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Trump expone la hipocresía de Sánchez con Gaza

A los pobres palestinos no les basta con ser escudos humanos de Hamás. Ahora deben ser también rehenes de los proyectos de política internacional de Pedro Sánchez.

Es más que probable que el plan de Trump para Gaza no pueda llevarse a cabo, al menos en su literalidad, tal y como ocurre habitualmente con las primeras propuestas del presidente americano, que suelen ser el escalón inicial de una negociación que va mucho más allá. Sin embargo, tal y como también pasa en muchas ocasiones con lo que parecen ocurrencias sin mucho sentido del inquilino de la Casa Blanca, su propuesta para la Franja de Gaza va a tener un recorrido interesante y va a servir para bastante más de lo que en un primer momento podría pensarse.

Porque lo que Trump ha hecho es agitar un tablero de juego en el que las posiciones eran completamente estáticas y no había ningún final posible para la partida. Y con ello está obligando a las diferentes partes –los propios palestinos y las naciones árabes de la zona– a dar pasos más decididos de cara a una verdadera resolución del conflicto.

Sí, Egipto, Jordania y Arabia Saudí se negarán a aceptar que Estados Unidos tome el control de la Franja y que para ello sea necesario desplazar a millones de personas, pero a cambio de esa negativa no les quedará otro remedio que ser parte de la solución y no limitarse a ver los toros desde la barrera, con la negación como última bandera. Es difícil saber ahora dónde puede llegar esto, pero que nadie olvide que Trump ya logró en su anterior mandato lo que parecía imposible: acuerdos de paz entre Israel y varios estados árabes.

Mientras tanto, las palabras de Trump y la respuesta israelí –que pedía este jueves que países como España, Irlanda o Noruega se hiciesen cargo de esos refugiados palestinos– han servido también para desenmascarar la hipocresía de aquellos que, como Pedro Sánchez, se llenan la boca de declaraciones propalestinas y antiisraelíes, pero a la hora de la verdad eluden toda responsabilidad.

Porque si el Gobierno de España de verdad cree que hay un genocidio en marcha en la Franja de Gaza, su obligación legal, no digamos ya moral, sería dar a sus víctimas cobijo en nuestro país. Sin embargo, el ministro de Exteriores ya ha aclarado que no se va a aceptar su llegada porque "la tierra de los gazatíes es Gaza y Gaza debe ser parte del futuro Estado palestino". Es decir, que no hay ningún problema en sacrificar a los gazatíes porque son parte del proyecto político que defiende España. Se ve que a los pobres palestinos no les basta con ser escudos humanos de Hamás y ahora deben ser también rehenes de los proyectos de política internacional de Pedro Sánchez.

Hay que reseñar, por cierto, que nadie está hablando de deportaciones masivas: se trata de permitir a los gazatíes que salgan de la Franja si así lo desean, cosa que es muy probable que quieran en su inmensa mayoría: ya antes de la guerra el 45% mostraba su deseo de emigrar en encuestas independientes, tras la destrucción de este conflicto ese porcentaje será, sin duda, muchísimo más alto. Pero, al menos por ahora, Hamás les impide salir a punta de metralleta y, hay que recordarlo también, los supuestos países árabes hermanos no quieren verlos ni en pintura.

Por último, y hablando de hipocresía, hay que reseñar como casi siempre la de la prensa internacional, que se ha aplicado con denuedo a distorsionar una propuesta que ni es perfecta ni probablemente pretende serlo, pero que no es un intento de limpieza étnica ejecutada contra la voluntad de los palestinos. El hecho es que, por increíble que parezca, a muchos parece que les gusta más que Hamás domine Gaza a que lo hiciese Trump, a pesar de que cualquiera con dos dedos de frente sabe que con los terroristas en el poder en la Franja la devastadora guerra de los últimos meses no terminará nunca. Está claro que no les importa que mueran judíos, pero tampoco se preocupan lo más mínimo porque lo hagan unos palestinos a los que dicen defender, pero que en realidad no parecen merecer otro papel que el de carne de cañón de sus juegos antisemitas.

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