
La mayoría de los independentistas ha dejado de dar la brasa con la autodeterminación. La república catalana ya no es el principio y final de sus discursos. La independencia ha desaparecido de la agenda, razón por la que tanto Pedro Sánchez como Salvador Illa se cuelgan la medalla de haber desinflamado Cataluña. Pero que el objetivo fundamental de los separatistas haya pasado a un segundo plano no es mérito de los prebostes socialistas ni de un ejercicio balsámico del poder, sino de las grandes contrapartidas que tanto Junts como ERC obtienen a cambio de seguir la doctrina Pujol, que se resume en la práctica del chantaje contra el resto de los españoles y en la vieja máxima catalanista de "hoy, paciencia; mañana, independencia".
A Puigdemont le designaron presidente de la Generalidad para que actuase como carne de cañón. En aquella Convergencia no había nadie que quisiera asumir las consecuencias de lo que el inefable Artur Mas había desatado. Lo más curioso del caso es que a quien temían los convergentes no era al Estado (históricamente ridiculizado en Cataluña), sino a los cientos de miles de manifestantes a quienes estafaban con la promesa de un país que iba a ser el pasmo del mundo, la Dinamarca del Sur, la California de Europa, donde se atarían los perros con longaniza y todos los días habría helado de postre.
Por no defraudar a los independentistas, Puigdemont perpetró el golpe, proclamó la independencia y se fugó en el maletero de un coche conducido por un sargento de los Mossos que se ha beneficiado de la amnistía después de años de cobrar de la Generalidad un sueldo público por coordinar la seguridad del prófugo en Bélgica. Dados los antecedentes, ahora no hay ni un solo independentista con mando en plaza dispuesto a reincidir. Esperan que sean otros, sus sucesores, la próxima generación, quienes aborden un nuevo intento.
Mientras tanto, Puigdemont y Junqueras han aprendido a negociar, han comprendido el método Pujol y exprimen la debilidad de Sánchez obteniendo grandes beneficios a cambio de no hacer el ridículo con la turra del "derecho a decidir". Se tiende a considerar que tales beneficios no son para los partidos independentistas y sus viejos líderes, sino para el conjunto de Cataluña e incluso para el resto de España. Nada más lejos de la verdad.
Con ocasión del decreto ómnibus se ha pretendido extender la idea de que gracias a Puigdemont los jubilados verán incrementada su pensión. Pero ni es gracias al saltimbanqui de Waterloo ni las pensiones van a subir porque lo que aumenta por un lado se lo llevará la Agencia Tributaria por el otro. Sin embargo, ese es el mensaje que difunden los medios afectos y que cala entre el irreductible electorado socialista.
A los independentistas les importa entre cero y nada la pensión de los ciudadanos españoles. Los acuerdos con Sánchez para salvar sus decretos no sólo tienen letra pequeña sino cláusulas ocultas. Una de ellas es el traspaso de las competencias en inmigración y el control de las fronteras. Una vez transferidas, la presencia del Estado en Cataluña será menos que residual. Otra de las cesiones es la del segundo canal de TVE en la región.
Parece un asunto menor. Hablamos de la televisión pública española, un aparato propagandístico infumable, con una audiencia minúscula y una influencia escasa. Eso es así. El problema es que La 2 en Cataluña era la única televisión pública que emitía en español y en catalán en la comunidad autónoma y ahora pasará a hacerlo íntegramente en catalán. Tampoco pasa nada, se podría argüir. Las audiencias prefieren las otras televisiones, las privadas de ámbito nacional. Pero sí que pasa. La medida tendrá unos efectos extraordinarios en las cuentas de resultados de las productoras catalanas. Los buenafuentes y compañía se van a forrar aún más gracias a la influencia y gestiones de Puigdemont. Y lo que es bueno para ellos será bueno para Puigdemont y los suyos.
El chiste es que han arrancado la entrega de TVE en Cataluña mientras presumen de que gracias a ellos los valencianos van a poder cobrar ayudas, suben las pensiones y baja el transporte público.