Una de las medidas estrella de Sumar es la limitación de la jornada laboral en todas las empresas sin que ello lleve consigo la natural reducción salarial de los trabajadores. La intención de Yolanda Díaz, cabeza visible de la formación ultraizquierdista y vicepresidenta del Gobierno, era imponer esa medida antes de final de este año, un objetivo que ya no podrá alcanzarse dadas las fechas en que nos encontramos sin que se haya alcanzado ningún acuerdo al respecto.
Como siempre ocurre con los socialistas, el Gobierno trata de imponer sus decisiones a los agentes que operan en el mercado al margen de la opinión de los sectores directamente concernidos. No es de extrañar que sus propuestas se estrellen contra la realidad y no lleguen a buen fin. En el caso de la reducción de la jornada laboral, que la ultraizquierda quiere llevar hasta los famosos cuatro días laborables, estamos ante una decisión compartida entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, dos personajes que jamás han gestionado una empresa ni, en consecuencia, son conscientes del esfuerzo y el riesgo que hay que asumir para crear riqueza y puestos de trabajo.
Nada habría que objetar a una medida de tales características si fuera fruto de la evolución positiva de nuestra productividad y de la negociación entre cada empresa y sus trabajadores, pero imponerla a todo el mercado laboral sin atender a circunstancias de cada caso concreto supone un abuso de poder de efectos perniciosos, propio únicamente de políticos izquierdistas especialmente fanáticos.
En una economía hiperregulada y con una presión fiscal asfixiante como la nuestra, un castigo de esta naturaleza dispararía los costes de producción y haría inviable la supervivencia de miles y miles de proyectos empresariales, lo que se traduciría en una fuerte destrucción de empleo. Los empresarios se han negado a cumplir voluntariamente los dictados de Yolanda Díaz y hasta los socios gubernamentales en el parlamento recelan de esta medida draconiana, lo que augura que se trata de otra propuesta ultraizquierdista que acabará arrumbada en el baúl de los proyectos fracasados.
Yolanda Díaz, acreedora de un injustificado prestigio de buena gestora entre la prensa afín, ha de añadir a su trayectoria de sonoros fracasos políticos su intento de reducir por las bravas las horas de trabajo de todos los empleados. La realidad, como siempre ocurre, pone límites a los políticos de vocación totalitaria como los que integran el gobierno social-comunista, de los que Yolanda Díaz es, sin duda alguna, el ejemplo más acabado.

