacerlo, a Sánchez no le cabrá otra que disolver las cámaras. Hacer coincidir las generales con las catalanas, que serían probablemente el 13 de octubre, sería una solución. Convocarlas después de las europeas para primeros de septiembre, otra, siempre que los resultados de éstas demuestran que hay un "efecto Illa" que aprovechar. E incluso podría Sánchez llamar a las urnas antes de que se aprobara la ley de amnistía, pincharle así a Puigdemont el globo y dejarlo fugado para los restos sin poder volver a España a hacer campaña en la repetición de las catalanas ni ser investido tras ellas. En cualquier caso, que haya unas generales para antes de finales de año es cada vez más probable, lo que hace especialmente meritorio el análisis de Casimiro García-Abadillo, escrito el sábado, 28 de abril, antes de que Sánchez confirmara que seguía, donde se preguntaba si la espantada no sería para eso, para convocar elecciones. Al César lo que es del César.

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