El hermano del presidente del Gobierno, de nombre David Sánchez aunque por lo visto él se hacía llamar David Azagra, va a desfilar por el juzgado tal y como también ha desfilado la mujer del presidente, es decir, en calidad de imputado.
La lista de presuntas transgresiones del Código Penal es de las que generan la expectativa de una buena temporada a la sombra: delitos contra la Administración Pública, la Hacienda Pública, malversación, prevaricación y tráfico de influencias. Ahí es nada.
Como se dice en las redes sociales y otros antros de vicio y perversión: vosotros sois muy jóvenes y no recordaréis la que se montó en este país por una operación perfectamente legal de otro hermano, en este caso el de Isabel Díaz Ayuso, pero creo que, perdonadme de nuevo la frase hecha, se ha quedado una tarde preciosa para recordarlo y, sobre todo, hacer algunas pertinentes comparaciones.
Porque visto el escándalo que se generó entonces por algo que era perfectamente legal y en lo que la Justicia no vio ni sombra de delito ni en España ni en Europa; visto como Pedro Sánchez, hermano y esposo de imputados, sigue usándolo en sede parlamentaria; vista la reacción fulminante no sólo del PSOE sino también de los demás partidos de izquierdas; vista la santa indignación de todos esos medios de comunicación que ahora hablan de bulos, fango y cacería judicial… ¿os imagináis cómo estaríamos si David Sánchez fuese David Ayuso?
Hagamos el ejercicio: La Sexta tendría un especial de 24 horas en el que Ferreras y su mujer se irían dando relevos como los pilotos de Le Mans, mientras otros periodistas de izquierdas lanzarían cataratas de ceniza sobre sus cabezas en riguroso directo y algunos presuntamente de derechas pedirían explicaciones e incluso dimisiones "por decencia democrática". El País no tendría suficientes portadas ni bastantes "mundos en vilo" para dedicarle a la cuestión. La prensa catalana miraría el asunto con la indignación democrática que corresponde, pero también con un matiz de ironía, porque ya se sabe que estas cosas pasan en Madrit, pero no en la Catalunya millenària y europeísima. Escolar, por último, lanzaría una campaña para suscriptores y anunciantes de cara a obtener los fondos necesarios para luchar por la democracia en serio riesgo.
El PSOE y todos sus satélites tendrían siete comisiones de investigación en marcha a las que habrían ido a declarar Ayuso, su hermano, Miguel Ángel Rodríguez, Feijóo, Rajoy, Aguirre y su perro, Aznar, Cospedal, la señora de la limpieza de Génova, dos amigos de la infancia de la presidenta de Madrid, un señor de Lugo que se hizo una foto un día en el kilómetro 0 de Sol, Nacho Cano, la becaria mexicana, Almeida, el decano de la Complutense, Pablo Iglesias y la Terremoto de Alcorcón.
Tendríamos plenos monográficos en el Congreso, la Asamblea de Madrid, la Academia de Ingeniería y la asociación del Padre Ángel. Sería insoportable vivir con esa corrupción, las instituciones estarían en peligro, el prestigio de la universidad por los suelos y la bolsa a la baja. Los socios del PSOE no saldrían de su asombro y la histeria recorrería los bancos parlamentarios, Yolanda Díaz lograría hilvanar tres indignadas frases seguidas mientras Ione Belarra tendría tal cabreo que la niña del exorcista parecería Heidi a su lado. El separatismo bufaría, Rufián se tiraría de sus abundantes e incipientemente canos pelos, al PNV se le caería el monóculo de la sorpresa en cada sesión y a Mertxe Aizpurúa se le pondría cara de buena persona. Bueno, vale, en eso último quizá exagero un poco.
Las calles arderían que ríete de las Fallas: las manifestaciones se sucederían un fin de semana sí y el otro también, 748.000 coordinadoras y otras tantas asociaciones de vecinos convocarían 14 columnas que convergerían sobre Madrid. No quedaría un contenedor con vida y la indignación popular acabaría, indefectiblemente, generando oleadas de disturbios que, por supuesto, sólo tendrían una responsable: Isabel Díaz Ayuso y su negativa a dimitir pese al escándalo. Y lo peor de todo: habría una batucada eterna recorriendo la capital poniendo una gota de concienciada alegría como guinda a tanta indignación de la mayoría social.
Sin embargo, y por suerte para todos, David Sánchez es Sánchez, o como mucho Azagra, pero no Ayuso, así que no se preocupen ustedes que todo son bulos, hay presunción de inocencia y, si en un momento dado le condenan por algo, pues culpamos a los jueces y pelillos a la mar. No pasa nada, circulen.