
Es lo que ocurre cuando se produce una aceleración insoportable y multiforme de la vida nacional, desde la política a la ética, desde la justicia a las costumbres, desde la comunicación a intimidad, tal vez intimidación, eso que causa temor íntimamente a algunos o muchos. ¿Cuál ha sido el papirotazo que ha puesto este carrusel desbocado en marcha? No creo que haya nadie que dude que la célula fango de esta metástasis desaforada se llama Begoña Gómez y sus insólitos movimientos empresariales y universitarios que dieron lugar a su investigación judicial.
Desde que su marido, el tierno y cariñoso Pedro Sánchez, se enteró nadie sabe cómo –si tenia confidentes en El País y conocía sus titulares antes de publicarse, quién puede extrañarse de algo—, de que el juez Peinado –del que espera Sánchez que no sea imparcial, o eso dijo en la SER—, la citaba a declarar en calidad de imputada por los presuntos delitos de tráfico de influencias y de corrupción privada. Por ahora.
El primero, contemplado en el artículo 429 del Código Penal, castiga al particular que influya "en un funcionario público o autoridad prevaliéndose de cualquier situación derivada de su relación personal con éste o con otro funcionario público o autoridad para conseguir una resolución que le pueda generar directa o indirectamente un beneficio económico para sí o para un tercero".
El delito de corrupción privada, artículo 286 bis del mismo Código, pena a quien "prometa, ofrezca o conceda a directivos, administradores, empleados o colaboradores de una empresa mercantil o de una sociedad, un beneficio o ventaja no justificados, de cualquier naturaleza, para ellos o para terceros, como contraprestación para que le favorezca indebidamente a él o a un tercero frente a otros en la adquisición o venta de mercancías, contratación de servicios o en las relaciones comerciales".
Citaré algunos nombres: Complutense, Aldama, Globalia, Barrabés, Air Europa. Hay más.
Cierto es que antes hubo otras circunstancias muy graves, desde el caso Delcy al caso Koldo o mascarillas con Salvador Illa de por medio, varios ministerios y, de nuevo, los amigos de la esposa del amantísimo presidente. Y cómo no, se agriaban el caso amnistía y el caso Poder Judicial. Pero tras la políticamente mortal imputación de Begoña, su marido se quitó de en medio durante cinco días con el amor como excusa aunque no logró dar la lástima necesaria a unos españoles que le impidieron, otra vez, ganar unas elecciones, en este caso las europeas.
Estamos a 2 de julio y, pase lo que pase el 5, día fijado para la declaración de la imprevisible Begoña Sánchez ante un juez al que el fiscal, su abogado y otros se empeñan en irritar (lo de los dos DNI ha ido de aurora boreal), su tierno cónyuge ya anunciado para el 17 de julio, qué fecha, lo que se conoce ya como la Ley Begoña, sería mejor Ley Decoña (democrática), para meter en cintura económica y legal a los medios, blogs, webs e influencers bulones, hostiles al sanchismo y su galería de monstruos políticos. ¿Acusación? Que inventan bulos, y les acusa el mayor mentiroso de todos los tiempos del Reino.
Diferénciese de los medios y demás entes buleros que son los que tienen bula presidencial y cobran de la publicidad institucional, dineros públicos generosos del Estado y de sus empresas públicas, a cambio de defender lo que sea, cómo sea y contra quién sea para que el gobierno de Pedro Sánchez se mantenga en el poder, único medio de seguir trincando. Seguro que la Ley Decoña se aplicará, aún no se sabe cómo, a medios como el nuestro, a pesar de que percibe 36 veces menos que otros afines al matrimonio monclovita. Por ello, se quiere obligar a los gobiernos autonómicos y municipales de otros partidos a que los castiguen limitando su autonomía.
Pues desde abril, se aceleró la fangoterapia socialista y cómo no sirvió de nada en las elecciones europeas, se volvió al caso del poder judicial que ha terminado en un pacto ante testigo europeo, que el PSOE negó al día siguiente. La gente se equivoca, como el Fiscal General con Isabel Díaz Ayuso. Luego se volvió a la Ley de Amnistía y se trató de que ¿Salvador? Illa gobernara en Cataluña. Pero nada. Puigdemont quería el sillón que Conde-Pumpido le había puesto a tiro.
El tiempo va corriendo y ahora, dos Jueces con mayúscula, dos, que no son de la "toga suya", revientan la ley de la Amnistía, dejan con el culo al aire a más de un toga-polvo del camino y les corean a los golpistas que no se librarán de la malversación ni de la desobediencia, de momento. El prófugo se ha despertado mientras zurce alianzas para forzar nuevas elecciones catalanas. El 5, día grande de Begoña, está ahí mismo pero el acelerador de partículas de fango parece escacharrado. Ojo, Ayuso. Tienen querencia por vos.
Si Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Europa casi toda y misma huele a reventón, ¿de qué nos extrañamos? Bueno, al menos, en casi todos los casos los reventones son electorales. Aquí no, porque elecciones, ¿para qué? Pues reventemos.
