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Cómo iban a ir los analfas a Notre Dame

No pienso yo en una ausencia deliberada por rechazo al catolicismo. El rechazo lo tienen, pero no fueron a Notre Dame porque son unos inútiles.

No pienso yo en una ausencia deliberada por rechazo al catolicismo. El rechazo lo tienen, pero no fueron a Notre Dame porque son unos inútiles.
EFE

La reapertura de Notre Dame es un acontecimiento histórico para Francia, para Europa y para el mundo. Cuando la catedral sufrió un incendio hace cinco años, Francia, Europa y el mundo podían haber perdido una pieza majestuosa e irrepetible de su patrimonio cultural. No había ni podía haber otra Notre Dame, si la original, la que tiene sus cimientos en la Edad Media europea, hubiera sido devorada íntegramente por las llamas o si el Estado francés hubiera renunciado a reconstruirla. Esto último es afortunadamente impensable en Francia y por eso, después de cinco años de trabajo titánico, cuyos costes han contribuido a sufragar cientos de miles de personas de todo el mundo, se ha hecho una inauguración solemne a la que asistieron representantes de los cinco continentes y de toda Europa, con una excepción vergonzosa, la de España, el país vecino, que a causa de la inutilidad de su Gobierno, ha quedado como descortés, inculto y estúpido.

La manera en que se ha pronunciado el Gobierno Sánchez sobre esta ausencia no explica el desaire imperdonable. Pero deja claro que en el Ejecutivo español no le dieron importancia a esta cita y no se preocuparon por asegurar que hubiera en París representación oficial. Lo que dicen viene a ser una historieta de aquellas de Larra, con papeles que no llegan a la ventanilla adecuada, les falta un sello, vuelva usted mañana, nadie se ocupa de nada y unos por otros, la casa sin barrer. Pero sólo unos auténticos analfas pueden menospreciar la invitación al gran acontecimiento cultural europeo y mundial. Sólo unos maleducados pueden dejar tirada la invitación de un país vecino y amigo a un acto que para ese país tiene una enorme significación. Sólo un ministro de Incultura puede arrojar la invitación a la papelera para pasar la tarde en el circo, el circo del que no debió salir.

A un ministro del Gobierno, no sé cuál —hizo la declaración dando media espalda, en señal de desdén— le he oído decir que "tampoco fueron tantos jefes de Estado". Vamos, vaya, que lo de Notre Dame no era para tanto, hubo media entrada, un fiestorro de Macron para tapar su crisis (piensa el ladrón). Falta que alguno diga que la derecha y la ultraderecha están montando un bulo. Pero lo que falta, en realidad, es que ese tal ministro y los restantes echen un vistazo a la lista de invitados. Cuando lo hagan, les va a doler no haber estado ahí. Porque lo raro es que a unos obsesos de la imagen, de los que matan por figurar con gentes de alto rango en reuniones y cumbres —aquellas cabriolas de Sánchez para toparse con Biden en un pasillo— les haya pasado por delante de las narices esta oportunidad sin aprovecharla. Por eso no pienso yo en una ausencia deliberada por rechazo al catolicismo. El rechazo lo tienen, pero no fueron a Notre Dame porque son unos inútiles.

De otra ausencia no se puede decir sólo eso. La de Pedro Sánchez del funeral por las víctimas de la riada en Valencia es por el fango. Por culpa de un fango que en vez de permanecer en su mundillo metafórico se hizo real y le tocó. No voy a ser yo quien celebre la ira popular, que es el pasto que alimenta a monstruitos, pero un presidente no puede parecer un cobarde. Y de ninguna manera puede ser un malqueda. "París bien vale una misa", dicen que dijo Enrique IV cuando se convirtió del protestantismo al catolicismo para conseguir el trono francés. Sánchez se ha perdido dos.

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