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Emilio Campmany

La clave está en Zapatero

¿Qué saca Sánchez de la supervivencia del chavismo y de alentar la estrategia de Zapatero? La pregunta se responde sola.

¿Qué saca Sánchez de la supervivencia del chavismo y de alentar la estrategia de Zapatero? La pregunta se responde sola.
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero durante un mitin del PSOE en la campaña europea del mes de junio. | Cordon Press

Los socialistas ponen el grito en el cielo cuando son acusados de proteger al régimen chavista. Alegan el sinfín de exigencias que de boquilla le han hecho a Maduro. Incluso Borrell se mesa los cabellos y se rasga las vestiduras al ver al conductor de autobuses atribuirse la victoria en unas elecciones que perdió palmariamente. La última prueba de la inquebrantable oposición a la dictadura bolivariana se supone que es el asilo dado a Edmundo González Urrutia. Ahora, cuando el PP demanda al Gobierno que reconozca como presidente electo a quien ganó inequívocamente las elecciones, Albares recula y justifica su inaceptable actitud con un argumento aparentemente poderoso, el de que Sánchez ya reconoció como presidente legítimo a Juan Guaidó y la jugada resultó un fracaso.

Lo que no dice Albares es que el Gobierno español reconoció a Guaidó a regañadientes, que el valiente venezolano no había ganado unas elecciones, sino que fue reconocido como presidente interino por la Asamblea Nacional y que tanto Sánchez como Borrell se dedicaron a boicotear la idea con el argumento de que era de Trump. La prueba de este sabotaje surgió enseguida, cuando Sánchez se negó a reconocer como legítimo embajador de Venezuela a la persona nombrada por Guaidó y siguió entendiéndose con el plenipotenciario de Maduro. Alegaron que era para mantener abiertas las comunicaciones con el régimen. Luego, utilizaron esos canales para patrocinar, Borrell y él, una larguísima negociación destinada a que Maduro consintiera la celebración de unas elecciones. La mediación española pasó por todo, justificándolo con que al menos habría elecciones. Naturalmente, el régimen no dejó que se presentara nadie con nervio y sólo consintió celebrarlas cuando enfrente le pusieron a un diplomático retirado. A pesar del escaso carisma de Urrutia, la oposición barrió, pero, como cabía fácilmente esperar y Sánchez y Borrell sabían que ocurriría, Maduro dio un pucherazo y se proclamó vencedor. Y así, durante años, gracias a los socialistas españoles, el bolivarianismo ha podido seguir reprimiendo al pobre pueblo venezolano que, con estos amigos, para qué necesita enemigos.

Muchos son los que creen que los socialistas, especialmente Borrell y Sánchez, aun pecando de ingenuos, han obrado de buena fe. Deberían caer en la cuenta de que todo esto lo ha urdido José Luis Rodríguez Zapatero, del que no cabe dudar de su proximidad al chavismo. Su silencio ante el fraude resulta atronador e inequívocamente inculpatorio. ¿Por qué entonces, si tan inocentes son Sánchez y Borrell, no reniegan de las gestiones de su correligionario? No sólo, sino, ¿por qué las alaban? Por la sencilla razón de que se reparten los papeles, y unos hacen de policías buenos y el otro de policía malo, si bien con el mismo fin, proteger la supervivencia del régimen comunista de Venezuela. Y así, burla burlando, llevan ya casi diez años. Y lo que te rondaré.

Se comprende que Sánchez compre votos, de diputados y de electores, para poder seguir siendo presidente del Gobierno. Se comprende que haga populismo de la peor especie con nuestro dinero para ganarse el respaldo de los menos avisados. Pero, con lo de Venezuela, no se gana un solo apoyo, ya que los comunistas votan a Podemos y a Sumar. Al contrario, se arriesga a perder los de los socialistas genuinamente demócratas. Entonces, ¿qué saca Sánchez de la supervivencia del chavismo y de alentar la estrategia de Zapatero? La pregunta se responde sola.

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