
Los partidos golpistas no van a dejar caer a Pedro Sánchez aunque le salga la corrupción por las orejas si no es que le sale ya. Que pierda toda esperanza Alberto Núñez Feijóo de alistar a los separatistas de Junts a la causa de tumbar al presidente del Gobierno. Por mucho que le jaleen en el Círculo Ecuestre, el Círculo de Economía y el Círculo de recolectores de setas, el PP no es opción para las élites indígenas.
La historia oficial del separatismo sostiene que el llamado procés es fruto de la recogida de firmas del PP de Rajoy contra el Estatuto catalán y su posterior negativa a pactar una nueva financiación con ese fenómeno del desahogo que responde al nombre de Artur Mas, ejemplo esférico del catalán irresponsable por encima incluso de Carles Puigdemont.
Con esas piedras comulga con gusto la burguesía catalana, especializada en eludir las consecuencias de sus frívolas gamberradas. La culpa siempre es de España en general y de Madrid en particular, una ciudad que les fascina y de la que creen saberlo todo. Feijóo no debería confundir el educado asentimiento que encuentran sus conferencias barcelonesas con un beneplácito tácito. Es pura hipocresía. Que no desentone en la Barcelona de los casinos no significa lo que él cree por mucho que se empecine en el "bilingüismo cordial".
En el discurso, relato o narrativa independentista lo que le está ocurriendo ahora a Sánchez es lo mismo que el PP-PSOE o al revés desató contra ellos para acabar por la vía rápida con la república catalana. Hasta los atentados islamistas de las Ramblas y Cambrils les imputan mientras tapan discretamente que la célula terrorista nació, creció y salió de Ripoll, en la Cataluña más catalana. De ahí lo de Sílvia Orriols, la actual alcaldesa de ese municipio. Y es que la última sensación del separatismo no ha florecido por ser más auténtica que el beato Junqueras o el estilita de Waterloo, sino por lo que el PSC, Junts, ERC, la CUP y los Comunes más todos sus satélites y medios callan sobre esos atentados o sobre el hecho de que en Cataluña haya la mayor concentración de mezquitas salafistas de España.
La "operación Pujol" es otro de esos ejemplos de "lawfare" a los que alude el independentismo en los crecientes homenajes al patriarca nacionalista. Es en lo único que coinciden Junts y ERC, enfrentados sin cuartel como demuestran cada vez que pueden Míriam Nogueras (la voz de Puigdemont) y Gabriel Rufián (el tercer ojo de Junqueras) en el Congreso de los Diputados. Dada la supuesta superioridad moral del nacionalismo catalán, cuadra perfectamente que mantengan a Sánchez a pesar de que Sánchez les hizo lo mismo y mucho más a ellos, según dicen.
Autodeterminación al margen, asuntos como la condonación de la deuda autonómica o el concierto catalán son de una importancia capital para el nacionalismo, que espera recuperar el pragmático espíritu de Convergencia invocado por Pujol para ponerse a robar a manos llenas. Una financiación "singular" con una Hacienda catalana que recaudará y gestionará todos los impuestos. Palabras mayores. Y además pretenden que se la monte Salvador Illa para estrenarla ellos y dar el paso que les faltó en 2017.