
¿Qué ha pasado en nuestras vidas para que una evocación tan casposa como "traidor" nos venga a la memoria para calificar al presidente de España? Nunca me pareció adjetivo adecuado. La dictadura abusó de ella para excluir a los disidentes a "su" patria. Los que sufrimos en vivo y directo aquellas secuelas se nos atragantó la calificación, pero ahora, en estas horas inciertas para España recurro al sustantivo "El Traidor" para pedir su procesamiento.
Vayamos a las causas. Hace unos días sentenciaba el notario catalán, Juan José López Burniol en El Confidencial: "La nación española se encuentra actualmente ante un riesgo existencial grave e inminente, que puede acarrear su ocaso y la destrucción de su Estado". Y exponía razones y evidencias. Tiene autoridad sobrada para ser tomado en serio. Él, junto al adjunto a la dirección de La Vanguardia, Enric Juliana, escribieron aquella amenaza conjunta de las "12 cabeceras de medios catalanes contra la sentencia del TC sobre el Estatut del 2006".
¿Debe ser tomado en serio? Por supuesto. Pero no a partir de "sus" datos selectivos, ni de sus consecuencias interesadas, sino de "todos" los ingredientes, incluida la vigencia de la Constitución, el imperio de la ley, y el derecho de una nación a ser respetada, si es necesario, por la violencia legítima del Estado.
Como buen equidistante exquisito del catalanismo nos cuela un relato interesado, donde carga las tintas del fin de España a la torpeza del Estado y disculpa los excesos del nacionalcatalanismo apelando a su capacidad para desestabilizar España.
El análisis, consecuencias y soluciones de esa desestabilización los desgrana en 9 puntos impecablemente bordados para que nos dejemos arrastrar a la aceptación, como mal menor, de todas las exigencias anticonstitucionales que ha venido exigiendo el nacionalismo... incluyendo "el derecho de autodeterminación, para facilitar la secesión de aquella comunidad que no acepte su pertenencia a un Estado federal simétrico, ya que ‘no se debe hacer camino con alguien que no quiera ir a tu lado’".
Para este viaje no hacían falta alforjas. No es la falsa manera que despliega para colar con vaselina el propósito, sino la impostura de pedir al PP que sume fuerzas con el PSOE de Pedro Sánchez para sacar adelante los presupuestos y todas las reformas sociales, judiciales y constitucionales que posibiliten un tránsito a la secesión sin aspavientos ni malas palabras. O sea, como ovejas al matadero.
Si la fuerza de sus argumentos reside en que el nacionalismo tiene hoy sobrada capacidad para desestabilizar España, ¿cómo se atreve a exigir al líder de la oposición Alberto Núñez Feijóo, concertar el suicidio de la nación con quién más ha hecho y está haciendo por destruirla? ¿O sea, con Pedro Sánchez? ¿Es preciso recordar que cuando el secesionismo estaba desacreditado en su propio ecosistema, lo resucitó Sánchez concediéndole legitimidad y bagaje?
Era pura sensatez democrática que PP y PSOE hubieran pactado mediante la abstención de uno o del otro, el gobierno de la lista más votada. Ahí se hubiera acabado este falso poder nacionalista que el notario Juan José López Burniol presenta para salvar España, acabando con ella. Pero Pedro Sánchez ni lo contempló; prefirió amodorrarse con todos sus enemigos, aún a costa de su existencia. Ahora ya es tarde, sobre todo si es para desmantelar una nación histórica y su Estado Social y Democrático de Derecho, y facilitar a sus enemigos el tránsito al feudalismo.
En una cosa tiene razón el notario: el nacionalismo catalán, efectivamente, es una patología feudalizante que puede desestabilizar España. Lo viene haciendo desde finales del XIX. De hecho, sus signos más visibles ya han contagiado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Si en Cataluña, desde Pujol hasta la fecha, ningún gobierno de la Generalitat respetó los derechos civiles de la mitad de sus ciudadanos, ni las leyes españolas que contradecían sus aspiraciones nacionalistas, en España, el Gobierno de Pedro Sánchez está colonizando las instituciones del Estado y erosionando la legitimidad democrática con parecidas consecuencias. Pero en este caso, a costa de la nación que el nacionalismo catalán quiere destruir. ¿Tonto de capirote o mafioso consumado?
¿Dónde está el crimen de Pedro Sánchez para merecer ser procesado por traidor? En los medios prevaricadores y en los fines bastardos que está desplegando como presidente de la nación para lograr el poder y conservarlo.
- Pactar con partidos legales, por muy enemigos que sean de España, no es prevaricar; hacerlo para lograr el poder personal a costa de los derechos de los ciudadanos y la existencia de la patria, sí.
- Otorgar la amnistía a los golpistas que pretendieron y siguen pretendiendo romper la nación, o desmantelar la capacidad del código penal para defenderla de sus enemigos podría justificarse democráticamente en nombre de un fin superior, como podría ser la convivencia, el borrón y cuenta nueva como medio de fortalecer la unidad quebrada, pero es una evidencia que no es ese el fin, sino lograr el poder personal. O, dicho de otro modo, en nombre de los intereses bastardos de un tirano, se pisotean los intereses de todos los ciudadanos, empezando por su derecho a disponer de la soberanía, que nadie, ni siquiera un presidente puede cuestionar, disponer para sí, o ponerla en riesgo.
- Cambiar el modelo de la fiscalización y distribución de la riqueza, cambiar el modelo del Estado de las Autonomías por uno federal o confederal, por ejemplo, son legales, otra cosa es que sea mejor o más justo. Pero aún con estas prevenciones, lo que no es admisible democráticamente es que se haga saltándose las reglas constitucionales y los valores democráticos para llevarla a tales fines. Para cambiar el modelo de Estado es preciso hacerlo modificando previamente la Constitución según plazos y reglas establecidos a tal fin, con la publicidad y el compromiso previo de los partidos a sus votantes en las campañas electorales, y manteniendo la coherencia debida entre los fines publicitados y los compromisos adquiridos. Nuevamente aquí prevarica Pedro Sánchez: ninguna de sus medidas atropelladas había sido anunciada previamente a sus posibles votantes, ninguna de sus promesas fue mantenida, mintió en los fines y miente a diario en los medios. Por ejemplo, el Cupo catalán, además de romper todos los fundamentos sociales de su partido, rompe la igualdad de todos los españoles y lejos de asentar la convivencia, la solivianta. Y como en las prevaricaciones anteriores, lo hace, no por el bien del Estado Social y Democrático de Derecho, ni por la cohesión de la nación, sino por su propio beneficio personal: la permanencia en el poder. ¿Habrá mayor traición en un General, que por salvar el culo, su vanidad o su vida, pacte con el enemigo la derrota de su patria mientras aquel le garantice por algún tiempo ventajas?
A todo eso se le llama fraude, estafa, pillaje. Y aunque no lo persiga la práctica política ni lo sancione buena parte de la ciudadanía, habríamos de concluir con Séneca que "lo que las leyes no prohíben, debería prohibirlo la honestidad". Y eso sí depende directamente de cada uno de nosotros.
