En veinticuatro horas, el ABC ha publicado dos noticias sin relación aparente. La primera habla del arresto de dos agentes del CNI por compartir secretos con otro servicio que tal vez sea la CIA. La segunda da cuenta de la presencia de Zapatero junto a Santos Cerdán en las negociaciones con Puigdemont en Suiza. Una añade poco a lo que supimos cuando se produjeron las detenciones, allá por septiembre del año pasado. Otra resulta novedosa porque creíamos que a lo único a lo que se dedicaba ZP era a servir al régimen chavista y no sabíamos que también celestineaba en la coyunda del PSOE con Junts. ¿Cuál es la relación entre ambas?
El agente de alto rango que está en prisión preventiva vendía a la CIA lo que el CNI tuviera de Rusia. ¿Qué información había en la Casa que ignorara la Agencia? Langley está al tanto hasta de la marca del vodka que sirve Putin a sus amantes. Pero, lo que quizá no sepa y quiera saber es la clase de relaciones que nuestro Gobierno tiene con Moscú. Más allá de que compramos más gas ruso líquido que nadie en Europa y nuestra ayuda a Ucrania no pasa de las buenas palabras, se da la circunstancia de que asesinaron en febrero a un desertor ruso, Maxim Kuzminov, en Villajoyosa y la Policía española no acierta a averiguar nada. Y eso, a pesar de que todo apunta a sicarios del Kremlin como prueba la publicación de un cómic en Moscú celebrando la hazaña. Mientras, Scotland Yard ha sido capaz de identificar a quienes intentaron asesinar al agente desertor Serguéi Skripal y a su hija en Salisbury. De hecho, se sabe que quien ideó el plan fue Denis Sergeev, agente del GRU, que por cierto apareció también en Barcelona poco antes del intento de golpe de Estado catalanista. Lo nuestro, ¿qué es? ¿Incompetencia o negligencia culpable?
Por otra parte, Zapatero, partidario de que Lukoil se hiciera con Repsol cuando era presidente del Gobierno, aparece en Suiza para negociar con Junts, no ya ahora, que es cuando lo hemos sabido, sino desde el inicio. El principal asesor de Puigdemont es Gonzalo Boye, abogado a su vez del espía Pablo González, lo que sugiere que él también trabaja para el Kremlin. La probable condición de agente ruso de Boye no puede ser ignorada ni por Sánchez ni por Zapatero ya que, si es conocida por los medios españoles, mucho más lo será por el CNI. Y, sin embargo, ambos, presidente y expresidente, negocian con el abogado de origen chileno condenado en su día por terrorismo las cesiones que harán, además de las que ya han hecho, para mantener al PSOE en el poder. Quizá Washington quiera saber qué sabe el CNI acerca de la posible interferencia del Kremlin en la democracia española a través de la influencia de Boye en Junts.
Ahora pongamos como loca hipótesis que Zapatero fuera un agente del Kremlin con el encargo de desestabilizar la democracia española, la más débil de los grandes países de la Unión Europea. Y empiezan a cuadrar un montón de cosas. Además de su alineación con el régimen de Maduro y su presencia en Suiza, se entenderían mejor: desde la negociación con ETA, hasta el impulso al inconstitucional estatuto que aprobara el Parlamento de Cataluña; desde el modo en que llegó a la presidencia hasta la Alianza de Civilizaciones; desde la liquidación de la relación cuasi especial que Aznar selló con Estados Unidos hasta la salida de Irak. No lo será, pero cada vez lo parece más.