Nadie duda a estas alturas de que la ley de amnistía se acabará aplicando. Las mayorías en el Tribunal Constitucional son las que son, y además ya existe el precedente de que este Alto Tribunal "dejó pasar" la malversación como una casa de los ERE al echar para atrás la condena a José Antonio Griñán. Entonces, la cascada de recursos sustanciados contra la norma, afectan menos al qué, que al cuándo. ¿Cuándo caerá esa breva que sobre todo Carles Puigdemont y Oriol Junqueras esperan como agua de mayo y, curiosamente, sus enemigos internos en sus propios partidos, también, aunque sea por motivos distintos?
Decíamos que nadie duda a estas alturas de la que ley de amnistía se acabará aplicando… mientras Pedro Sánchez esté en el poder, claro. El matiz no es poca cosa. Imaginemos que un eventual gobierno del PP va y deroga la ley. Si esta no se hubiese aplicado aún, veríamos en un pozo el gozo de los aspirantes a amnistiados. Pero si ya tuvieran la medida de gracia en el bolsillo, Santa Rita, Rita, Rita: nuestro ordenamiento jurídico impide echar el reloj de arena legislativo para atrás en perjuicio de quien ya se haya beneficiado de él. In dubio, pro reo.
De lo anterior es fácil deducir que todos los "amnistiables" tienen el mayor interés en que Sánchez siga donde está mientras no se resuelva "lo suyo". En Junts per Catalunya ya hacen cábalas: ¿podría ser en marzo del año que viene? Hasta entonces, por si acaso, el jefe técnico de la oposición en Cataluña será una especie de fantasma. La función quedará desdibujada entre Albert Batet y Mònica Sales, que harán turnos para cubrir la "vacante" de su "líder espiritual", Puigdemont, quien, si algo ha dejado claro, es que aquí no se le vuelve a ver el pelo mientras no le garanticen la impunidad total. Por las mismas que para hacerle presidente del partido, así sea telemáticamente, Laura Borràs y Jordi Turull jugarán al juego de las sillas con otros cargos orgánicos. Mientras el actual presidente del Parlamento catalán —y expreso del procés, ojo—, Josep Rull, se lo toma con filosofía y con calma. Total, sólo es la segunda autoridad de Cataluña y el cargo más visible y más prominente de su partido en un momento de aguda sequía institucional. El independentismo da hambre de poder, pero no se come.
¿Y en ERC, qué? Eso es "La sociedad de la nieve" por entregas. Oriol Junqueras tiene más enemigos internos que recambios, y la relación con el PSC empieza a recordar otra película, "Portero de noche" de Liliana Cavani. Psiquiátricamente es incluso apasionante esto de hacer presidente a Salvador Illa para luego no querer tener ningún cargo en su Administración, y poner palos en las ruedas a un pacto que estaba bastante hecho para entrar en el gobierno municipal de Barcelona de Jaume Collboni. Los Comuns de Ada Colau nunca cometen este error. Incluso con su lideresa cogiéndose un Erasmus, su idea de pasar a la "oposición" consiste en no soltar ni uno solo de los clavos ardiendo que les sujetan al poder, sobre todo de dar subvenciones a los amigos.
Con todo este edificante panorama, parece que hay bloqueo para rato, a muchos niveles, mientras la amnistía gotea como un reloj de arena desesperantemente lento para todos. Eso debe ser lo único en lo que están de acuerdo defensores y detractores de la ley. Sea cual sea la página que uno quiera pasar —del procés o de la actual correlación de fuerzas en España—, el tiempo ha dejado de ser oro para convertirse en plomo. Se da así el caso curioso de que cada recurso que el PP presenta contra esta ley retrasa en la práctica toda modificación sustancial en el actual tablero de mayorías. Unos y otros podrán "jugar" a hacerle perder votaciones a Sánchez. Pero ninguna verdaderamente lesiva o sustantiva. Ya verán.
Mientras no haya amnistía en la práctica, no sólo en el papel, ni Junts ni ERC se pueden permitir hacer caer al actual gobierno. Tampoco iniciar la jubilación de sus actuales y paralizantes líderes. Esa generación del procés que no se quiere ir a casa sin por lo menos una victoria moral. Se ahonda además la brecha entre esos partidos y el PP, por mucho que puedan entenderse o creer que se podrían llegar a entender en otros asuntos.
Nada más faltaba, en esta ecuación, el rápido envenenamiento de la cuestión venezolana. El agresivo movimiento de Nicolás Maduro haciendo detener a dos ciudadanos españoles acusados nada menos que de conspirar para "matar" chavistas ha descolocado a todo el mundo. Obligará a unos y otros a distraerse de lo esencial para atender este nuevo frente. Está claro que cuando el gato no está o no quiere estar por la labor, los ratones bailan. Todos ellos.