
El mito del Parque Jurásico no pasa de ser una ficción cinematográfica: es imposible que pasados más de cincuenta millones de años se conserve ADN funcional de dinosaurios extinguidos, ni siquiera dentro del blindaje de las gotas de ámbar que se encuentran en el Báltico englobando insectos picadores, como mosquitos, que habrían sido capaces de mantenerlo en la sangre contenida en su aparato digestivo tras picar a los reptiles gigantes del mesozoico.
Con el ADN de especies extinguidas recientemente tampoco hay que fantasear demasiado, aunque en ese caso ya no estamos hablando de ciencia-ficción sino de proyectos de muy difícil abordaje, pero de indudable interés científico.
Del parque Jurásico al parque del Pleistoceno
Por mucho que progrese la Biología jamás asistiremos a un "parque jurásico" real, pero cada vez parece más verosímil imaginar "parques del pleistoceno", en los que puedan existir recreaciones, o al menos híbridos genéticos de tigres de dientes de sable, rinocerontes lanudos u osos de las cavernas. ¿Merece la pena?
Entre los científicos, y en particular entre paleontólogos y ecólogos, se imponen las voces que preferirían destinar los ingentes fondos económicos que requieren estas investigaciones a evitar la pérdida de biodiversidad que están sufriendo día a día la fauna y flora actuales, labor entorpecida por las dificultades económicas y sin duda muy importante, aunque menos espectacular que las futuribles "resurrecciones de seres extinguidos".
Volviendo al viejo sueño de las reconstrucciones de especies extinguidas, un descubrimiento reciente del científico y explorador sueco Loven Dalén, en el remoto pueblo ruso de Belaya Gora ha resucitado la fiebre imaginativa y ha saltado a las portadas de numerosas revistas científicas. Dalén encontró los restos de una hembra de mamut enterrados en el permafrost. O suelo congelado. ¿Es esto tan importante?
ADN con antigüedad de miles de años se viene obteniendo desde los años ochenta, no sólo de mamut, sino de otros muchos seres, algunos extinguidos, lo que tiene de extraordinario el hallazgo de Dalén es que, en este caso, se ha conservado la estructura tridimensional de alguno de los cromosomas, algo así como encontrar las páginas enteras de un incunable en lugar de sólo algún resto fragmentario de letras del mismo.
El mundo de los elefantes gozó de épocas prehistóricas de verdadera prosperidad y diversidad; en la actualidad se encuentra reducido a dos géneros, Elephas y Loxodonta, conocidos como elefantes asiáticos y africanos respectivamente. Para tratar de gestar el ADN del extinguido mamut sería más lógico recurrir a una hembra del primero de los géneros, bastante más parecido que el segundo a los gigantes lanudos extinguidos de la Siberia.
Si la biología consiguiera avanzar lo suficiente en estos terrenos, todavía fantásticos de la resurrección de especies extinguidas, la "lista de espera" es más que numerosa: seguimos extinguiendo especies a ritmo vertiginoso, y esperan congelados en las instituciones científicas los restos de los últimos vestigios de sus efectivos, como los del bucardo, cabra montés pirenaica cuyo postrero ejemplar murió abatido por la caída de un árbol hace solo unas décadas, o las pieles del tigre de Tasmania repartidas por los museos del mundo, entre ellos el Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.
¿Permiten las técnicas instrumentales biológicas de la actualidad obtener ADN viable de restos humanos remotos e incluso prehistóricos? ¿Podríamos dar nueva viva a Homos de especies diferentes a la nuestra, como el Homo antecessor o al Homo heidelbergensis , o, más reciente aún, a los restos genéticos conservados en las momias egipcias o precolombinas?
Es fácil que las especulaciones sobre estos temas, biológicos y "parabiológicos", alcancen popularidad y altas cotas de difusión, y no es extraño que vayan apareciendo empresas con presupuestos millonarios dedicadas a la financiación de proyectos genéticos fantasiosos; pero la biología actual debería ser lo suficientemente fascinante sólo con la difusión de tantas y tantas investigaciones destinadas a la lucha contra las enfermedades o el hambre, aunque exciten mucho menos la fantasía o el sensacionalismo.
La búsqueda del "Mamofante", que es el nombre que debería adjudicarse a los restos cromosómicos de mamut manipulados para su gestación por una elefanta actual, debería quedar por el momento en hibernación, como lo ha estado el propio cadáver momificado y congelado de la hembra de mamut encontrada el 3 de septiembre de 2018 en Belaya Gora por Love Dalén. El descubrimiento de los restos cromosómicos en tres dimensiones es verdaderamente importante, pero de aquí a imaginar cinematográficos "parques del Pleistoceno" poblados por criaturas resucitadas del pasado, media un verdadero abismo.
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales.
