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Sánchez y su caos

Cuando el Estado de derecho depende de la decisión de un sujeto que no cree en él, entonces la tragedia está asegurada.

Cuando el Estado de derecho depende de la decisión de un sujeto que no cree en él, entonces la tragedia está asegurada.
Pedro Sanchez en la COP | EFE

Soy de los que piensan que la política no es lo contrario de la moral, pero nunca se puede reducir a moral. Quizá por eso apenas me interesan las "convicciones políticas" de muchos académicos y escritores españoles que no pasan de ser actitudes morales. Respetable es, sin duda alguna, el moralismo de ese personal siempre que se reconozca su absoluta irrelevancia para entender el desastre de la política española. La situación caótica de España requiere de análisis estrictamente políticos, es decir, hemos de repetir y explicar lo obvio de la tragedia de España: Sánchez es el principal culpable de la nefasta gestión de la catástrofe de Valencia, la última clave para entender la quiebra de uno de los fundamentos de la democracia: el Estado de derecho. Sí, desde el momento que Sánchez renunció a dirigir y gestionar la catástrofe de Valencia, provocada por la la gota fría, el Estado de derecho quedó en suspenso, o sea, dependiente de su voluntad. De su irracional decisión.

No hay justicia, en efecto, porque Sánchez ha dejado en suspenso la ley que le obliga a ponerse al frente de la reconstrucción de lo destruido por la feraz naturaleza. El Estado de derecho como algo acabado, es decir, como leyes que se aplican no pudo entrar en funcionamiento, porque Sánchez no quiso declarar el Estado de alarma en nivel 3. He ahí su primera falta política y moral. Él sabía que mientras no se reconociese el Estado de alarma de nivel 3, nadie podría aplicar la ley que le obliga a dirigir la crisis. El Estado de derecho no ha entrado en funcionamiento, sencillamente, porque él no ha querido. Así de sencilla es la cosa. La explicación está al alcance cualquiera que no ponga la carreta delante de los bueyes.

Lo sucedido en Valencia es de tal gravedad que requería haberse declarado de forma inmediata el Estado de alarma en el nivel 3, pero no lo decretó, naturalmente, porque no quería correr con sus responsabilidades, perfectamente reguladas por el Real Decreto 1150/2021, subsidiario de la Ley de 2015 que integra la Seguridad Nacional "bajo la dirección del Presidente del Gobierno y la responsabilidad del Gobierno", además se aprobó una nueva Estrategia de Seguridad Nacional, reforzando aún más la orden que el propio Sánchez aprobara en 2019 con su Consejo de Seguridad Nacional por el que se integra la Protección Civil en el Sistema de Seguridad Nacional…, en fin, sobra legislación para justificar que el presidente del Gobierno de España es el primer responsable para dirigir el Estado de Alarma. ¿Por qué no decretó Sánchez el Estado de Alarma? Por eludir sus responsabilidades, sí, pero sobre todo por que le dio la gana. Hizo un acto de ostentación de fuerza. De dictadorzuelo. No tenía ninguna voluntad política de que funcionara el Estado de derecho. El Derecho trae orden, pero él necesita caos y más caos.

Cuando el Estado de derecho depende de la decisión de un sujeto que no cree en él, entonces la tragedia está asegurada. Es obvio que Sánchez es un experto en crear caos, mientras tenga un voto más que la Oposición en el Congreso de los Diputados. Por encima de toda la mediocridad política que le rodea, sabe que no hay peor mal que dejar en suspenso el funcionamiento de la ley. Así las cosas, la pregunta es pertinente: ¿existe el Estado de derecho en España? Sí, pero no está en funcionamiento. Está, repitámoslo las veces que haga falta, en suspenso. En el caso de Valencia estamos ante la decisión de un dictador de libro. Hace del Estado de derecho mala retórica. Hoy en España el Estado de derecho es tan retórico y vació como el Poder legislativo para controlar las barbaries del Ejecutivo… Me temo que nadie conseguirá juzgar a este individuo, mientras que el Poder Judicial no adquiera otro nombre, a saber, Auctoritas. Un imposible. Ni aunque resucitase Montesquieu se atrevería a llamarle así. El maestro francés no rectificaría su gran error. Mientras viva Sánchez, los poderes Judicial y Legislativo dependerán de su real voluntad. Los secuaces que le siguen se cuentan por centenares. Están en todas las instituciones del Estado y, además, reparten carnets de buen juicio. Y, mientras tanto, mientras Sánchez hace del Derecho mangas y capirotes, la España de los moralistas sigue pidiendo la cabeza de Carlos Mazón.

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