
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha reaccionado tarde y mal ante la gota fría que ha arrasado gran parte de Valencia y zonas de Castilla-La Mancha y Andalucía. Tras una primera fase de pavorosa pasividad la primera respuesta de Sánchez fue abrir una campaña de acoso y derribo contra el presidente de la Generalidad valenciana, Carlos Mazón, campaña en la que ha contado con la colaboración de algunas de las consejeras del gobierno autonómico. Se trataba de tapar la falta de reflejos del Gobierno de España, la ausencia de un mando que asumiera la responsabilidad de coordinar la reacción ante la catástrofe, mantuviera el orden, garantizara la seguridad y las propiedades de las personas y canalizara las ayudas.
Todo eso era una tarea que debería haber acometido el Ejecutivo central, pero ni la ministra de Defensa, Margarita Robles, ni el de Interior, Fernando Grande-Marlaska estuvieron a la altura de las circunstancias. Tampoco la vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha hecho nada a pesar de que gran parte de la responsabilidad de las previsiones meteorológicas, las alarmas y el adecuado mantenimiento de las infraestructuras hidráulicas son de su estricta competencia.
El Gobierno ha optado por el "relato" contra Mazón y la "narrativa" de la emergencia climática en vez de proceder con una diligencia que habría salvado vidas. Las excusas del jefe de la Unidad Militar de Emergencias (UME) sobre los protocolos de actuación evidencian el colapso de un Gobierno empecinado en erosionar al propio Estado. Y primero la competencia correspondía al Gobierno valenciano. Recordarán la frase: "Si necesitan más recursos, que los pidan". Después, aquel "yo estoy bien" tras negarse a dar la cara como sí hizo el Rey mientras sigue abierto el recuento de cadáveres y la búsqueda de desaparecidos. Y ahora pretende atribuir toda la desgracia de Valencia a un cambio climático contra el que se dispone a luchar a brazo partido en la cumbre del clima que se celebra en Azerbaiyán el próximo día 11. La cita le servirá para sortear la sesión de control en el Congreso, para presentarse ante la opinión pública como un dirigente consciente de los retos climáticos y, sobre todo, para tapar con la excusa de la "emergencia planetaria" su terrible incompetencia y su nula empatía con los valencianos. El mismo sujeto que alude a esa "emergencia planetaria" es el mismo que se negó a declarar la emergencia nacional en un intento por eludir sus responsabilidades.
Pero esta gota fría tiene que ver con el concepto de cambio climático lo mismo que la gran riada de Valencia del año 1957, las riadas de Sabadell y Tarrasa de 1962, la riada de Murcia de 1973, la pantanada de Tous en 1982 o la gota fría de Bilbao en agosto de 1983. Antes de utilizar esa excusa convendría atender otros factores, como la descoordinación en el Estado autonómico, la mezquindad del Gobierno sanchista y la delirante política de destruir presas y pantanos para recuperar el cauce "natural" de los ríos, un auténtico disparate que se cobra vidas humanas sacrificadas en aras de un ecologismo ciego, cerril y criminal.
Que Sánchez pretenda captar el foco en la cumbre del clima con la tragedia de Valencia explica al personaje tan bien como su huida de Paiporta. "El cambio climático mata", ha declarado Sánchez. Y la inutilidad de su Gobierno, también. Ese aprovechamiento político de la desgracia es una de las características más acusadas del sanchismo. Recuérdese al efecto la anotación de la ministra de Igualdad, Ana Redondo. "Ahora es nuestro momento", escribió a mano la señora Redondo. El momento de las víctimas todavía no ha llegado.


