Las hordas tuiteras de la progresía se ceban con Yolanda Díaz, vicepresidenta y ministra de Trabajo del Gobierno de España. Son las cuentas que difunden las imágenes en las que la política gallega pega unos graciosos saltos al aproximarse a un conocido con el que se funde en un efusivo abracito. Pero los bots socialistas no dan abasto. El "a la mierda" de Díaz en la sesión de control de este miércoles se acumula a otras carpetas. Ojo a una de las últimas frases de la ministra: "La falta de transparencia del Gobierno de España es muy grave". Lo dijo en relación a los presuntos mil millones que Sánchez le ha prometido a Ucrania. Pero es que hay tantas "sentencias" que es imposible quedarse con una sola. He ahí ese "Palestina será libre desde el río hasta el mar" que ha congelado el infierno de las doce tribus de Israel.
¿Sabrá Yolanda Díaz lo que dice? No hay más que ver la cara de intenso esfuerzo intelectual que se le pone aunque esté leyendo para albergar serias dudas al respecto. La vicepresidenta lo pasa mal. Se nota cómo busca con la mirada la aprobación de la concurrencia, algún gesto que le confirme que va por buen camino, que no se equivoca cuando pide el exterminio del pueblo judío o su propia dimisión. En los medios ya hay intérpretes del yolandés-español. De ahí que se sepa que donde dice "transparencia" quiere decir que ella es más de Putin que de Zelensky.
La ultimísima hora es que Yolanda Díaz ha mandado a la mierda a Feijóo en el corral de la Pacheca de la carrera de San Jerónimo. Hombre, se nota que son paisanos. Tratamiento humanitario. Un biquiño a la salida, como al Garamendi de la patronal. Nada que ver con lo que nuestra vicepresidenta le desea a la ciudadanía israelí desde el río hasta el mar. Y ahí está. Yolanda. La elegida de Pablo Iglesias. Ni dimite ni se muere padre. En la bancada azul han dejado a propósito los micrófonos abiertos para hundirla aún más en el fango. Unos días le hacen el vacío y otros, como este miércoles, luz de gas. En el PSOE la usan como si fuera un trapo, un juguete roto. Es un abuso y no es agradable de ver por mucho que sea una presunta negacionista.