
Era previsible la sesión de control de ayer al Gobierno. Ha resultado ser más de lo mismo. El Ejecutivo, lejos de ser interpelado y controlado por los otros grupos parlamentarios, persigue con saña a la Oposición. No se defiende sino que ataca sin ton ni son, sin una argumentación normal, a quien le objeta su carencia de política democrática. Una vez más, Sánchez ha dado muestras de que preside un Gobierno antidemocrático, o sea autoritario. Todos sus miembros no se autolimitan ni en las formas a la hora de dirigirse a sus adversarios. Los desprecian e insultan como hacen con los medios de comunicación que les critican. Han convertido la esfera pública política en un lodazal para que hocen las castas políticas. El horizonte del Gobierno no es otro que mantenerse en las poltronas institucionales. La quiebra de las instituciones anuncian tragedia.
La Sesión del Congreso del miércoles fue utilizada para pastorear a la Oposición. Y, a pesar de los pesares, creo que lo consiguió. Algo similar sucedió el viernes pasado en la reunión de Santander entre Sánchez y los presidentes de las Comunidades Autónomas. Ahí la grieta aún fue más grande y peligrosa. Eso fue pastoreo al por mayor y con consentimiento de los asistentes. La persecución de la Oposición es el único objetivo de Sánchez. Así es imposible construir las bases mínimas de un Estado-Nación. Y si no hay nación, no hay proyecto compartido de vida colectiva. Pero, si la hay ¿qué proyecto es el nuestro? Ninguno. Los españoles no tiene nación ni proyecto político que vertebre con decencia un territorio y una población que llamamos España. Dejémonos, pues, de mandangas sobre la desaparición de lo que no existe, porque nadie en su sano juicio puede mantener que el Estado de las Autonomías es una expresión de la Nación española o un proyecto de vida en común. Es obvio que el llamado Estado de las Autonomías no funciona ni es expresión de una nación madura. Mañana, sí, podría cambiarse lo de las Autonomías por cualquier otra fórmula y no pasaría nada.
Por eso, nadie se alarme, porque Sánchez pisotee salvajemente lo que es casi una ruina: el Estado de las Autonomías. Ni es Estado ni hay Autonomía, cuando el separatismo y el comunismo sanchista imponen sus reales. El Título VIII de la Constitución es inservible. Hubo ocasión de comprobarlo, otra vez, la semana pasada. En el extranjero se reunían los enviados por Sánchez con el felón Puigdemont y a la misma hora él lo hacia con los presidentes de las Autonomías. Bochornoso. Pues de ese bochorno depende Sánchez. El felón fugado de la Justicia exige una moción de confianza para seguir apoyando a Sánchez. No está mal tirada la flecha. A veces la locura de un cobarde muestra las mil costuras de un Sánchez a la huída, pero también deja al descubierto la carencia de imaginación de la Oposición. ¿Por qué el PP no ha exigido una moción de confianza ya que no se atreve con lanzar una moción de censura?
El deterioro de la democracia es casi absoluto. La quiebra de las instituciones parece no tener fin. Y la moral pública parece clausurada por una Oposición que ni siquiera es capaz, reitero, de pedir una moción de confianza. Es como si eso, la iniciativa en el Congreso, se lo dejara a un golpista fracasado, un cobarde político, al que sin embargo algunos miembros del PP le dan alas para su regreso. Es difícil hallar algo semejante en Europa. Si el ímpetu ciudadano, la moral colectiva de una nación, es tan frágil y efímera que no da ni siquiera para salir a la calle a gritar a favor de la democracia, entonces preparémonos para soportar cualquier salvajada.