
El independentismo catalán ha tocado fondo. Las elecciones a la presidencia del "Consell de la República" son un auténtico esperpento. Se presenta Toni Comín, que ha pasado de escudero de Puigdemont a paria sin causa. Le acusan de gastarse las donaciones de las 'tietas' por la república en francachelas con Lluís Llach. Y hablando de Llach, en la antaño todopoderosa Assemblea Nacional Catalana (ANC) también pintan bastos. Un exvicepresidente del "Parlament" acusa a Llach, el presidente de la cosa, de practicar una gestión "despótica". Están totalmente divididos y absolutamente enfrentados. Todos contra todos.
Si el independentismo sobrevive es gracias a que Pedro Sánchez necesita de sus votos para mantenerse en La Moncloa. La aritmética parlamentaria insufla aliento a unos partidos y organizaciones separatistas que no pasan precisamente por su mejor momento. Sin embargo, nunca como hasta ahora habían obtenido tantas concesiones y nunca como hasta ahora han estado más cerca de la independencia.
Las agendas de Junts y ERC con el Gobierno de Pedro Sánchez incluyen áreas tan sensibles como la recaudación de todos los impuestos y el control integral de la inmigración y las fronteras. Es decir, las competencias que hacen de un Estado un Estado y no una diputación, un cabildo o un consejo comarcal. Los independentistas pidieron a Sánchez la amnistía y la autodeterminación. Se les dio la amnistía y se les están dando las herramientas para que no le tengan que pedir la autodeterminación a nadie.
Que las negociaciones sean sobre materias que no pueden ser traspasadas es algo que sólo importa a quienes están fuera de las negociaciones. Tampoco la amnistía tiene ningún sostén legal y saldrá adelante en el Tribunal Constitucional de Conde-Pumpido. La hacienda catalana y el somatén de las fronteras son lo siguiente.
