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Mónica García quiere acabar con la Sanidad privada… y con la pública

Se diría que, mientras dice atacar a la privada, la verdadera intención de Mónica García es crear un colapso en la Sanidad pública del que después aprovecharse políticamente.

La actual ministra Mónica García creció políticamente a costa de criticar la Sanidad de Madrid, que según los rankings y todas las mediciones objetivas y subjetivas es la mejor de España. Obviamente, eso no le importa mucho a una persona capaz de manifestarse por la Sanidad pública pidiendo el cierre de un hospital público o de maldecir que se levante un centro contra las pandemias en mitad de la mayor pandemia del siglo XXI.

Pese a sus sonoros fracasos frente a Isabel Díaz Ayuso, gracias a ese papel de martillo de herejes sanitarios y gracias sobre todo a la ausencia casi total de vida inteligente en Sumar, la conocida en su día como MeMA –después de definirse durante toda una campaña electoral como "médica y madre" – tiene ahora una cartera ministerial desde la que lanzar propuestas y con la que, pese a tener muy pocas competencias reales, se ha propuesto hacer un daño enorme a un servicio como el sanitario que, más allá de que sea provisto por el sector público o por empresas privadas, tiene una importancia capital para la mayor parte de los ciudadanos.

Es difícil saber si lo que lleva a la excompañera de Íñigo Errejón a proponer medidas tan disparatadas como impedir a los mejores médicos de la Sanidad pública –los jefes de servicio, es decir, los más expertos y cualificados– trabajar también en la privada es sólo su palmaria incompetencia y su sectarismo atroz o si, por el contrario, hay algo más de fondo.

Y es que se trata de una medida que, de implantarse, acabaría expulsando de la Sanidad pública a muchos profesionales que, como es lógico, no renunciarán a tener unos ingresos acordes con su dura formación y sus altísimas responsabilidades. Y no es la única: todo lo que está haciendo para acabar con Muface y el servicio que presta a un millón y medio de personas es un disparate de tal calibre que se diría que, mientras dice atacar a la privada, la verdadera intención de Mónica García es crear un colapso en la Sanidad pública del que después aprovecharse políticamente, como la izquierda, y ella es el mejor ejemplo de ello, viene tratando de hacer en Madrid, eso sí, con escaso éxito.

Porque en realidad Mónica García y todos sus adláteres nunca han defendido la Sanidad, lo que han defendido han sido una serie de privilegios para algunos profesionales hiperideologizados y sindicalizados, que lo que quieren no es dar el mejor servicio a los pacientes sino controlar los hospitales y convertirlos en arietes ideológicos. No es tanto la defensa de "lo público" como mucho más la defensa de "lo suyo", en un esquema político y mental en el que los ciudadanos solo son simples pagadores de un sistema creado para servirse de ellos y no para servirles.

Eso sí, si Mónica García y los restantes miembros de Sumar y del Gobierno se creen que la jugada les va a salir bien se equivocan: haría falta un político muchísimo más inteligente y hábil que la ministra de Sanidad para poner en marcha una operación tan destructiva sin verse arrollado por ella.

Pero si todo lo que hay es incompetencia oceánica y sectarismo sin límites, por favor, que alguien aparte a esa mujer de cualquier tarea de gestión que tenga más complejidad que una partida de parchís, porque de ser así resulta un peligro público como pocos se han visto en la política española. Y mira que es difícil destacar en ese ranking.

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