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Memoria histérica

¿Cómo va a respetar esta gente a los muertos si no se respetan a sí mismos?

¿Cómo va a respetar esta gente a los muertos si no se respetan a sí mismos?
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, preside el acto institucional del 'Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura' este martes q0 de diciembre en el Auditorio Nacional en Madrid. EFE/ Javier Lizón | LD/Agencias

Como en el fondo soy algo inocente, estoy dispuesto a admitir que haya quién, honestamente y sin ánimo de echar de la política a media España, crea que es necesario seguir criticando a Franco, que los crímenes de su dictadura –que los hubo, por supuesto– deben seguir siendo recordados día sí y día también y que todos los huesos republicanos esparcidos por España deben ser desenterrados y recibir sepultura con pompa y circunstancia.

A mí, honestamente, me parece que contar y recordar los crímenes que cometieron unos y otros debe ser, a estas alturas, tarea para historiadores; que superar las heridas de la Guerra Civil ha sido una de las mejores cosas que ha hecho España desde mayo de 1808, más o menos; e incluso que puedes sacar de la fosa común a tu bisabuelo sin que eso suponga tener que escupir en la cara de la mitad de tus compatriotas. Pero probablemente es que yo soy un bicho raro o quizá es que en mi inocencia me dejo fuera del foco la mitad de la película, que me da a mí que la cosa va por ahí.

Sin embargo, redoblo mi apuesta: incluso estoy dispuesto a escuchar a quien defienda lo contrario, a debatir sus argumentos con los míos, quizá incluso a darle la razón en esto o en aquello, quién sabe, yo tengo mis ideas pero no soy sectario.

Pero lo que se me hace imposible de soportar es que se haga de todos estos temas una fantochada, un espectáculo circense con ínfulas, una mamarrachada grotesca, sórdida y truculenta, supuestamente cultural y teatral, pero que no llega a la categoría de bufonada.

Y si encima se hace con nuestro dinero, que suele ser el caso, y si ya para rematar se hace en la que debería ser la casa de todos, el Congreso, la cosa no es que pase de castaño oscuro, es que es negra zaína.

Lo digo, por supuesto, a cuenta del espectáculo macabro que se ha podido ver esta semana en el Congreso y que glosaba muy bien en Libertad Digital la gran Nuria Richard. Un acto montado para hacer política, no memoria, insultante por su propia ridiculez, absolutamente falto de respeto no ya para los que estamos vivos, sino para los propios muertos que dicen reivindicar. Muertos que, fuesen republicanos o nacionales, eran españoles y se merecen otra consideración. Pero, ¿cómo va a respetar esta gente a los muertos si no se respetan a sí mismos?

Mal estaba ya la memoria histórica, peor aún la llamada memoria democrática que no es ni una cosa ni la otra, pero esta memoria histérica de locatis pegando berridos y manejando huesos como quien maneja una ensalada es lo que nos quedaba por ver. Si sus bisabuelos presuntamente reivindicados se levantasen de sus tumbas se les caería la cara de vergüenza.

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