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Blues para B.G.

Despida al abogado y aléjese de quien le haya recomendado volver a hablar en público, si necesario fuera, divorcio mediante.

Despida al abogado y aléjese de quien le haya recomendado volver a hablar en público, si necesario fuera, divorcio mediante.
La Audiencia de Madrid decidirá sobre el futuro del 'caso Begoña Gómez' el próximo lunes. | LD / Agencias

Desde que Robert Johnson vendió su alma al demonio en un cruce de carreteras, el blues tiene algo de demoníaco. Pero éste quiere ser lo mejor intencionado posible por la ternura que inspira el personaje. El problema no es que B.G. tenga pocas luces, que a lo mejor no son tan escasas como a veces parecen. Ni que vaya de sobrada, que es muy probable que no sea más que consecuencia del inevitable contagio por pasar tantas horas junto a un tío tan engreído como su marido. Su tragedia es que está mal asesorada. Ya le dije un día que se llevara cuidado con la apropiación indebida. El tráfico de influencias y la corrupción en los negocios son delitos más etéreos, casi inaprensibles, algo gaseosos, que a menudo se escapan como humo de cigarro por entre los dedos de los jueces. Pero, la apropiación indebida es otra cosa. Ésta de la que la acusan ahora es casi de libro. ¿A quién se le ocurre registrar algo a su nombre sin ser suyo? Es más, ¿siendo palmariamente propiedad de otro? Quien le aconsejara hacer tal cosa, le quería toda clase de males. Aun así, puede que quien entonces le susurrara al oído fuera tan ignorante o más que ella y obrara de buena fe. Es improbable, pero posible.

Sin embargo, quien con toda seguridad está revelando la peor de las intenciones es quien le haya recomendado eliminar la página web de la empresa que ofrecía el programa indebidamente inscrito a su nombre. B.G. ya tiene un abogado y es de suponer que le habrá consultado antes de proceder así. Aunque sea socialista y, por tanto, ignaro, no puede el letrado desconocer que ese borrado puede conllevar la comisión de un cuarto delito de destrucción de pruebas. Uno que encima será inútil porque, en esta apropiación indebida, es mucho más relevante la inscripción en el registro de patentes que la oferta de lo sustraído en la web de la sociedad de B.G.

Y con todo, peor que sugerirle que eliminara la página web donde se prueba presuntamente el delito cometido, ha sido empujarle a que volviera a las presentaciones hueras, a exhibir a escarnio público su vaciedad inconsistente, para que se rían de ella aun más de lo que ya lo han hecho. Alguien, quién sabe si el malaje de su marido, la ha confundido. Le ha dicho que no tiene nada de qué avergonzarse, que no hay motivo para ocultarse y que debía dejarse grabar presentando el máster que todavía sobrevive, seguramente por poco tiempo, en la Complutense. Esto nos ha brindado la ocasión de volver a escuchar su insulsa verborrea y que la gente, inclemente y mala sombra, haya vuelto a burlarse.

Quiera Dios que B.G. escuche este blues antes de que haya que cantar otro aún más lúgubre, uno del género carcelario. Despida al abogado y aléjese de quien le haya recomendado volver a hablar en público, si necesario fuera, divorcio mediante. Y, cuando el infame la llame pichona e insista en manipularla, cántele lo de: Before You Accuse Me (Take a look into yourself).

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