Es vox populi, nunca mejor dicho, que los de Santiago Abascal están últimamente más preocupados por robarle electores al PP que por oponerse a Sánchez. La irrupción de un nuevo partido a su derecha en las elecciones europeas le ha hecho preguntarse si no se estará convirtiendo en derechita cobarde. Por otra parte, las encuestas auguran resultados mediocres, lo que obliga a pescar donde haya potenciales electores, que no puede ser otro que el río de Génova.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas cosas. El partido de Alvise triunfó en las europeas porque la relativa irrelevancia de éstas hace que muchos voten con las tripas en vez de con la cabeza. En segundo lugar, como enseña la experiencia francesa, el caladero natural de la extrema derecha es la antigua extrema izquierda, no el conservadurismo burgués. Muchos obreros perciben, quizá equivocadamente, que las políticas tradicionales les obligan a compartir sus derechos con los inmigrantes, que dificultan su acceso a la Sanidad, disminuyen la calidad de la Enseñanza, exigen congelar sus pensiones y les obligan a aceptar salarios más bajos, por decir sólo unas pocas cosas. Es ahí donde Abascal debería echar el anzuelo.
Puede haber otra explicación. Es asimismo vox populi que el partido ha ahuyentado a la poca materia gris que tenía, de modo que no puede extrañar que hagan tonterías. Sin embargo, son demasiadas. Han roto, sin justificarlo suficientemente, los Gobiernos de coalición que tenían con el PP en diversas comunidades autónomas, en una decisión traumática que ha dejado heridas difíciles de sanar. Y ahora se abstienen cuando se vota una moción contra la financiación singular de Cataluña bajo el pretexto absurdo de que en ella no se demanda la recuperación para la administración central de las competencias de sanidad, educación y no sé qué más cosas. Podría ser efectivamente así, que se hubieran vuelto tontos, si fuera la primera vez que le salvan el antifonario a Sánchez. Pero no lo es. Ya en otra ocasión le convalidaron un Real Decreto que permitía al presidente repartir los fondos de ayuda europeos a su capricho. Muy listos no son, pero no pueden ser tan mentecatos.
La clave de todo podría estar en otra decisión, también aparentemente estúpida, como fue la de integrarse en el grupo parlamentario europeo de Viktor Orbán. Allí se juntan todos los amigos de Putin. Y, sin embargo, había otra opción, la de unirse a Giorgia Meloni, amiga de Abascal, que triunfa en Italia y en Europa y podría ser un imán de votos para Vox. Pero, el partido ha preferido estar con los amigos del Kremlin, que es precisamente el gran protector internacional del secesionismo catalán. ¿Explica esto la abstención de ayer? Es muy difícil de creer. Pero, alguna razón habrá para que Abascal le guarde las espaldas a Sánchez en ocasiones tan sonadas y dirija luego toda su artillería contra Feijóo, que es precisamente el único con opciones de echar al ególatra de La Moncloa. El gato estará recluido en el Kremlin o en cualquier otro sitio, pero gato encerrado, hay.