Mientras Sánchez ponía de vuelta y media a Mazón –sin nombrarlo– y profetizaba sobre las diez plagas del cambio climático, buena parte de los diputados del PP escuchaba a Víctor de Aldama asegurar en la emisora de los obispos que su "declaración es totalmente cierta" y que "hay pruebas más que suficientes, por menos de esto recuerdo que al señor Rajoy se le hizo una moción de censura". En el hemiciclo, a Miguel Tellado se le vio con los cascos puestos. Y a Cayetana Álvarez de Toledo. Y a Elías Bendodo. Y a ningún diputado socialista. El argumentario del Sinaí, o sea, Ferraz, 70, reza que al comisionista no se le escucha porque no existe: son los bulos. Y ay de aquel que ose quebrantarlo.
El presidente se plantó en el Congreso un mes después de que un Diluvio criminal arrasara Valencia y Letur y se cobrara la vida de, al menos, 229 personas. Con su habitual faz de hormigón, pero más ojeroso que de costumbre, Sánchez se aplaudió a sí mismo durante cuarenta minutos, defendiendo que "los organismos dependientes del Gobierno de España cumplieron con su deber y decir lo contrario es negar la evidencia", tildando de "titánico" el esfuerzo del Ejecutivo y anunciando un nuevo paquete de 60 medidas por 2.264 millones de euros. El macho alfa de la Moncloa puso en la mirilla al presidente de la Generalidad y aseguró que habrá tiempo para analizar las "negligencias y depurar responsabilidades". "Los responsables tendrán que asumir su culpa", mas no ahora, "mientras siga habiendo personas desaparecidas, garajes inundados y negocios con la persiana bajada". ¿Cuándo, entonces? Igual en la próxima campaña electoral. Mientras tanto, Aldama seguía con su canto gregoriano: "Me llama delincuente un señor que tiene a su mujer imputada, a su hermano imputado, a su segundo del Gobierno imputado y no dimite".
Acto seguido, Alberto Núñez Feijóo arrancó pidiendo "perdón a quienes creen que la política no ha estado a la altura", especialmente en el Congreso, donde "la única urgencia de sus señorías –el Gobierno y sus socios– fue la Radio Televisión Española. El primer presidente del PP que acude a un congreso de UGT estuvo bien este miércoles, contundente, yendo al grano, disparando a la barriga, no a las nubes: "Usted no debería estar aquí. Llega tarde y lo hace para cubrirse de toda la peste de mentiras y corrupción que le rodea", "para esconderse de los casos de corrupción que llevan su nombre".
"Por respeto a las víctimas", Feijóo centró su debate en la riada: le afeó a Sánchez su "falta de humanidad", recordó que el Gobierno "no reaccionó hasta las once de la noche" y que "se dedicaron a pagar publicidad en redes para desprestigiar al Gobierno autonómico mientras buscaban a los muertos", y le reprochó a Marlaska que no declarara la emergencia nacional "por un maniqueo cálculo político". Según el líder de la oposición, si fuera presidente, "hubiese declarado la emergencia nacional, no hubiese escatimado medios, no hubiese esperado que me pidieran ayuda, no hubiese dejado solos a los Reyes de España y no les hubiese dicho a los valencianos: 'Yo estoy bien'". Concluyendo, le pidió al marido de Begoña que dimita porque "su agonía judicial y legislativa le ocupa todo el tiempo": "Déjelo ya. Los españoles merecen una alternativa que esté solo a su servicio y la tendrán sin que tengan que pedirla".
Cuando Abascal tomó la palabra, se dieron el piro todos los ministros de Sumar, salvo Sira Rego y Yolanda Díaz, y los diputados de Podemos. El líder de Vox no hizo prisioneros: "Todos los que le arrojaron barro le estaban arrojando el lodo Pedro Sánchez, el lodo asesino de Valencia, su propio lodo". Afirmó que, cuando dependa de su partido, "todas las víctimas de Sánchez que ahora son perseguidas y detenidas serán resarcidas e indultadas"; denunció que el presidente del Gobierno "trató de aprovechar la tragedia que él mismo y sus políticas climáticas han acabado desencadenando" y le dio un palito a Feijóo por acudir al "acto ugetista del bipartidismo": "Rompan todos los pactos con el PSOE en España y en Europa y nosotros le daremos la bienvenida".
En la tribuna de invitados, a eso de las doce y cuarto, mientras Patxi López machacaba al voxero Mariscal por su burda apología del franquismo, dos mujeres dormían la siesta. Pocas fueron.
Segundo acto: Mazón es nombre de cuchillo
En la réplica, Sánchez se valió de Mazón para ensañarse con Feijóo. El presidente del Gobierno, como el jefe de la oposición, sabe que el del presidente de la Generalidad es nombre de cuchillo y, durante una perorata constrictora que superó en duración a la inicial, animó a "destituir entre todos al principal responsable de esta catástrofe". Acusó al líder del PP de "mentir para cubrir las vergüenzas del PP valenciano", criticó su doble vara de medir por "apoyar al señor Mazón y, al mismo tiempo, echarle a los pies de los caballos pidiendo al Gobierno de España que eleve al nivel 3 la emergencia nacional" y le reprochó que no le exigiera "que explique dónde estuvo esas cuatro horas que permaneció incomunicado". Ensimismado por un éxtasis como bolivariano, llegó a decir que Feijóo y Abascal "son un peligro", aunque desató la carcajada de la jornada al asegurar que la derecha tiene "un concepto muy patrimonialista del Estado que les hace pensar que tienen derecho a usar las instituciones en beneficio de sus familiares y de sus amiguetes". Como dijo ese paisano de Zorrilla y de Delibes que responde al nombre de Óscar Puente, qué "puto amo".
Por su parte, el presidente del PP lamentó que hablara "más de mí en la réplica que del pueblo valenciano", recuperó aquella entrevista de 2014 en la que Sánchez proponía "que desapareciera el Ministerio de Defensa" y hurgó en la herida de Begoña: "Ser presidente no es subirse al Falcon ni hacer negocios desde la Moncloa". El ministro Óscar López le exigía a Armengol, desesperado, que silenciara el micro del líder de la oposición por haber superado en cuatro minutos su tiempo de intervención. Cuando, en pasillos, los periodistas le preguntaron por el quilombo del fiscal y de Lobato, huyó alegando: "Sólo Valencia, sólo Valencia".