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Hasta Lázaro un día ya no se levantó

Antes o después –esperemos por el bien de nuestra democracia que más antes que después– incluso Pedro Sánchez se quedará sin carambolas ni milagros.

Antes o después –esperemos por el bien de nuestra democracia que más antes que después– incluso Pedro Sánchez se quedará sin carambolas ni milagros.
Pedro Sanchez. | Europa Press

Este martes el Gobierno ha perdido en el Congreso dos votaciones de singular importancia: la de la reforma de la ley de extranjería y, quizá aún más relevante en el medio plazo, la del techo de gasto para 2025, que podría ser el primer paso para que en 2025 Sánchez y los suyos no logren aprobar los Presupuestos Generales del Estado, tal y como no han logrado aprobarlos en este 2024.

Es, más que nunca, un Gobierno que no gobierna. Hace otras cosas, sí, chanchullea, reparte millones, ataca a la oposición, a los medios y a la Justicia, pero gobernar, lo que se dice gobernar, no: pues no tiene, no puede tener, un calendario legislativo, que es la forma en la que se hace política desde el poder: legislando.

Muchos de ustedes, queridos lectores, me dirán que a Pedro Sánchez no le interesa ni le importa gobernar, mientras logre mantenerse en el poder. En buena parte tienen razón, pero yo creo que esa no es la cuestión: en esas condiciones el desgaste político es brutal e, incluso en caso tan especial como el de este Gobierno, este país y estos medios de comunicación –cualquier otro presidente en esas circunstancias ya habría aceptado la evidencia y no le habría quedado más remedio que convocar elecciones–, la situación acabará por ser insostenible.

Y es que, encima, esta debilidad parlamentaria no es el único problema de Sánchez y quizá ni siquiera sea el mayor: los escándalos de corrupción han llegado más arriba que nunca, al entorno íntimo del presidente del Gobierno, las revelaciones no parece que vayan a terminar y las investigaciones judiciales están yendo mucho más lejos y mucho más rápido de lo que todos habríamos imaginado al principio, sobre todo el propio inquilino de Moncloa.

No, no minusvaloro la capacidad del presidente para aguantar, para sobrevivir e incluso para resucitar, que ya nos ha demostrado que son, junto con un innegable arrojo, sus mayores virtudes políticas. También sé que juega con el tablero tremendamente inclinado a su favor: la doble vara de medir de los periodistas españoles ya es tan escandalosa que empieza a dar risa y es uno de los grandes motivos de descrédito de esta profesión.

Pero hasta Lázaro un día ya no se levantó de su tumba y, antes o después –esperemos por el bien de nuestra democracia que más antes que después– incluso Pedro Sánchez se quedará sin carambolas ni milagros.

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