
La metamorfosis de Pedro Sánchez desde la socialdemocracia del PSOE a la plurinacionalidad podemita y al poder por asalto es la consecuencia del recorrido de un Rasputín latente —despertado por la fanfarronería de Pablo Iglesias—, a un Fernando VII sin corona.
¿Se acuerdan de los escasos seis días qué duró Máximo Huerta, Ministro de Cultura y Deporte del primer Gobierno de Pedro Sánchez en 2018? Lo fulminó en 11 horas tras saltar a la prensa que el escritor había sido condenado en 2017 por haber defraudado a Hacienda un total de 218.322 €. en tres ejercicios fiscales. El caso ya se había sustanciado entonces por un acuerdo con el Fisco a cambio de una multa de 365.938 €. No hubo delito, pero sí fraude por haber actuado de "mala fe", según constaba en la sentencia. Sánchez fulminó a su fichaje estrella porque no quería emborronar su flamante primer Gobierno, después de haber alcanzado el poder con una moción de censura contra la corrupción del Gobierno de Rajoy. Comparen con lo que está lloviendo ahora.
De aquel pulcro Pedro Sánchez que no dormía por las noches solo de pensar en tener que formar gobierno con Pablo Iglesias, el mismo que aseguraba a Susanna Griso que jamás pactaría con Bildu, o quien consideró que el golpe institucional del 1 de Octubre de 2017 fue rebelión y jamás de los jamases daría una amnistía a los golpistas, rompió con el PSOE para abrazar el credo Podemita… De aquel pulcro Pedro Sánchez, repito, no quedan ni las raspas. ¿Por qué?
Porque Pablo Iglesias despertó en Pedro Sánchez al Rasputín que llevaba dentro. O, si quieren, le dio razones y le mostró el camino para perpetuarse en el poder. Dicho de otra manera, Pedro Sánchez es un producto de Pablo Iglesias. O, si quieren, ahora que Podemos y todas sus ramificaciones de Sumas y Restas están a punto de desaparecer o convertirse en irrelevantes, Pablo Iglesias ha triunfado por persona interpuesta. Quién hoy nos gobierna no es el PSOE, sino el podemismo más corrosivo y el nacionalismo más egoísta.
En sus días dulces de Vicepresidente de Gobierno, Pablo Iglesias se empeñó en dar lecciones al Rasputín en ciernes de cómo lograr que la derecha nunca más volviera al poder. Su vanidad personal le llevó a irse de la lengua: "El PP nunca más volverá al poder". Sólo consistía en pactar con todas las fuerzas políticas de izquierdas y sobre todo, con todos los enemigos de España, fueran de izquierdas, de derechas, nacionalistas o mediopensionistas. Me lo imagino dándole la vara en su despacho como profeta de su nueva religión sin intuir con qué escorpión estaba tratando.
Pedro Sánchez se quedó con el molde y, una vez el cantamañanas de Galapagar se suicidó en las Autonómicas de Madrid contra Isabel Díaz Ayuso, se quedó en exclusiva con la patente. Por eso Pedro Sánchez se ha desmentido a sí mismo tanto y tantas veces, porque antes de la nefasta influencia de ese charlatán de feria, sus convicciones sobre la naturaleza golpista del 1 de Octubre, su oposición firme contra indultos y amnistía a los secesionistas… debían ser revisadas si quería tener a todos los enemigos de España comiendo de su mano para formar Gobierno frente a la mayoría del PP, vencedor claro de las elecciones. Por sí mismo no llegaba, ni siquiera con el resto de izquierdas. La única forma de lograr mayoría parlamentaria era levantar un muro guerracivilista, bipolarizar a la sociedad, aislar a la derecha con la derecha más rancia (eso que llaman ellos ultraderecha) y estar dispuesto a ceder por etapas lo que fuera para gestionar sine die el poder. Claro, a costa de desguazar al primer Estado moderno de Europa y vender el alma de una nación histórica por parcelas. Con todos sus logros. Incluida la mejor Constitución de la historia de España, la época más pacífica y cívica, y las generaciones que supieron superar los odios cainitas de la última guerra civil para inaugurar la generación mejor alimentada y más libre de la historia.
CODA: No padezcan más de lo necesario, nuestro Rasputín seguirá la senda de su mentor. Más pronto que tarde. El deportista de escalada libre, Alex Honnold cortaba el aliento por su aparente instinto suicida al no mostrar miedo alguno ante paredes imposibles. Despreciaba la vida, como Sánchez sus contradicciones, mentiras y abusos. Su temeridad llevó a un equipo médico a analizar su cerebro, y en particular, la amígdala, la glándula de las emociones, donde reside el control del temor y el miedo como método de supervivencia. Está en el cerebro reptiliano, la primera y más pretérita capa de nuestro cerebro. Y descubrieron estupefactos que era insensible a las emociones. No le funcionaba.
En el artículo La amígdala cerebral de Pedro Sánchez, una aproximación a su personalidad, se aventura José Antonio Zarzalejos a barruntar si el susodicho no tendrá esa misma deficiencia, además de otras características patológicas de su personalidad descritas en los años setenta por el psiquiatra David Owen, como el síndrome de hibris y el síndrome de arrogancia (enfermedades del poder), o la patología psicótica y narcisista (recogida también por Rosa Díaz en su libro Caudillo Sánchez). Todas ellas nos aproximan a este personaje siniestro que tanto daño está haciendo a la democracia y por ende a España como casa común de todos los españoles.
PD: A propósito de la melonada esa de conmemorar la muerte de Franco como nuevo espejismo para ilusos del Gobierno de Sánchez, me preguntaba una amiga si sabía que "Begoña de Pedro nació en 1975 y si los 50 años de la efemérides de la muerte de Franco ¿eran por el dictador, o por conmemorar los 50 años de suuu amooor"? Yo le contesté con guasa que, en todo caso, por los 50 años de "su pichona". Porque amar, lo que se dice amar, sólo se ama a sí mismo.