
Se comprende que el pacto de Estado para renovar, tras más de 2.000 días de bloqueo, la cúpula del Poder Judicial haya provocado algún sarpullido. ¿Pero no decían estos del PP que con Pedro Sánchez no se podía ir ni a la esquina? ¿Y viceversa? Pues con todas las reservas lógicas, el número de aliviados supera al de agraviados, lo mismo a derecha que a izquierda.
Quien esto firma ha probado las hieles (también algunas mieles) de la política en un partido pequeño, de nuevo cuño, y ahí aprendí una lección que no se me olvidará jamás: burro grande, ande o no ande. Los partidos sistémicos serán todo lo tóxicos y a veces hasta viciosos que se quiera. Pero conocen mejor el oficio. Tienen más, cómo decirlo: temor de Dios. Concepto arcaico que a lo mejor urge revisitar. ¿Y si es eso tan inefable y sutil lo que se nos ha ido gastando con el tiempo? ¿Y por eso crujen y duelen todas las articulaciones de la Transición?
¿Habrían sido posibles aquellos titánicos consensos sin el miedo (de unos y de otros…) a qué podía pasar si no se alcanzaban? Cuando veo el alegre cainismo que vuelve a estar de moda, me pregunto en qué momento se perdió el miedo a la izquierda dogmática que en cambio muchas personas siguen teniéndole religiosamente a la derecha extrema. La política española de los últimos lustros no se entiende sin ese daltonismo selectivo. Los semáforos en rojo atemorizan menos que los de cualquier otro color. Cuando la Historia es la que es, aquí y en todas partes. Hablábamos hace poco de Milei. Si fuera de izquierdas, le juzgarían valiente y audaz, no un ultra. Por las mismas que nos intentan convencer de que Julian Assange es periodista y valedor de la libertad de expresión. Si en lugar de hackear información clasificada de Estados Unidos lo hubiese hecho de Hamás, si hubiese filtrado un mapa de los túneles subterráneos en Gaza que se han tragado toda la ayuda humanitaria, ¿le llamarían héroe o rata sionista?
En fin. A lo que iba. Que un pacto de Estado entre PSOE y PP sobre la cúpula judicial, por imperfecto que sea, siempre es mejor que un bloqueo infinito, no digamos que un cambalache sobre el tema, qué sé yo, con Puigdemont o con Bildu.
Luego viene la letra pequeña. ¿No es triste pasar del análisis a la brujería, a eviscerar aves para ver si este pacto prefigura que la legislatura va para largo, o, todo lo contrario, que el adelanto electoral está al caer? Pues yo no voy a ser menos y también voy a rellenar mi quiniela. Yo apuesto a que en Cataluña ahora mismo estamos más cerca de un gobierno de Salvador Illa que de la repetición electoral. ¿Seguro al cien por cien? No. Pero hay más datos objetivos a favor de lo primero que de lo segundo, ruido aparte.
Si damos eso por bueno, también deberíamos enfriar las perspectivas de adelanto electoral en toda España. Alberto Núñez Feijoo intuyo que las está enfriando porque si no, igual no se mete en el jardín de pactar el fin de la agonía judicial con su archienemigo Sánchez.
Quien por cierto, genio y figura, bien que se cuidó de que, el mismo día que se anunciaba ese pacto, se consumaran tanto la amnistía del exconseller catalán de Interior que puso un Mosso d’Esquadra a hacer de escolta y chico para todo de Puigdemont (y al Mosso que se embolsó 50.000 eurazos públicos por el servicio), como la amnistía encubierta al expresidente socialista de Andalucía condenado por los ERE, José Antonio Griñán.
Último apunte sobre el temor de Dios. Si les sobra un poco y lo pueden mandar en camiones a Cataluña… Es que yo no ceso de preguntarme por qué es tan difícil, implanteable, y además inconcebible, no digo yo que PSC y PP vayan a pactar, Dios me libre de la hoguera herética, pero no sé, ponerse de acuerdo en algo. Sí, sí, ya sé que a los socialistas catalanes parece que les va de lujo cultivando su monocultivo de alianzas con independentistas y neocomunistas. Pero… ¿no se van a hartar? La cara de Salvador Illa estos días en la parrilla de San Lorenzo del hemiciclo catalán era todo un poema. Igual que la de Alejandro Fernández al ver que el pacto del Tinell sigue vigente y al PP no le ponen ni un plato en la Mesa siendo cuarta fuerza. ¿No convendría un poco de autocrítica general, y preguntarse algunos qué es más urgente, si echar a Sánchez o a Puigdemont? Oiga, es que si además resulta que no se hablan con Vox… yo no sé por dónde piensan salir del laberinto en el que todos los caminos llevan a la boca del Minotauro.