Qué interesante todo lo que contaba y, sobre todo, cómo lo contaba. El hombre más educado y trabajador del mundo. Pulcro, bien aseado y casi siempre sonriente. Su trato amable y aquellos ojos verdes, potenciados con la combinación del atuendo, le hacían irresistible. Generaba paz y tranquilidad, su mirada era penetrante, transmitía tanto como la conversación, consiguiendo en conjunto una gran presencia.
No sabía que aún existieran hombres así, los hacía extintos después de algunas malas experiencias y por eso se mostró prudente. Estaba intrigada y algo confundida, no alcanzaba a entender que estuviera soltero. Se debatía entre la timidez y la contenida iniciativa, que no pareciera insinuación.
Claudia llegó huyendo de Venezuela hacía sólo unos meses. El caos y la criminalidad desatada por el socialismo en su país era ya insoportable. Su nación había sido destruida y con gran dolor alcanzó, aunque tardíamente, a comprenderlo. Creció en el seno de una familia trabajadora y hasta ahora, no sin enorme dificultad y esfuerzo, había conseguido sortear las penurias. Un intento de robo a punta de pistola y el secuestro de una vecina por parte de los matones del régimen le empujó a buscar su sitio en España. La lengua y cultura común, además de los amigos y familiares que antes se habían aventurado, debían ser aliados en la nueva etapa.
Lo que no pudo imaginar, ni esperaba, fue cruzarse tan pronto con alguien como él. Aquel cosquilleo típico del enamoramiento era tan emocionante como insoportable, pero creyó que Dios igual lo había puesto en su camino. Y por eso quiso saber más de él.
Se conocieron en un partido de baloncesto. A uno de sus conocidos alguien le habían dado entradas y ella aceptó con gusto la invitación. Llegaron pronto a los aledaños del estadio y hechas las presentaciones todo brotó con gran naturalidad. La simpatía de él y la coquetería caribeña y un tanto enigmática de ella presagiaban que sus destinos se unirían de alguna manera.
Aquella misma tarde-noche él empezó a rumiar que se arrepentiría toda la vida si no casaba con la recién llegada y aún desconocida. Ella estaba algo desconcertada porque creía haber encontrado el tipo de hombre con el que había soñado toda su vida. Aquella apariencia y personalidad por la que había confesado debilidad a sus amigas en las reuniones de chicas desde la adolescencia. Parecía tener todo lo que imaginó para construir un proyecto común, todo lo que también habían deseado para ella su madre y abuelas, a quienes tenía muy presentes todos los días de su vida.
No pudieron evitar soñar el uno con el otro ni verse viajando juntos, compartiendo momentos y recreando situaciones en común. Todas felices y muy estimulantes. Definitivamente, estaba ilusionada, le creyó un ángel caído del cielo. Él pidió a su amigo que por favor averiguase qué opinaba la chica nueva y cuando éste hizo el acercamiento se encontró con la misma pregunta.
Creo que sé lo que me quieres decir, pero es que a mí también me gusta. Le dijo sonriendo con sonrojo, acento maracucho y alguna expresión típica que el otro no alcanzó a comprender.
Quedaron a solas y empezó así una bonita historia de amor, de esas que apenas existen ya porque la tecnología, la mala educación y las ideologías todo lo están destruyendo. Ambos eran conscientes de esto. Fortalecía el interés del uno por el otro.
Aquella hermosa mujer de tez mestiza, más bien oscura, de sonrisa cálida y tan cariñoso trato no podía aún creer que hubiera encontrado su historia de amor y felicidad al otro lado del mundo. Todo parecía haberse alineado en su favor.
La relación fue de más en mejor. Había sucedido, se habían encontrado y todo tenía sentido. Juntos podrían conseguir lo que se propusieran. Estaban plenamente enamorados, tenían energía y ánimo de vivir y disfrutar.
Ella consiguió afianzar su posición en la empresa de comercio internacional de cacao, sector en el que ya tenía experiencia cualificada, él estaba muy valorado en el estudio de ingeniería y arquitectura. En poco más de un año habían alcanzado esa estabilidad que se logra gracias al trabajo y la dedicación. La joven que llegó asustadiza desde Zulia había pasado de los riesgos y peligros cotidianos, por qué negarlo, a una calma y tranquilidad que ansiaba. Estaba ya pensando incluso en tener hijos y la pequeña Verónica no tardó en llegar. Toda una bendición que hizo muy feliz a las familias de ambos lados del Atlántico.
Y después de la bendición de Verónica llegó otra inesperada. El socio-director del estudio de ingeniería había decidido que él se ocuparía de la sociedad tras su jubilación, que se esperaba en un par de años años. Ese día salió un poco antes para recoger a la bebé de la guardería y anunciarle a su mujer la buena nueva en el restaurante que había reservado para almorzar y celebrarlo.
Justo antes de entrar a por la pequeña paró un momento en el cajero automático para hacer una gestión, sacó el teléfono y al darse la vuelta encontró a tres jóvenes magrebíes que lo miraban amenazantes, cuchillo en mano…
Intenté defenderme, pero no pude hacer nada. Allí mismo fallecí desangrado. Fijé la mirada hacia la guardería buscando desesperadamente a mi hija, pero sólo alcancé a ver a viandantes alejándose atemorizados.
Las noticias titularon esa misma noche que unos jóvenes asaltaron a un directivo en el distrito empresarial de Madrid con resultado de muerte. Desde la Policía local y la Subdelegación del Gobierno pidieron a los responsables de la guardería no alarmar al resto de padres… Y madres.
No encontraron a los malhechores, pero hay un fiscal buscando concienzudamente delitos de odio en red.