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Acusación popular contra el PP y VOX

Apenas tengo confianza en una Oposición que ha caído siempre en el mismo error: creer, como su adversario, que la democracia es el abuso de la posición mayoritaria.

Apenas tengo confianza en una Oposición que ha caído siempre en el mismo error: creer, como su adversario, que la democracia es el abuso de la posición mayoritaria.
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. | LD/Agencias

Una ley para legitimar el crimen, la persecución del adversario político o, simplemente, privar de derechos a una parte de la sociedad no puede ser considerada ley. Miles de páginas de carácter jurídico y técnico se han escrito ya contra la propuesta del PSOE. Otras opiniones, sin duda alguna, menos en cantidad y claridad intelectual, pero también reputadas de científicas, han sido esgrimidas en los medios de comunicación en su defensa. Pero no se trata de un debate jurídico ni político, ni siquiera es un asunto ideológico, o sea de imponer una mentira, engaño o patraña a la ciudadanía. No, nada de eso se juega con esa proposición que pretende corregir los "abusos judiciales", entre los que se cuenta la "acusación popular", contra el Gobierno.

La cosa es más simple, pero, a veces, difícil de identificar para quien se mueve en el mundo hiperbóreo de las palabras, reducidas a juguetes de la inteligencia, si desconocemos lo que ellas llevan adentro. Claro que es muy importante definir las palabras con exactitud, detenerse en su examen y contrastarlas con las cosas designadas. Sí, sí, es vital detenerse en el cómo, el porqué y el para qué. Jamás renunciaré, por burdo, torpe y bruto que sea mi interlocutor, a apoderarme de sus juguetes palabreros. La fuerza también nos la da, aunque no lo quiera, nuestro adversario. No rechacemos tan rápido a quienes se nos enfrentan moral e intelectualmente, no despreciemos a los totalitarios, tal y como hacen los listos del PP y VOX. No digamos, como si todo estuviera escrito, eso no puede llevarse a cabo, porque lo prohibe la Constitución y cosas parecidas. Detengamonos, seamos pacientes, y demos todos los rodeos que sean necesarios, sin importarnos el tiempo, para alcanzar y detener decisiones aberrantes que impidan el bien de la comunidad. Todo eso, perdonen mi insistencia, está muy bien.

Sin embargo, ay, la decisión de Sánchez está ahí. Es un cuchillo, un arma terrible, en el costado de la ciudadanía más desarrollada de España. No olvidemos, pues, lo fundamental. La decisión ha sido tomada. El proceso deliberativo es ocioso. El trámite parlamentario, si es que lo hay, para esta gente no es nada. ¿Decisión contra deliberación? Ojalá fuera así, pero apenas tengo confianza en una Oposición que ha caído siempre en el mismo error: creer, como su adversario, que la democracia es el abuso de la posición mayoritaria. Sánchez ha tomado la decisión. Y se llevara a cabo, por desgracia, con la ineptitud y falta de valor de una Oposición emasculada. Nada me gustaría más que equivocarme en mi diagnóstico, pero, si tenemos en cuenta la actitud del PP y VOX en el pasado, sospecho que harán poco o nada contra la decisión sanchista. Todo quedará reducido, en el mejor de los casos, a un mero debate nominalista, o peor, justificarán por vía de inacción y estulticia al dictador. ¿O es que acaso es ésta la primera decisión de Sánchez contra el Estado de derecho y la democracia? No. Ésta es sólo una de las ciento de medidas contra la democracia. No estamos en una democracia, improbable lector, sino en un puñetero régimen dictatorial a las ordenes de las decisiones de Sánchez. No existe el reparto del poder sino la confusión de poderes.

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