2024 ya es historia. Se recordará como el año en el que Pedro Sánchez rebasó cuantas líneas rojas se le pusieron por delante a fin de atornillarse en Moncloa y aplicar un programa basado en el asalto al Poder Judicial, la deslegitimación de la Corona, la destrucción del principio de consenso heredado de la Transición y de los pilares de la España democrática. Cada vez con menos disimulo, Sánchez se maneja como un gobernante autoritario, absolutamente distanciado de la ciudadanía, empeñado en cercenar la libertad de expresión y la de prensa, obsesionado con los jueces, fuera de control respecto al cerco judicial que se cierne sobre su familia, su partido y su Gobierno.
La detención de Koldo García, el asesor plenipotenciario de quien fuera mano derecha de José Luis Ábalos (el hombre con el que Sánchez emprendió la reconquista del PSOE) fue el primer episodio de un año marcado por la corrupción socialista. Los fabulosos negocios a todas luces ilegales durante la pandemia fueron el origen de un caso que se desparrama en varios frentes y que afecta ya a medio Ejecutivo, a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, al secretario general del PSOE, Santos Cerdàn y a la mayoría del entorno político de Pedro Sánchez con el empresario Víctor de Aldama como figura destacada en el saqueo.
A estos asuntos hay que añadir el caso de su esposa, Begoña Gómez, imputada por tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo profesional. En la defensa de la "catedrática" protagonizó uno de los episodios más ridículos de la política europea durante estos doce meses. El amago de dimisión "fake", los cinco días de reflexión y la carta a la ciudadanía en la que se presentaba como un hombre "profundamente enamorado" mostraron a un presidente desatado, sin ninguna clase de pudor y capaz de cualquier cosa para defender a su esposa. Eso incluye el uso de la abogacía del Estado y de la Fiscalía en su propio beneficio.
Por si no fuera suficiente escándalo, su hermano músico también ha resultado imputado por la plaza creada a su medida en la Diputación de Badajoz, otro episodio del modo de hacer del socialismo. Todo ello propició la desaforada cruzada de Sánchez contra los medios críticos disfrazada de lucha contra los supuestos bulos disfrazada de "regeneración pendiente", según el resumen gráfico que publica Libertad Digital sobre los capítulos más vergonzosos del sanchismo.
Pero no acaba ahí el repaso. El caso del fiscal general es la guinda del pastel. He ahí a Álvaro García Ortiz, "su" fiscal, imputado. Otro hito histórico, el primer fiscal general en ser investigado por el Tribunal Supremo. La causa, las filtraciones sobre la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, otra de las fijaciones de Pedro Sánchez. La destrucción de los mensajes relativos al caso añade más ignominia si cabe en un escándalo de proporciones dantescas vinculado con el asalto de Sánchez al Estado.
El resumen del año de la corrupción quedaría incompleto sin el blanqueamiento de los ERE en el Tribunal Constitucional que se prepara ya para validar la ley de amnistía, otro de los grandes escándalos de los últimos meses con el esperpento de la entrada en España y evacuación de Puigdemont, el socio de referencia de Sánchez y quien obliga al Gobierno a negociar el futuro del país en Suiza. Pero nada detiene a Sánchez, que paga la factura de su investidura al golpista prófugo con el dinero de los españoles, destruyendo la igualdad entre ellos y sus derechos más elementales.
En el plano internacional cabe destacar el papelón del Gobierno en Venezuela, el apoyo al sátrapa Maduro, las vinculaciones con Delcy Rodríguez, la vicepresidenta venezolana, y el conflicto con la Argentina de Milei a causa de las consideraciones del mandatario argentino sobre la señora Gómez.
La tragedia de Valencia ha resultado ser el colofón del sanchismo. Frases como "si quieren ayuda, que la pidan" o "yo estoy bien" tras su vergonzosa fuga de Paiporta revelan el carácter de Sánchez, su falta de empatía y su concepción del Estado, a su servicio en vez de al servicio de los ciudadanos.
No hay visos, por otra parte, de que 2025 vaya a ser diferente en lo relativo a Sánchez y el Gobierno.


